Vayamos hasta el año 2267. En el
futuro, la humanidad aún se está recuperando de los efectos frente a un desastre
global. La población se concentra en determinados hábitats, y la gran mayoría,
vive bajo el subsuelo. Sin embargo, existe un reducido grupo de personas que se
dedica a viajar en el tiempo para recabar datos medioambientales que sirvan
para restaurar el equilibrio ecológico del futuro. Esta es la misión que quiere
emprender Minh, una ecóloga de 83 años modificada cibernéticamente y que lidera
un pequeño equipo.
Su misión consiste en retroceder
más de cuatro mil años en el tiempo y visitar la época en que las
civilizaciones mesopotámicas florecían alrededor de los ríos Tigris y Éufrates.
No obstante, antes de poder viajar, Minh tiene un reto más importante: que su
propuesta sea la elegida. En el futuro, casi como actualmente, los proyectos y
la tecnología debe ser financiada por promotores burocráticos con los que los
tiras y aflojas están asegurados.
No soy amable
Publicada en el año 2018, la poco
convencional novela corta de Kelly Robson ha optado nada menos que a los
premios Hugo, Nébula y Theodore Sturgeon Memorial, siendo finalista en todos
ellos. Dioses, monstruos y el melocotones de la suerte es una novela
corta exigente. Kelly Robson no es amable con el lector, y aunque deja caer
conceptos y avances de ese futuro, nunca les llega a dar un significado conciso.
No esperes descripciones detalladas de los viajes en el tiempo o saber que
desastre ha ocurrido en el mundo, por que lo único que obtendrás serán datos
magros y vagos.
Una primera parte, repleta de más
intrigas corporativas y negociaciones burocráticas de las que me gustaría,
preceden a ese anunciado viaje en el tiempo de la sinopsis. Confluyendo entre
estos tira y afloja de la primera mitad, a cada inicio de capítulo, unos
párrafos nos narran la historia desde el punto de vista mesopotámico. Unos
crípticos pasajes que van teniendo sentido según llegamos a la segunda parte de
la novela corta, pero que resultan casi más interesantes que todo el viaje en el
tiempo de Minh y su equipo.
Sensaciones agridulces
El viaje en el tiempo es solo un
recurso de Dioses, monstruos y el melocotones de la suerte para explorar
el conflicto intergeneracional, dar cierto trasfondo ecológico y explorar las
relaciones dentro de un entorno laboral. Minh y su equipo, que muestran las
inevitables tiranteces entre ellos, son el motor de la historia, pero nunca un
conector. Su abrupto clímax final es tan anticipado de forma premonitoria por
los pasajes crípticos de cada capítulo, que dejan en el lector cierta
sensación agridulce y de quedarse con relato inacabado.
Se nota a leguas que Kelly Robson
tiene mucho más que decir en esta historia. Tiene ideas potentes, algunos de
los conceptos que presenta sobre el viaje en el tiempo son interesantes y la especulación
social que plantea puede generar debate, pero nunca los llega a explotar del todo cada arista. Robson se guarda para si los
ases bajo la manga, y nunca consigue explicar concretamente todo lo que la
historia necesita, pese a las buenas ideas que presenta durante gran parte del texto.
Gracias por la info, pero las distopías no son lo mío.
ResponderEliminarUn beso.