La caída de Foulsham, de Edward Carey

La caída de Foulsham
Edward Carey (trad. de Lucía Barahona)
Blackie Books
Tapa dura | 328 páginas | 23,90€



Los Iremonger son una familia peculiar. Durante generaciones los Iremonger han permanecido en Heap House, su laberíntica mansión, donde las jerarquías y los matrimonios vienen impuestos. Rodean la mansión los cúmulos: montones de basura proveniente de todo Londres que se extienden hasta donde alcanza la vista. Todo esto lo conocimos de primera mano en Los secretos de Heap House, la primera entrega de la trilogía de Edward Carey que nació de la morriña por su Inglaterra natal. En ella nos presentaba la gran mansión y a la familia Iremonger, así como la llegada de una sirvienta (Lucy Pennant) que ponía todo patas arriba. En la segunda entrega, titulada La caída de Foulsham, la trilogía da un paso hacia fuera de sus cuatro paredes y nos presenta un capítulo puente (y necesario) hacia su verdadero final que veremos en Lungdon.

Recordando a Clod Iremonger y Lucy Pennant
Clod, nuestro héroe particular, puede escuchar a los objetos hablar. Le dicen sus nombres, resuenan como ecos en su cabeza. En Heap House cada persona recibe un objeto de nacimiento que debe llevar siempre consigo. Los objetos varían y pueden ser casi cualquier cosa. Para Clod, su objeto, es un tapón. Cuenta el propio Edward que la inspiración para esta relación con los objetos fue en un viaje a China con otros autores, visitando un museo inacabado, donde habían reunido muchos objetos en una sola sala, y parecían comunicarse entre sí […] parecían tener muchísima vida, como si quisieran deambular y meterse entre sí. Y es que al igual que Laura Fernández en sus cuentos y novelas, los objetos tienen una personalidad propia y una voz narrativa que importa en la historia. Edward invita a que los lectores observen los objetos que los rodean mientras leen y se pregunten si tienen algún tipo de sentimiento consciente. Y si tenemos un héroe, también está la heroína, nuestra querida Lucy Pennant, criada en la pobre Foulsham, y llevada como sirvienta a la mansión de los Iremonger por qué creen que es (erróneamente) de su familia. Lucy no sigue las reglas y hace volar por los aires todos los cimientos de la familia, siendo una especie de fuerza moral. Su alianza con Clod es la fuerza demoledora de la novela, y en La caída de Foulsham, esta se ve estrechamente reforzada.

Retrato de Clod Iremonger y Lucy Pennant

Foulsham está a punto de reventar
Foulsham, el gran depósito de basura de Londres, está a punto de reventar. Los muros que retienen la mugre se están derrumbando, la basura se desborda, de vuelta a la ciudad de la que proviene. En las oficinas de la familia Iremonger, el abuelo Umbitt Iremonger reflexiona: en su miseria y furia contra los londinenses, ha encontrado la manera de que los objetos cotidianos adquieren forma humana, y a las personas reales, en objetos. Abandonada en las profundidades de los cúmulos, Lucy Pennant ha sido rescatada por una criatura aterradora, Binadit Iremonger, más animal que humana. Está desesperada y decidida a encontrar a Clod, al que ha perdido al final de Los secretos de Heap House. Pero, sin que ella lo sepa, Clod se ha convertido en un soberano de oro y también está perdido. Pasa de mano en mano por todo Foulsham, y sin embargo, por todas partes la gente lo busca, desesperada por atrapar a este peligroso Iremonger, quien, se cree, se dice, se comenta, tiene el poder de derrocar al poderoso Umbitt.

De la aristocracia al pueblo pobre
Si Heap House y sus residentes eran el misterio principal en el primer libro, Foulsham y sus ciudadanos ocupan aquí un lugar central, tratando de llegar a fin de mes y resistiendo en la medida de lo posible la enfermedad que literalmente convierte a las personas en objetos. Así La caída de Foulsham amplía el universo de los Iremonger y nos presenta como funcionan los cúmulos, montañas de basura londinense clasificadas por los pobres e indigentes del barrio de Forlichingham —llamado Filching— y últimamente llamado Foulsham. Foulsham es un distrito amurallado, separado de Heap House por un lado y de Londres por el otro. La pobreza es extrema, tanto que algunas familias deben empeñar a sus hijos a los Iremonger por grandes sumas de dinero para que trabajen en la fábrica, aunque nadie sabe con exactitud lo que se hace allí ni lo que ocurre con sus hijos. Edward saca aquí a relucir cuestiones de pobreza y de clase extrapoladas de realidades históricas, que mezclan a la perfección con lo sobrenatural y añaden una capa más, si es posible, en la historia.
Dibujo al completo de Foulsham
Ampliando el alcance
Lo extraño y lo humano de Dickens conviven en la obra de Edward Carey, así como un metacomentario de la dureza de la vida durante la Revolución Industrial. La fuerza laboral vista como algo insignificante, como algo de usar y tirar. El ritmo de La caída de Foulsham es mucho más rápido que el de su predecesor, con mucha más acción, dado que no necesita de la construcción más lenta y orgánica de su primera entrega. Tras unas primeras voces narrativas nuevas, el libro vuelve a dividirse entre los dos protagonistas (Clod y Lucy) reconocibles para hacer un relato en paralelo con el característico y colorido estilo de Edward Carey. Lo que comenzó como una revolución en una casa, en este segundo capítulo se ha expandido hacia un distrito, y para su tercera parte, (parece) llegará a una ciudad. Foulsham amplía el alcance tanto de la historia como de la acción a la vez que extiende el círculo de las implicaciones de su concepto inicial.

Los daguerrotipos de Carey
Tanto en La caída de Foulsham como en Los secretos de Heap House (o en Little), las ilustraciones a tinta de Edward Carey ayudan a establecer el tono, presentar a los personajes y evocar la atmósfera del libro. Sus ilustraciones, realizadas al estilo de los daguerrotipos, son sombrías, peculiares, extravagantes, victorianas y, en definitiva, brillantes. Como una mezcla de personajes que parecen sacados de una película de Tim Burton con la excéntrica personalidad de los de Wes Anderson. Cuenta, el propio Edward Carey, que quién inspiró más su arte son algunos artistas a los que recurre, principalmente a escritores-artistas, personas que escriben e ilustran a la vez: Alisdair Gray, el artista escocés; Tove Jansson; William Blake; Bruno Schultz. Si quereís ver más, en su página web tenéis una serie de ilustraciones alucinantes.

Ilustración de la cubierta original
Tengo preguntas, señoría
La caída de Foulsham es el típico paso intermedio hacia la conclusión de una trilogía. Más rápida, con mucha acción, pero dejando más preguntas que respuesta a resolver en su tercera y última entrega, que llevará por título Lungdon. Es curioso lo que cuenta el propio Edward Carey, que dice que escribió los libros al revés para empezar, y no sabía lo que estaba haciendo, y eso estaba bien, pero no podía ver la forma, y ​​quería hacer algo lo más ambicioso posible. El hilo conductor recurrente sigue siendo el mismo (e imagino que se mantendrá), la cuestión de identidad y la lucha por lo justo, con unos villanos que en primera instancia parecen bastante obvios pero que, potencialmente gracias a este libro, podrían no serlo tanto como esperamos. Tanto los Iremonger como los habitantes de Foulsham han sido prácticamente amurallados, separados a la fuerza de Londres, y desconocemos, por lo que parece, parte de su historia. Tengo preguntas, señoría, pero deberán esperar al próximo y último libro.

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Comentarios

  1. mira que no le tenia ninguna fe a este libro

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    Respuestas
    1. Oh, son super divertidos. Algo oscurillos, melancólicos, muy burtonianos (si es que algo así existe).

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    2. Venga le doy oportunidad , ya te contare

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