Pobres criaturas, de Alasdair Gray

Pobres criaturas
Alasdair Gray (trad. de Francisco Segovia)
Libros Walden
Rústica con solapas | 344 páginas | 17€



Uno de los hechos que más repite en el S. XXI, al menos en el mundo de Hollywood, es la adaptación de novelas y obras literarias a la gran pantalla. Un hecho que afecta particular y directamente sobre el mundillo de los libros, que (a veces) cobran una nueva vida, ya sea con horrorosas cubiertas con el póster de la película o serie de televisión correspondiente, o simplemente volviendo a estar disponibles para el público. Este segundo caso es el que tenemos entre manos con Pobres criaturas, la peculiar novela de Alasdair Gray que llevaba unos años inencontrable en España y cuya adaptación al cine dirigida por Yorgos Lanthimos (ganadora del León de Oro en el Festival de Venecia) nos la parece haber devuelto a las librerías. Pero lejos de aprovecharse de ello, desde Libros Walden optaron por mantener su diseño original, realizado íntegramente por el propio Gray, ya que era artista y diseñador además de escritor y concebía cada elemento como parte de un todo. Porque ese todo en Pobres criaturas es importante, en un alarde de posmodernismo — como si fuera un heredero de Nabokov y su Pálido Fuego— donde tenemos dos novelas diametralmente opuestas, según cuál de las dos interpretaciones contradictorias elija aceptar el lector, y donde el propio Gray, afirma ser nada más que el editor de estas memorias.

Una novela, una carta y unas notas
Cuando uno abre las primeras páginas de Pobres criaturas se da cuenta de que no está ante una novela normal y corriente. Primero, porque una introducción nos cuenta lo que vamos a encontrar en este volumen: una novela, llamada Episodios de la juventud de un Oficial médico escocés, escritos por el Dr. Archibald McCandless, donde nos relatan la historia de la increíble Bella Baxter, una mujer de 25 años que fue creada a partir de restos humanos por un genio de la cirugía en Glasgow en 1881. Un libro que fue fue descartado en una acera de Glasgow por una firma legal a principios de los años 80, pero recuperado por el historiador local Michael Donnelly, permaneciendo sin leer hasta principios de la década de 1990 cuando se lo deja a su amigo y escritor Alasdair Gray. A toda esta obra de no ficción escrita por el médico le sigue una carta de su esposa Victoria McCandless, dirigida a su nieto o descendiente después de agosto de 1974, que da un brochazo de realidad a la ficción de su marido y comenta negativamente las memorias de McCandless, contando lo que ella llama su verdadera historia. Y por si fuera pequeño el juego, entra sobre el terreno al final el propio Gray, recopilando datos y notas encontrados y contando el final de la historia oficial de Victoria. Todo un juego de narradores no confiables que solo un genio podría llevar a cabo con éxito.

Ilustración interior

De narradores no confiables y otras cosas
¿Es cierta la versión de McCandless? ¿y la de Victoria? Probablemente, nunca lo sabremos. Sin embargo, disfrutar de cada una de las dos piezas de ficción, tan extremadamente diferentes entre si, es un lujo que no tenemos muchas veces como lectores. Mientras las memorias de McCandless toman la forma de una pieza de ciencia ficción ingeniosamente ambientada en la época victoriana, con ecos de Poe, Shelley, Stevenson y Stoker; la carta de Victoria, el testimonio de la propia Bella, es una especie de epílogo, escrito desde su alter ego, que funciona más como una declaración rápida de una vida, reemplazando las memorias de su marido con su propia historia. Tanto una versión como la otra están abiertas a interpretaciones, todas ellas causadas mayormente por el breve párrafo final de las Notas con las que el propio Alasdair Gray cierra Pobres criaturas:

La Dra. Victoria McCandless fue encontrada muerta después de sufrir una hemorragia cerebral el 3 de diciembre de 1946. Calculando a partir del nacimiento de su cerebro el 18 de febrero de 1880 en la Sociedad Humanitaria situada en el Glasgow Green, tenía exactamente sesenta y seis años, cuarenta semanas y cuatro días. Calculando desde el nacimiento de su cuerpo en un tugurio de Manchester en 1854, tenía noventa y dos años.

Ambas interpretaciones coexisten dentro del mismo texto, pero este párrafo nos deja a nosotros como lectores escoger entre las dos alternativas. Entonces, querido lector, la novela puede tratar sobre una mujer rehecha por un médico de increíble talento, o sobre una mujer rescatada por un médico de considerable talento. Esta subversión es un juego más de Gray dentro de la novela, convirtiéndose en un ejemplo extremo del narrador poco confiable y donde la estructura de la novela hace que ambas caras de la historia se vean simplemente enfrentadas. Es posible que ambas narrativas puedan ser confiables (o no), sin embargo, sigue existiendo la posibilidad de que cualquiera de los narradores esté tomando como un hecho algo para lo cual no hay evidencia alguna.

Fotograma de la película

Multiplicidad narrativa
Dentro de todo el juego planteado por Gray, hay que tener en cuenta que dentro del ecosistema de Pobres criaturas conviven —por si fuera poco— diferentes tipos de textos. Un alarde de multiplicidad narrativa absoluto, creando la sensación de leer un pastiche desenfrenado y juguetón de melodrama, farsa y humor. Por un lado, las memorias impresas, que combinan grabados de William Strang y crean un tejido de realidad y ficción al intercalar correspondencia, interludios y páginas de diario de la propia Bella en la narración de las memorias de Archie. Después, la refutación de la esposa del Dr. McCandless, escrita en 1914 por nuestra Bella, que pone en duda la versión de los hechos y contradice sus afirmaciones. Y luego, tenemos esa especie de estudio crítico, que sobre todo completa la historia de Victoria como una de las primeras mujeres médicas, una Fabiana, sufragista y pionera abortista, defensora de la planificación familiar y socialista hasta su muerte en 1946.

Y si teníamos unas memorias que son como una versión moderna de Frankenstein y esa carta directa y sin pelos en la lengua de Victoria que contradice toda la ficción, es en las Notas históricas y críticas de Gray donde el autor se desmarca con un texto jocoso y pedante, que repasa la cultura británica y la pone de vuelta y media cada dos líneas con un humor de los que hay que mirar con lupa. Un repaso de la política reciente británica, con una heroína emprendedora que sugiere todavía un largo camino por recorrer y funciona como fuente de inspiración. Sin embargo, es esta erudición textual, este gusto por el detalle (los estilos, las fuentes...) el que acaba dotando todo Pobres criaturas de una falsa sensación de autenticidad que te hipnotiza por completo, te embelesa con su juego de narradores, embriaga por completo con su espíritu satírico y te termina de cautivar con sus trucos visuales dignos de un buen titiritero. Una novela que, gracias Hollywood, y sobre todo Libros Walden, por fin podemos volver a tener en nuestras librerías. Y eso, eso una GRAN noticia.

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