David Mitchell (Trad. de Víctor V. Úbeda)
Duomo Nefelibata
Siempre que hablamos de las ficciones escritas por David Mitchell conferenciamos sobre arriesgadas estructuras narrativas y una audaz confluencia de estilos. Sin embargo, si miramos la bibliografía del autor, tenemos ejemplos de su amor por la narrativa tradicional y un agradable aprecio por los escenarios históricos. En este grupo se establece Mil Otoños, una novela histórica directa, lineal y escrita en tercera persona, que cuenta una dolorosa historia romántica de amor prohibido y un cuento de rescate en la costa de Japón, alrededor del año 1799. Sin embargo, eso no quiere decir que David Mitchell haga las cosas simples y fáciles. Es más, quizás es una novela más compleja y densa de lo que pueda parecer. Mil otoños es un vivido tapiz, ubicado en la isla artificial y comercial de Deshima, en la bahía de Nagasaki, donde explora una plétora enorme de temas y estudia las diferencias culturales entre oriente y occidente.
El viaje de Jacob de Zoet
Todo comienza cuando Jacob de Zoet, sobrino de un pastor, viaja como empleado de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales para acudir a la isla de Deshima, el puerto comercial que conecta Japón con el extranjero. Su objetivo, aparte limpiar las cuentas de una operación comercial que esta plagada de corrupción, es hacerse un nombre en la compañía, ahorrar algo de dinero y regresar a casa en unos años para casarse con su amada Anne. En cambio, una vez establecido en la peculiar isla, al encontrarse con una partera japonesa hermosa pero con cicatrices en la cara a la que se le ha concedido un contacto limitado con la medicina europea, Jacob se encuentra esclavizado por un amor prohibido por la tradición, la cultura, la política y la ley. Sin embargo, el objeto de sus anhelos, esta ligada al orden social altamente estratificado de la sociedad japonesa y cuando su padre muere, es comprada por el abad de un santuario secreto en la montaña. Para comprender su misteriosa desaparición, Jacob se embarca en la traducción de un tenebroso pergamino que sacará a la luz los terribles secretos de la enigmática hermandad de la montaña.
Plano de Deshima
Pisando la era Edo japonesa
Mil otoños nos sitúa a principios del siglo XVIII, en el Japón de la era Edo, cuando la Compañía Holandesa de las Indias Orientales (Vereenigde Oost-Indische Compagnie) ha requisado la isla artificial de Deshima, de 120 metros de largo, en la bahía de Nagasaki como puesto comercial. Este es el contacto más significativo de Japón con el mundo exterior, dado el cierre completo de Japón realizado por el shogunato Tokugawa. Esta vía de comercio es la única apertura, una pequeña válvula donde tiene lugar el intercambio de bienes e ideas. Con las ideas de la ilustración y la corrupción europea llegando a la costa japonesa, Michell nos muestra en Deshima ese encuentro entre civilizaciones, basándose libremente en la vida de Hendrik Doeff, comisionado del puesto comercial de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales en Deshima.
Mil otoños crea un mundo históricamente inmersivo, donde Mitchell ejecuta su magia arquitectónica habitual en un amor absoluto por los detalles que a veces, como en el primer tercio, pueden lastrar la lectura. Las descripciones de Nagasaki, hasta cierto punto líricas, nos mueven por los contextos históricos y culturales de la época, incluidas las actitudes culturales del periodo histórico y el desequilibrio de poder entre hombres y mujeres. Algo aún más palpable a través del lenguaje. El choque idiomático esta presente desde las primeras paginas y es una de las claves de la novela. Mientras los traductores de Nagasaki intentan manejar los conceptos traducidos en holandés y viceversa, Mitchell traduce las comunicaciones y los errores de comunicación en un inglés brillantemente flexible y adaptable. No solo eso, si no que a nivel sentimental, podemos ver las diferencias europeas y japonesas a través de esta comunicación. Mientras los holandeses muestran sus emociones con mayor facilidad, los japoneses parecen ser seres impertérritos, sintiendo sus acontecimientos desde el interior de la conciencia.
Mil otoños nos sitúa a principios del siglo XVIII, en el Japón de la era Edo, cuando la Compañía Holandesa de las Indias Orientales (Vereenigde Oost-Indische Compagnie) ha requisado la isla artificial de Deshima, de 120 metros de largo, en la bahía de Nagasaki como puesto comercial. Este es el contacto más significativo de Japón con el mundo exterior, dado el cierre completo de Japón realizado por el shogunato Tokugawa. Esta vía de comercio es la única apertura, una pequeña válvula donde tiene lugar el intercambio de bienes e ideas. Con las ideas de la ilustración y la corrupción europea llegando a la costa japonesa, Michell nos muestra en Deshima ese encuentro entre civilizaciones, basándose libremente en la vida de Hendrik Doeff, comisionado del puesto comercial de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales en Deshima.
Mil otoños crea un mundo históricamente inmersivo, donde Mitchell ejecuta su magia arquitectónica habitual en un amor absoluto por los detalles que a veces, como en el primer tercio, pueden lastrar la lectura. Las descripciones de Nagasaki, hasta cierto punto líricas, nos mueven por los contextos históricos y culturales de la época, incluidas las actitudes culturales del periodo histórico y el desequilibrio de poder entre hombres y mujeres. Algo aún más palpable a través del lenguaje. El choque idiomático esta presente desde las primeras paginas y es una de las claves de la novela. Mientras los traductores de Nagasaki intentan manejar los conceptos traducidos en holandés y viceversa, Mitchell traduce las comunicaciones y los errores de comunicación en un inglés brillantemente flexible y adaptable. No solo eso, si no que a nivel sentimental, podemos ver las diferencias europeas y japonesas a través de esta comunicación. Mientras los holandeses muestran sus emociones con mayor facilidad, los japoneses parecen ser seres impertérritos, sintiendo sus acontecimientos desde el interior de la conciencia.
Fragmento de la portada
Más allá de un relato histórico de aventuras y amor
Quedarse con que Mil otoños es solo un relato históricos de amor prohibido, pese a que es uno de los objetivos de la novela, es quedarse en la superficie. La novela de Mitchell va mucho más allá, hablando sobre el comercio global, la lucha de fe versus ciencia, los misterios del amor transcultural o los riesgos de una sociedad cerrada. Todo ello a la vez que retrata a un Japón en un momento crucial de su historia, a punto de convertirse en una potencia mundial, mientras vemos a una Holanda que se esta desvaneciendo. Con guiños a la historia de Perséfone, Mil Otoños es una novela con un protagonista cautivador, unos personajes secundarios que llenan el ambiente y un ritmo desafiante, pero que recompensa al final a aquel lector atento y paciente.
La ficción histórica se va convirtiendo, página a página, en una historia de aventuras y suspenso, prevaleciendo siempre una exploración de otra faceta de la sociedad japonesa como es el feudalismo. La segunda parte, que nos lleva dentro de la enigmática hermandad del monte Shiranui, es una historia de rescate con sus toques de autentico pavor, mientras que el tercio final, vira hacia una batalla naval. En la superficie, todo parece una historia típica de amantes transculturales que deben superar las adversidades que se les presentan, pero en la Mil otoños de David Mitchell, también hay espacio para captar los matices de los méritos de una sociedad eremítica en comparación con una abierta y liberada, para explorar los efectos del aislamiento a nivel individual y social, así como para estudiar las contradicciones entre las ideas científicas y las religiosas.
Portada de la nueva edición en inglés
Conexiones al futuro
Como decía al principio de la reseña, es habitual en David Mitchell utilizar estructuras narrativas arriesgadas. También lo es, establecer sutiles conexiones entre sus novelas, como bien dice la guía para explorar el Mitchellverse que escribí hace unos meses. Casi todas las novelas están plagadas de recurrencias y pistas, personajes que reaparecen, símbolos y leitmotivs conocidos, coincidencias temporales e intertextualidad por todas partes. Y donde Mil otoños parecía más aislada en este sentido, las siguientes novelas de David Mitchell nos han dicho todo lo contrario. El Dr. Marinus es un personaje seminal de Relojes de hueso, el descendiente de Jacob de Zoet es parte de la banda de Utopia Avenue, y alguno de los indicios de una conexión mayor tienen lugar en el terrorífico monte de la montaña, donde parecemos rascar los cimientos conceptuales que rigen este Mitchellverse. Una vez más, queda evidente que la obra de Mitchell es como un mándala, y con cada nueva adicción, todo cobra un nuevo significado. Releer Mil otoños, da fe de ello.
Como decía al principio de la reseña, es habitual en David Mitchell utilizar estructuras narrativas arriesgadas. También lo es, establecer sutiles conexiones entre sus novelas, como bien dice la guía para explorar el Mitchellverse que escribí hace unos meses. Casi todas las novelas están plagadas de recurrencias y pistas, personajes que reaparecen, símbolos y leitmotivs conocidos, coincidencias temporales e intertextualidad por todas partes. Y donde Mil otoños parecía más aislada en este sentido, las siguientes novelas de David Mitchell nos han dicho todo lo contrario. El Dr. Marinus es un personaje seminal de Relojes de hueso, el descendiente de Jacob de Zoet es parte de la banda de Utopia Avenue, y alguno de los indicios de una conexión mayor tienen lugar en el terrorífico monte de la montaña, donde parecemos rascar los cimientos conceptuales que rigen este Mitchellverse. Una vez más, queda evidente que la obra de Mitchell es como un mándala, y con cada nueva adicción, todo cobra un nuevo significado. Releer Mil otoños, da fe de ello.
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