La fascinación convertida en
obsesión. La inestabilidad emocional descendiendo por un túnel oscuro, donde la
locura se convierte en lo racional y la mente disfraza la realidad. La mente
humana es un complejo mecanismo de relojería que a día de hoy sigue siendo en
gran medida incognoscible, inabarcable e inexplicable en su totalidad. A veces los traumas
pueden más que nuestras propias fuerzas, son como lápidas sobre nuestras
cabezas que tornan las horas del día oscuras y frías. Otras, pueden reventar en
forma de peculiares obsesiones, tan complejas que nadie puede comprender. Por
ejemplo, la de Andi, que siente una curiosidad malsana descubrir que sabor
tiene la sangre y la carroña.
Es este descenso obsesivo el que
nos cuenta Ser devorado, de Sara Tantlinger, con la potencia visual de Hannibal,
la lectura metafórica de Crudo y la suficiente cantidad de vísceras para
remover cualquier estómago. Nuestra Andi mostrará, a través de un poderoso
dialogo interno que convence hasta el más incauto de los lectores, su anhelo de
convertirse en uno más de los buitres que sobrevuelan el exterior de su casa.
Una fascinación que se torna en obsesión cuando ni siquiera su novia Luna es
capaz de aplacar esa oscuridad siempre presente en la vida de Andi.
En una mezcla perfecta de
lenguaje exquisito y horror inquietante, de vísceras asomando por la esquina de
la página, Sara muestra y razona junto al lector sobre el camino que ha tomado
Andi. Un camino, que lejos de lo perverso, muestra tan solo un ansia por
sobrevivir y liberarse. Un camino, que pese a intentar seguir todos los pasos
positivos para mantener a raya su salud mental, no funcionan. Un descenso a un
infierno personal que fluye de forma natural, tomando sentimientos de dolor,
perdida y rechazo como timón de una Andi que no sabe manejarlos. Sentimientos
que se retuercen y se transforman en un horror inolvidable.
Porque sí, Ser devorado
contiene varias escenas que no son aptas para todos los públicos. La melódica y
visceral prosa de Sara Tantlinger, con descripciones llenas de color y textura,
hacen que algunas de las perturbadoras escenas se sientan en la propia piel. Es
un lenguaje hermoso y a la vez inquietante, licuado y perfeccionado por los
orígenes como poeta de la escritora. Si, es probable que apartes la mirada en
un par de escenas. No, no te sientas mal, yo también lo he hecho. Sin embargo,
hay que seguir. O más bien, Andi te invita a seguir, por que es a través de su
cristal desde el que vemos la historia y podemos llegar a comprenderla.
Por supuesto, este cristal es borroso. Andi no es un narrador fiable. Tampoco nos engaña de forma consciente. Sara propone una primera persona cercana, identificable y con la que resulta inevitable conectar, pese a sus perversas inclinaciones. Su psique se va dibujando y desdibujando durante ese descenso grotesco a la obsesión cárnica en búsqueda y captura de su propia identidad. En la búsqueda de liberarse de ese pesado trauma del pasado, el cual no ha hecho más que intentar superar, pero con el que nadie la ha podido ayudar. Una rabia y un dolor que nublan el juicio y solo buscan encajar de una vez por todas. Quizá, los buitres tengan la respuesta.
Uy... no, yo y las vísceras en la medida justa. Ya sabes que soy más de escalofríos espectrales jejeje
ResponderEliminarAunque en breve voy a atreverme a leer «Hellraiser»... a lo mejor acaba aficionándome XD XD
Beso grande.
Oh, pues estaré atento, por que también tengo ese título en mi pila :)
EliminarPues depende de cómo sean las escenas "viscerales". Yo soy como Anabel, más de terror psicológico.
ResponderEliminarUn abrazo.
A mí también me suele impactar más, pero este pequeño libro sabe conjugar las dos partes a la perfección :)
Eliminar¡Hola!
ResponderEliminarPues aunque no soy mucho de estos libros, a veces me apetecen para desconectar de los que más suelo leer.
Un abrazo
Salir de la zona de confort siempre es interesante :)
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