Siete casas vacías, de Samanta Schweblin

Siete casas vacías
Samanta Schweblin
Páginas de Espuma
Rústica / Ebook | 128 páginas | 14€ / 5,99€



Hace unas semanas, tras leer las páginas de Por si las voces vuelven de Ángel Martin, no paraba de pensar donde estaba el límite de la cordura. También, iba un paso más allá: ¿Existirían, sin traspasar esa línea, muchas de las ficciones que adoramos? ¿Es la cordura una limitación a nuestra existencia y creatividad? Si doy con la respuesta, os aviso, no tengáis duda. Eso me llevo, aunque no pueda parecerlo, directo a Samanta Schweblin y sus Siete casas vacías. Siete potentes (y premiadas) historias sobre personas que están en el límite -o ya lo han cruzado- de lo que se considera normal. Siete historias repletas de personalidad, cotidianidad y una sensación de incomodidad perpetua.

Schweblin, como ya demuestra con Distancia de rescate o Kentukis, se mueve como pez en el agua por los caminos del costumbrismo quebradizo e inquietante. A través de sus personajes explora terrores cotidianos, contemplando una normalidad enrarecida y extraña que desata todas nuestras pulsiones y alertas. Como en Nada de todo esto, donde una hija nos cuenta como su madre y ella se dedican a mirar casas. Puede parecer algo corriente, pero la prosa afilada de Samanta te empuja a descubrir un realismo frágil a punto de estallar.

Todos los cuentos nos describen situaciones más o menos familiares, como Salir, donde una mujer simplemente hace lo que dice el título: salir de casa. Pero así, sin momentos impactantes ni giros inesperados, nos empieza a embargar una sensación de malestar y tristeza que perdura en el recuerdo. La magia la pone Schweblin, y el que detecto puede ser su punto fuerte, la brevedad y su uso del lenguaje formal, exprimiendo al máximo unos mínimos recursos que maneja a la perfección.

Es de esta forma un estilo engañosamente simple, ocultando un minucioso trabajo por aportar la palabra correcta y eliminar todo lo superfluo del relato. Mis padres y mis hijos, que es probablemente uno de los que más siniestras sensaciones transmiten desde el comienzo, no es más que una discusión entre una pareja en proceso de separación y la extraña desaparición de sus padres e hijos. Y ahí, en medio de la nada, el desnudo de dos ancianos se convierte en algo grotesco que te deja mal cuerpo.

En Siete casas vacías hay algunos relatos olvidables, la gran mayoría no tiene un remate concreto y son, simplemente, una instantánea tenebrosa de un momento concreto. Sin embargo, no me queda duda de que leer a Samanta Schweblin es leer algo diferente, de la más pura tradición latinoamericana actual, donde la conexión entre realidad y extrañeza esta más unida que nunca. Las historias están repletas de personajes relacionados, de alguna forma, con la locura y las casas. El hilo de conexión es débil y genuino entre todos ellos, pero no cabe duda de que esta ahí, agazapado tras la fachada.

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