Anthony Doerr compone a través de 600 y pico páginas toda una odisea de varios personajes en diferentes épocas y lugares que poco a poco van enredándose en torno a un extraño códice griego antiguo: La ciudad de los cucos y las nubes, de Antonio Diógenes. Cada capítulo de Ciudad de las nubes nos lleva de un lugar a otro, por pasado, presente y futuro, pero siempre entrelazados por la historia del pastor Etón y su búsqueda de la ciudad en el cielo. Veinticuatro secciones, que como las del alfabeto griego, de Alfa a Omega, nos llevan de principio a fin tejiendo una narrativa tan serpenteante como hipnótica para el lector.
Seis personajes muy diferentes entre sí, pero que todos tienen la necesidad de entender ese mundo que los rodea. En Constantinopla, durante el asedio de la ciudad en 1453, conoceremos la dificultosa alfabetización de Anna y las supersticiones que caen sobre un joven de labio leporino llamado Omeir. En 2020, en una biblioteca de Idaho, el anciano Zeno esta preparando una obra de teatro en la biblioteca con un grupo de niños mientras Seymour, un joven neurodivergente, planea un atentado para convertirse en un verdadero guerrero ecológico. Por último, viajando a bordo de la nave intergeneracional Argos tenemos a Konstance, uno de los últimos reductos humanos que intenta alcanzar una nueva colonia.
Connecting people
Ciudad de las nubes tiene la capacidad de conectar cientos de años en relación con un solo libro. Son media docena de personajes, con sus ricas vivencias e historias personales contadas de forma no lineal, pero que confluyen en relación con un solo libro. Es gratificante ir presenciando como el códice perdido fue teniendo impacto en cada uno, como consiguió sobrevivir al paso del tiempo y que rocambolesca vuelta de campana dio para llegar hasta el futuro. También, el ir descubriendo cada localización, dejándose guiar por la construcción de escenarios que propone Doerr en cada pequeño episodio.
Aunque algunas de las historias son mucho más fuertes que otras, al final de la lectura podemos comprobar la importancia de cada una de ellas. Desde los eslabones puestos por Anna y Omeir para que el libro sobreviviera a la caída de Constantinopla, hasta la reproducción que puede leer Konstance en el futuro. Anthony Doerr, premio Pulitzer en de Ficción en 2015, se las ingenia para que queramos descubrir como la fábula de Etón ha sobrevivido tantos años. Una sensación de asombro y descubrimiento que permea desde cada experiencia personal hasta la del propio lector, ayudada por la brevedad de cada capítulo y el ansia de terminar la aventura de Etón.
La lectura como arma curativa
Una de las mayores bondades de Ciudad de las nubes es el amor que desprende por el arte de contar historias. Existen varios fragmentos del libro donde la lectura a otros ejerce de fuente de sanación y consuelo hacia los otros. Somos una especie que depende de las historias para dar sentido a nuestro propio mundo, para inspirar a los demás y para despertar la imaginación. La historia central, la historia del propio Etón, inspira a todos los personajes principales y los invita a soñar con ir un paso más allá de sus posibilidades.
Aunque su comparación con El atlas de las nubes resulta más que acertada, Ciudad de las nubes es una lectura mucho menos sutil en su conexión y con mayor sensación de flujo entre sus historias, con un tono mucho más esperanzador y una bondad innata que desprenden sus pequeñas historias. No faltan eventos un tanto oscuros y situaciones duras para cada una de las historias personales, pero la sensación general tras la lectura es de puro optimismo, de posibilidades y de canto bondadoso tanto a la vida, la lectura, y a los propios sueños.
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