Lo admito, el western nunca ha
sido un género que me llame especialmente la atención. Quizá, demasiadas
películas de indios y vaqueros tragadas en los domingos de mi más tierna
infancia, en esas apacibles tarde de invierno al lado de la cocina de leña junto
a mi abuelo. Sin embargo, el Lejano Oeste siempre tiene algo mágico. Ya sea los
peculiares parajes de Nevada, Idaho o Montana, las leyendas del Viejo Oeste y
los tesoros que yacen escondidos por todas sus llanuras, tienen un especial
atractivo como escenario. Toda esa magia la reúne Jon Bilbao en Basilisco,
una peculiar novela que no es una novela del todo ni un libro de
cuentos como pueda parecer al principio. Basilisco es un hibrido entre ambas
tradiciones, con una especie de directriz que amenaza con hipnotizarnos.
Basilisco comienza con una
de esas historias dentro de historias. El protagonista, un ingeniero
desengañado y convertido en escritor, ha sido invitado a pasar una velada en un
viejo rancho de California. Allí le cuentan la historia de John Dunbar, un
trampero veterano de la guerra de Secesión y pistolero ocasional. Un hombre
huraño que vivió la plena fiebre del oro en Virginia City, que acompaño una
curiosa expedición paleontológica y que en su huida de una banda de asesinos se
convirtió en una leyenda del Oeste. Con capítulos autoconclusivos y
desordenados, Basilisco alterna los acontecimientos en la vida del
escritor con una suerte de western crepuscular a los que une un fino hilo.
Desconcertado y cautivado
El hibrido creado por Jon Bilbao
se despliega con dos líneas temáticas casi contrarias, tanto en el punto de
vista como en la forma, creando una especie de extraña simbiosis que funciona
bastante bien. Las responsabilidades y frustraciones del escritor de mediana
edad se ven simbiotizadas con los acontecimientos ocurridos un siglo atrás en los parajes del lejano Oeste. Un dialogo entre realidad y ficción, o casi
autoficción, funcionan con armonía y contundencia. Las ocho historias se pueden
disfrutar por separado, no cabe duda, pero es en su conjunto donde ganan nuevas
capas de lectura.
La mezcla de las aventuras de
John Dunbar con la vida adulta del ingeniero y escritor suma a los elementos
típicos del western una especie de juego fantástico y metaliterario que generan
una sensación atractiva y cautivadora de lectura. Un juego de pura metafísica, planteando
al lector cierta duplicidad y dejando más que evidente una sensación de que la
ficción permea en nuestra realidad de forma constante. Un momento extraño, donde el lector debe estar
muy atento, donde el tema de la existencia humana pone toda la carne en el
asador. Es, como esa Araña que emerge en los últimos instantes de Enemy.
La cruda y fría maldad
Basilisco esta contado con
cercanía, pesimismo y crudeza. El brillo del Oeste y su leyenda del oro pronto
se va enturbiando hasta una realidad más oscura, extraña y cerca de lo
terrorífico. Unas tinieblas que se van dando en ambas líneas narrativas, donde
el protagonista se enfrenta a sí mismo, sus relaciones y su caverna. Basilisco
nos lleva por ocho relatos, que combinan algo más intimista con un western sin
complejos. Sin embargo, con el pasar de las paginas, el primero brilla mucho
más que el segundo. Las historias más cotidianas parecen estar enturbiadas por
los demonios del escritor, mientras que las del Oeste, conservan un sentido de
lo maravilloso y generan mayor interés. Entre
ambas, sin embargo, podría establecer un nexo, un dialogo aparte del
metaliterario que plantea el libro. En ambas líneas se habla de la maldad.
Bilbao da un recital sobre la maldad en todo su esplendor, explorándola desde
tantos puntos de vista como le es posible. Un cobro a redito que deja un final
amargo pero perfecto.
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