Gueorgui Gospodínov (trad. de César Sánchez y María Vútova)
Fulgencio Pimentel
Tapa dura | 408 páginas | 25€
Ya dice el refrán aquello de que cualquier tiempo pasado fue mejor. O al menos, eso es lo que creemos. Vivimos en una realidad tan angustiada por todo, tan depredadora de nuestro tiempo, que lo que buscamos —en muchas ocasiones— es volver a ese momento donde fuimos felices. Un refugio del tiempo para escapar del caos del presente, que suele recurrir a la nostalgia conocida del pasado en vez de un futuro que permanece (casi siempre) velado por la incertidumbre. Sin embargo, el pasado es una espada de doble filo. Sin presente no hay pasado, y sin pasado no hay futuro. El tiempo, después de todo, es efímero, y como afirma Gospodinov en Las tempestálidas, la novela que hoy nos ocupa aquí, no existe más máquina del tiempo que el ser humano. Ganadora del Premio Europeo Strega, y primera novela en idioma búlgaro en ser nominada y ganar el Premio Internacional Booker, Las tempestálidas es una compleja distopía con el tiempo, la memoria y la nostalgia como foco que habla sobre el pasado como nuestro presente más actual.
El refugio del tiempo
Gaustine, un flaneur del S. XXI, funda una clínica en Zurich dedicada a tratar pacientes que estaban perdiendo la memoria y viven en un mar de recuerdos. Su clínica, modelada con habitaciones enteras que recrean un año y una década específica de la Europa del siglo XX, son cuidados escenarios donde cada detalle importa. Las habitaciones son personalizadas a las necesidades del paciente, para transportarlos a su pasado y permitirles volver a visitar sus recuerdos. Aquí entra en juego G.G., asistente de Gaustine, quién recolecta los artefactos del pasado viajando por Europa en esta infinita búsqueda. Cuando el concepto del cronorrefugio comienza a tomar cierta fama y parece funcionar, una clínica se convirtió en dos, luego en tres y cada vez la demanda crecía.
En cierto momento, los pacientes comenzaron a traer a sus familias sanas consigo. Buscaban refugio en el pasado de las realidades del presente, actualmente difíciles de soportar. Gaustine toma la delantera, y comienza a conceptualizar pueblos y ciudades enteras que representan épocas en particular. Un ola de nostalgia —y de pasado— recorre Europa, comenzando la idea de un referéndum para que toda Europa se adapte a este cronorrefugio. Ahora lo difícil es decidir en qué época vivir. Las tempestálidas es la crónica, narrada por el propio G. G., de todos estos hechos, que comienzan como algo parecido a la terapia de reminiscencia llevada hasta sus máximas posibilidades, y terminan con una vuelta al pasado que tendrá consecuencias a nivel global y colectivo.
Cubierta de la edición UK
Metanarrativa en alza
Narrando Las tempestálidas nos encontramos a un personaje anónimo que a medida que avanza la historia —y de ciertas pistas— deja entrever que es un avatar del propio Gospodinov. La mirada del narrador sigue la historia de un hombre llamado Gaustine, un hombre descrito como un amigo invisible, más real y visible que yo mismo, una frase que cobra gran relevancia en los compases finales. Entre recuerdos fracturados, transiciones permanentes, flashbacks de la juventud y meditaciones sobre la vida y el tiempo, Las tempestálidas se va desgranando como una crónica del tiempo mismo, deslizándose entre décadas, países e idiomas, coleccionando historias que pueblan su mundo personal y ficticio. Un juego inteligente, cálido, hábil y sincero donde muestra una historia que no se trataba simplemente de revivir el pasado, sino de estar en el pasado.
Narrando Las tempestálidas nos encontramos a un personaje anónimo que a medida que avanza la historia —y de ciertas pistas— deja entrever que es un avatar del propio Gospodinov. La mirada del narrador sigue la historia de un hombre llamado Gaustine, un hombre descrito como un amigo invisible, más real y visible que yo mismo, una frase que cobra gran relevancia en los compases finales. Entre recuerdos fracturados, transiciones permanentes, flashbacks de la juventud y meditaciones sobre la vida y el tiempo, Las tempestálidas se va desgranando como una crónica del tiempo mismo, deslizándose entre décadas, países e idiomas, coleccionando historias que pueblan su mundo personal y ficticio. Un juego inteligente, cálido, hábil y sincero donde muestra una historia que no se trataba simplemente de revivir el pasado, sino de estar en el pasado.
Sondeando la Europa del siglo XX
Los cronorrefugios creados por Gaustin funcionan en la novela como algo más que una clínica o un alivio a sus pacientes. Esta característica de revivir el pasado es aprovechada por Gospodínov para sondear la Europa del siglo XX a través de los recuerdos desvanecidos de los pacientes. Las historias, transmitidas por su asistente G. G., nos relatan importantes acontecimientos históricos como el Holocausto, la llegada de Lenin al poder, el referéndum por el Brexit o el activismo estudiantil de los sesenta. A medida que la nostalgia va contagiando lo narrado, vemos los cimientos sobre los que ha crecido la Historia, con mayúscula, invitándonos a reflexionar sobre la propia naturaleza del tiempo. Y es que, más allá de los golosos detalles sobre la cultura popular (los Beatles, por ejemplo), la visión de Gospodínov sobre volver al pasado, sobre la propia nostalgia, es un sentimiento triste. La novela empuja a los lectores a contemplar cómo debemos abordar el pasado en relación con los recuerdos tanto individuales como colectivos, en un momento, el actual, en que parecemos tener una alta apelación por el pasado.
¿Quién hubiera pensado que viajar al pasado podría ser tan complicado como vivir el presente o imaginar el futuro? Gospodínov, con una serie de comentarios mordaces, velados y más que oportunos, desgrana en la segunda parte de la novela a toda la Unión Europea a través de un referéndum en el que cada país elegirá que década de su pasado constituirá su futuro. Y constata además, que aunque volvamos al pasado, lo más probable es que no vivamos una edad de oro como muchos creen recordar. La huida hacia el pasado no deshará los conflictos del presente, por mucho que lemas como Make America Great Again de Trump y las políticas de VOX hayan triunfado en cierta medida. La tempestálidas es, como dice mi amigo Borja Bilbao, un clásico inmediato del género distópico repleto de premoniciones que revisita el pasado para hablar sobre nuestro presente inmediato.
Portada de la edición USA
Una novela de ideas que dejan poso
En este espacio donde metaficción y ficción especulativa se juntan, Las tempestálidas se convierte por derecho propio en una novela de ideas. A falta de una trama sólida, el resultado de la narrativa fragmentada es una radiografía exuberante de historias que abordan nuestro pasado colectivo e individual, haciendo plausible algo imposible y mostrando como, al final, todos somos cómplices de nuestro propio presente. Las tempestálidas es una novela que rompe con todo, habla sobre la memoria y la reinventa, habla del tiempo y lo transforma, recrea el pasado y lo expone. Y, al final, nos deja con ideas, con lo resbaladizo que es el tiempo y con la representación de como nuestros propios recuerdos nos traicionan. Tarde o temprano todas las utopías se convierten en novelas históricas.
En este espacio donde metaficción y ficción especulativa se juntan, Las tempestálidas se convierte por derecho propio en una novela de ideas. A falta de una trama sólida, el resultado de la narrativa fragmentada es una radiografía exuberante de historias que abordan nuestro pasado colectivo e individual, haciendo plausible algo imposible y mostrando como, al final, todos somos cómplices de nuestro propio presente. Las tempestálidas es una novela que rompe con todo, habla sobre la memoria y la reinventa, habla del tiempo y lo transforma, recrea el pasado y lo expone. Y, al final, nos deja con ideas, con lo resbaladizo que es el tiempo y con la representación de como nuestros propios recuerdos nos traicionan. Tarde o temprano todas las utopías se convierten en novelas históricas.
Otras reseñas de interés:
Si no es por tu reseña, no sé si la habría añadido a la lista, pero tras leerte no lo dudo.
ResponderEliminarUn beso.
Es que es un libro que esta totalmente fuera del radar de los que leemos más genero. Tampoco es una editorial habitual... En fin, para mi fue un descubrimiento de ser librero y colocar, si no, ni me habría fijado. Espero que te guste :)
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