Terror. Ciencia ficción. Weird.
Erótico. Esos son algunos de los adjetivos que rodean a Hierba (Grass,
2016), de Anya Martin, la última publicación de Dilatando Mentes. Etiquetas
nada desencaminadas a mí parecer. En apenas 100 páginas, bien concentradas,
fluye un complejo, pero a la vez sencillo relato multicapa sobre el abuso, la
ansiedad, la pérdida, la empatía el estrés postraumático y el simple placer,
navegando de forma experta por temas que no mucho puede comprender.
Así conocemos a Sheila, una
cuarentona gerente de marketing, que vive de forma solitaria apoyada por su
amiga Felecia y refugiada en un casi aislamiento hogareño y una rutina
horticultora. Sin embargo, debe viajar cuatro horas en coche para identificar
el cadáver de su exmarido, muerto en un accidente de avión en Georgia. Lo que
no sabe, es que cuando regresa de su viaje, algo la ha seguido hasta su casa.
Un polizón, algo extraño.
Una novela sensorial
Sheila y su hogar son, salvo en
los compases iniciales, el único escenario que pisamos en la novela. Sin
embargo, su profundidad y complejidad son tales, que ni siquiera creo haber captado
todo en la primera lectura. Anya tiene una prosa sensorial, donde se siente el
pegajoso y húmedo calor del verano sureño, así como la naturaleza palpitar y crecer dentro de esa casa. Muchas líneas están repletas de simbolismo y metáforas,
haciendo un fuerte uso de los colores y visiones oscuras entremezcladas con la
botánica. Y si hablamos del erotismo, me descubro el sombrero ante un par de
jugosas, imprescindibles y tórridas escenas que terminan de dibujar a Sheila
por completo. El cúmulo de sensaciones es indescriptible.
Cicatrices que no se cierran
¿Se puede superar alguna vez por completo una
situación traumática? ¿Cómo se repone uno del maltrato? Lo reconozco, soy un
inepto en estos temas. Anya se dedica a exponer y explicar lo complicado que
puede ser simplemente abordar el tema. Aunque todo parece enterrado, cerrado
herméticamente, por desgracia, a veces los sentimientos vuelven a aflorar a la superficie.
Eso le ocurre a Sheila al ver el cadáver de su exmarido. El trauma sale debajo
de la alfombra de rutinas y apatía vital donde permanecía escondida, luchando por
hundirla de nuevo en el barro.
Anya se dedica a explorar la figura de la mujer maltratada, de los porqués y de cómo Sheila trata de sobrevivir, intentando vivir su vida a pesar de todas esas cicatrices sin sutura. Para ello, es esencial ese componente primordial de la historia, que funciona como mecanismo de apertura a poner la lápida más gruesa ante las cicatrices mentales y emocionales que su exmarido Dave le dejo. Sin embargo, la autora nunca se atreve a dar una simple respuesta, porque realmente, no creo que la haya. No es algo fácil. No hay una sola salida. Y así lo deja claro Sheila en los últimos compases de la novela, donde tras descubrir la naturaleza de lo que la ha seguido hasta casa, toma una valiente decisión.
¡Hola! No conocía el libro, pero sin duda me lo llevo apuntado. Estoy contigo con que tiene unos dibujos preciosos, y que captan la atención en seguida.
ResponderEliminarUn abrazo :)
Una lectura hipnótica, que te agarra y no te suelta hasta el final. Disfrutalo :)
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