Michael McDowell (trad. de Carles Andreu)
Blackie Books
Bolsillo | 280 páginas | 9,90€
Hace tan solo unos días veía un post en Instagram de Patry (@book_ishtrish) donde hablaba del terror gótico sureño, este subgénero del terror específico de la literatura estadounidense que usa lo macabro y lo sobrenatural, lo grotesco y lo irónico para examinar los valores del Sur en Estados Unidos. Y uno de sus máximos exponentes es por supuesto Michael McDowell, el autor de esta saga Blackwater que Blackie Books nos está trayendo a las librerías de manera quincenal. Un drama familiar de poder en toda regla con algunos elementos fantásticos que comenzaron con La riada, cuando la llegada al pueblo de una misteriosa mujer funciona como catalizador de un cambio de riendas. El dique, su segunda entrega, es un paso hacia adelante más centrado en la dinámica entre la gente del pueblo, o más en particular, de las relaciones internas dentro de la familia Caskey. Una segunda parte que funciona como puente para todo lo que (parece) está por venir.
Ilustración de Marcela Bolívar
La batalla por la supremacía
Nadie duda ya desde el principio de la serie Blackwater que todo gira en torno a la familia, sus estrategias de dominación y el mantenimiento del poder a lo largo de las décadas y generaciones. Por eso, El dique es el segundo movimiento de fichas, donde la batalla por la supremacía entra en juego y toman posiciones estratégicas. La ciudad acaba de recuperarse del desastre, y como dice el título de este volumen, la ciudad también decide comenzar a construir tres enormes diques para evitar que futuros desastres naturales causen tantos estragos. Sin embargo, por alguna razón que todavía desconocemos, la misteriosa Elinor Dammert que llegó con la riada al pueblo, no está del todo de acuerdo con el plan que su marido y su hermano lideran para salvaguardar el negocio familiar. Un telón de fondo perfecto para que las luchas de poder empiecen a tomar forma en los porches de las casas de Perdido.
Drama familiar con una pizca de suspense
A pesar de que Blackwater esta etiquetado como horror, tenemos que recordar (por segunda vez) que McDowell se adscribe mucho más al terror gótico sureño, donde el elemento sobrenatural esta presente pero en una menor medida, casi como una palanca de intriga que funciona en segundo plano. El dique es el ejemplo perfecto de ello, por que aunque hay momentos sobrecogedores e inesperados, incluso truculentos, gran parte de la novela es un drama familiar digno de Succesion o los Targaryen en La casa del dragón, pero ubicado en el Sur de Estados Unidos. Las estrategias y batallas por el control de la familia se forjan a fuego lento, casi entre bambalinas, y priman sobre el resto de la acción. Sin embargo, si eres de los que buscan muertes espantosas y sucesos sobrenaturales, en El dique también hay algunas cosas para ti, aunque previamente no lo parezca. Pero para decir más… entramos en el terreno del temido spoiler.
Nadie duda ya desde el principio de la serie Blackwater que todo gira en torno a la familia, sus estrategias de dominación y el mantenimiento del poder a lo largo de las décadas y generaciones. Por eso, El dique es el segundo movimiento de fichas, donde la batalla por la supremacía entra en juego y toman posiciones estratégicas. La ciudad acaba de recuperarse del desastre, y como dice el título de este volumen, la ciudad también decide comenzar a construir tres enormes diques para evitar que futuros desastres naturales causen tantos estragos. Sin embargo, por alguna razón que todavía desconocemos, la misteriosa Elinor Dammert que llegó con la riada al pueblo, no está del todo de acuerdo con el plan que su marido y su hermano lideran para salvaguardar el negocio familiar. Un telón de fondo perfecto para que las luchas de poder empiecen a tomar forma en los porches de las casas de Perdido.
Drama familiar con una pizca de suspense
A pesar de que Blackwater esta etiquetado como horror, tenemos que recordar (por segunda vez) que McDowell se adscribe mucho más al terror gótico sureño, donde el elemento sobrenatural esta presente pero en una menor medida, casi como una palanca de intriga que funciona en segundo plano. El dique es el ejemplo perfecto de ello, por que aunque hay momentos sobrecogedores e inesperados, incluso truculentos, gran parte de la novela es un drama familiar digno de Succesion o los Targaryen en La casa del dragón, pero ubicado en el Sur de Estados Unidos. Las estrategias y batallas por el control de la familia se forjan a fuego lento, casi entre bambalinas, y priman sobre el resto de la acción. Sin embargo, si eres de los que buscan muertes espantosas y sucesos sobrenaturales, en El dique también hay algunas cosas para ti, aunque previamente no lo parezca. Pero para decir más… entramos en el terreno del temido spoiler.
Fragmento de la cubierta original
Nuevas fichas en el tablero
Quizá lo más reseñable de El dique —de nuevo sin hacer spoilers— es como nuevos elementos agitadores entran en el tablero de juego en Perdido, así como algunos de los personajes secundarios en La riada muestran aquí sus (verdaderas) caras. El dique está mucho más centrado en sus personajes y en construir personalidades con las que involucrarnos (aún más) en el drama familiar. Con su estilo elocuente y casi cinematográfico en la intriga, McDowell es un experto en medir los tiempos y llevarnos, con su característica inquietud, hasta dónde necesita para mantenernos en vilo. Es esa prosa paciente, deliciosa y evocadora que nos reúne bajo la fogata de Perdido y nos relata un clima familiar tenso, siempre a punto de estallar, y con planes maestros de conquista escondidos bajo la aparente sensibilidad de cada personaje.
Por segunda vez, McDowell consigue transportarnos a ese Sur, concretamente Alabama, por donde vemos comenzar a pasar los años. Su estilo cínico también da parte de la política clasista de la zona, capturando las tradiciones del lugar y evocando un escenario que se siente por momentos tangible. Diría que muchos de los que leemos El dique sentimos como Perdido esta empezando, en cierta forma, a cambiar ante nuestros ojos como ante los de sus habitantes. El misterio central continua, y se vuelve más profundo a velocidad pausada. Absortos como estamos en los personajes, y sobre todo en el misterio que sigue rodeando el personaje de Elinor, no queda más remedio que apretarnos los machos y esperar —con toda la paciencia posible— para ver como continua este culebrón de poder familiar con La casa. Mucho ojo, por que dicen que a partir de esta tercera entrega todo marcha cuesta abajo y sin frenos. Hay ganas.
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