El mar de la tranquilidad, de Emily St. John Mandel

El mar de la tranquilidad
Emily St. John Mandel (trad. de Aitana Vega)
Ático de los libros
Rústica / Digital | 240 páginas | 15,90€ / 7,59€



Hay libros que parecen destinados a ser tus favoritos antes de leerlos. No es la portada, no es la sinopsis, es quizás un palpito. Una sensación. El caso de El mar de la tranquilidad, de Emily St. John Mandel, entra directo como un obús en esta peculiar categoría. Con algunas referencias estructurales como El atlas de las nubes entremezcladas con literatura de viajes en el tiempo, la historia de Mandel tenía todos los ingredientes para ser, lo que se dice coloquialmente, mi mierda. Y bueno, basta ver las estrellitas esas que no sirven para mucho: así ha sido. Tres periodos de tiempo distintos, incluido un futuro S.XXV, construyen una ingeniosa, breve y absorbente novela a través del tiempo y el espacio para analizar temas de naturaleza humana tales como la propia realidad, el paso del tiempo, la perdida y el dolor. El mar de la tranquilidad es una elegante y sofisticada demostración de que a veces la concisión es un arma emocional letal.

Saltando en el tiempo
Una de las particularidades de El mar de la tranquilidad es su estructura. Al igual que Si una noche de invierno un viajero, de Italo Calvino y El atlas de las nubes de David Mitchell (influenciada por la anterior), la primera parte de El mar de la tranquilidad se narra como principios de historias que nos dejan a medias. La novela comienza en 1912, cuando cuando un joven inmigrante británico, Edwin St John St Andrew, se embarca en una nueva vida en Canadá. Un día, mientras Edwin deambula por los bosques del oeste de Canadá, experimenta una experiencia paranormal cuyo significado no puede comenzar ni a comprender. Saltamos a Mirella, alrededor del año 2020, y nos sumergimos en un concierto en Nueva York, donde un compositor está reproduciendo un viejo video que parece mostrar una versión de lo que Edwin encontró en el bosque. Ahora que empezamos a atisbar el misterio, todo el engranaje comienza a funcionar.

Nos vamos hasta dos historias entrelazadas posteriores. Una de ellas se desarrolla en el siglo XXIII, donde una escritora llamada Olive Llewellyn, que nació y se crio en una colonia lunar, visita la Tierra en una gira de presentación para sus exitosos libros y vive un extraño suceso en el puerto espacial que relata en su última novela. El otro hilo de la trama tiene lugar 200 años después, cuando un investigador que lleva el nombre de un personaje de una de las novelas de Olive Llewellyn comienza a reconstruir las conexiones entre todas estas vidas que hemos leído. Esta segunda parte de El mar de la tranquilidad subvierte ingeniosamente su estructura inicial, con Gaspery-Jacques como protagonista y único conductor de la historia. Reclutado por el Instituto del Tiempo, una institución sombría y secreta que se dedica a viajar en el tiempo, nos lleva de vuelta a visitar a los personajes iniciales para averiguar qué les pasó, qué pudo haber pasado y donde esta la unión entre todos.


Fragmento de la portada original

Ciencia ficción y misterio
Si hay que poner dos ingredientes principales en la mezcla de El mar de la tranquilidad son los de ciencia ficción de saltos en el tiempo y la del misterioso suceso que busca unir todas las historias. Sin embargo, la peculiaridad del viaje en el tiempo de Emily St. John Mandel es bastante diferente a la habitual. Hay una intención más amplia y general detrás del viaje en el tiempo desde el futuro que ella describe, pero no es una que involucre salvar la tierra o alguna gran implicación grandilocuente y épica como esa. En cambio, es el egoísmo humano lo que impulsa este viaje temporal, lo que hace que el viaje produzca menos ansiedad y sea más misterioso que cualquier otra cosa. De hecho, los viajes en el tiempo de la novela y toda su parte de ciencia ficción no dejan de ser presunciones ligeras, destinadas a ser herramientas que no quiten el protagonismo a los dramas humanos que son motor del libro.

En lugar de rellenar paginas y paginas con avances tecnológicos, o de dar vagas explicaciones a los viajes en el tiempo e inventar artilugios del futuro, Mandel se concentra en las implicaciones psicológicas de todo su universo futurista. Quizá gran parte de culpa la tenga el momento de la escritura, dado que una pandemia nos acechaba tanto a nosotros como a la autora y como a alguno de los personajes de la novela. Las paradojas de la aventura temporal resultaran familiares para cualquiera que sea fan del tropo de los viajes en el tiempo, tanto literarios como cinéfilos, pero quizá nunca haya tenido un acercamiento tan emocional sobre la soledad, el dolor y la búsqueda de un propósito como el que a construido Mandel aquí. Todas las historias soltadas al aire durante la primera mitad del libro cobran fuerza durante una segunda mitad, ambientada en el año 2401, cerrando cada pieza del rompecabezas en un suspenso lento y ambicioso, intimo y elegante, del que es difícil despegarse. Estilísticamente no se distancia tanto de su obra más conocida, Estación Once. Ambas discurren de forma tranquila y lenta, pero explotan en un filosófico final donde exploran lo que significa ser humano.

Portada edición paperback en ingles y portada de la edición en catalán

De libros y pandemias
Ya metidos a fondo en El mar de la tranquilidad, quizá haya una de las secciones que para el lector sean más profundas, emocionales y cercanas. Sería la tercera sección, situada en 2203, donde la novelista Olive Llewellyn, nativa de una colonia lunar, está lejos de su esposo e hija en una gira internacional de libros durante una semana. Esta acudiendo a numerosos eventos mediáticos y conferencias, promocionando su exitosa novela Marienbad, que versa sobre una pandemia imaginaria. Sin embargo, una real también esta acechando su época, como la de Mandel cuando escribía la novela. Una especie de autoficción para la propia Mandel donde parece intentar extirpar sus demonios y describe la maratoniana gira de libros soportada por su protagonista, tras su éxito global por una novela sobre una pandemia, como ella con Estación Once. Es una sección conmovedora, que nos recuerda a esos meses de incertidumbre que todos hemos vivido, pero que a la vez, reflexionan sobre las crisis cíclicas de nuestro mundo. El mar de la tranquilidad nos recuerda que el estado de reposo de la humanidad es la crisis. El mundo de alguien siempre se esta acabando.

El juego de Mandel
Los tres libros más recientes de Mandel, Estación Once (Kailas, 2015), El hotel de cristal (Áticos de los libros, 2020) y El mar de la tranquilidad (Ático de los libros, 2022), están conectados. Si es un lector al que le encanta encontrar interconexiones y huevos de Pascua literarios, es posible que desee leer al menos estos tres en orden de publicación, pero se disfrutan tanto como las novelas independientes. Lo mismo que hablo del Mitchellverse cientos de veces, pero probablemente a un nivel de recurrencia mucho menor, las novelas de Mandel comparten personajes (Vincent Alkaitis) y localizaciones (Caiette) en un juego divertido y autorreferencial que puede atraer a más de uno. Y por si no son motivos suficientes, El hotel de cristal y El mar de la tranquilidad también serán adaptadas para televisión, al igual que Estación Once en 2021.

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Comentarios

  1. Este no lo tenía en el punto de mira, pero le echaré un ojo :-)
    Un beso, Mangrii, y disfruta del verano.

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    Respuestas
    1. Difícil va a ser que este libro no sea uno de mi top 3 de este año. Espero que te guste e igualmente :)

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