En un futuro muy lejano (o no
tanto), todos tendremos una identidad secreta. La información almacenada en la
nube reventó y los secretos más oscuros e íntimos vieron la luz. Las redes que
creamos y compartimos, solo muestran una cara de nosotros mismos. Es como si
WikiLeaks hubiera destapado toda la información posible. Carreras truncadas,
seres queridos enemistados y vidas personales arruinadas. Cuarenta días después
de lo que se conoce como la Gran Inundación, la nube desapareció.
Varias décadas después, la vida
es muy diferente a como la conocíamos. De igual forma que antes lo hacíamos en línea,
los estadounidenses en el año 2076 pueden explorar ideas e identidades nuevas
cada día. La gente sale sigilosamente de sus trabajos con máscaras y se ha
renovado el interés por los objetos físicos como los libros. Liberados de los
entornos virtuales, el mundo se ha reconstruido en un formato retrofuturista.
Ciudadanos que pululan
enmascarados y acuden a sus lugares de culto sin ser juzgados. Desde los más
famosos hasta los más desconocidos, todos pueden pasar desapercibidos en los
lugares más sórdidos. Sin embargo, alguien tiene que establecer el control: el
Cuarto Poder. La prensa es la ley. Los periodistas ejercen de agentes altamente
cualificados que se valen de sus habilidades, armas y ordenes de registro para proteger
al ciudadano.
Por supuesto, no todo es tan de
color de rosa. Existen los Paparazzi, investigadores privados del mercado negro
y sin licencia que consiguen sacar toda la información sensible. Uno de ellos
es P.I., nuestro protagonista. La noche en que una mujer ataviada con una mascará
de tigre le pide que la investigue a ella, para ver que información puede
conseguir sobre ella misma, su vida secreta se verá alterada. Esa misma noche,
la mujer muere.
Forma y fondo más que historia
Con un tono de cine negro futurista, cercano a la ciencia ficción más creíble y con un buen poso de crítica social, The Private Eye se ramifica en diez capítulos sin rodeos. La trama es sencillamente puro thriller, directa, y con escenas que transcurren a toda velocidad. Brian K. Vaughan (Saga, Paper Girls) parece haberse vuelto especialista en las persecuciones más adrenalínicas, dado que cada capitulo contiene alguna. Es un comic de acción y un thriller en el sentido más estricto, aunque con cierto fondo, amplificando dicha sensación su peculiar formato apaisado. Un formato que, para servidor, es un cierto punto negativo por su incomodidad, como me pasaba con ¡Universo! de Albert Monteys.
Poniendo el dedo en la llaga a
todo color
No es difícil creer el escenario
planteado por The Private Eye. Imaginar las consecuencias de que
Internet se nos vaya de las manos (si no lo ha hecho ya) y los problemas en cuanto
a la protección de datos, son uno de los principales atractivos del cómic. La sociedad de consumo y las redes sociales son alguno de nuestros males más actuales. Si
lo hacemos con esa edición Deluxe editada por Gigamesh, podremos
deleitarnos aún más con el nivel de detalle y limpieza en el dibujo de Marcos
Martin, así como en los colores glam y saturados de Muntsa Vicente. Un
perfecto vehículo para un discurso que tiene mucho que decir a día de hoy. Si
le queréis dar una ojeada, siempre podéis hacerlo online.
La piedra angular
The Private Eye es uno de
los comics más importantes de los últimos años. Aparte de su galardón como
mejor comic digital en los Eisner de 2015, supuso la apertura de Panel Syndicate, una plataforma que permite publicar y descargar esta y más
historias de otros profesionales independientes, donde es el lector el que
elige cuanto quiere pagar por la obra desde los 0€. Un salto al vacío en el
mundo del cómic que según el propio Brian K. Vaughan ha salido bastante bien.
Basta ver el buen variado de títulos que caen por allí, como mi querido ¡Universo!
de Albert Monteys, Barrier de los mismos autores o Friday,
la premiada obra de Ed Brubaker, Marcos Martin and Muntsa Vicente.
No lo conocía pero puede estar bien, gracias por la reseña.
ResponderEliminarBesos