Pablo Saborío
Spuyten Duyvill
A veces no recuerdo cómo llegó a algunos libros. The Underachiever —no confundir con el dúo de hip-hop estadounidense— es uno de estos casos. Primero, por qué no es una novela publicada en español ni ha tenido un boom editorial. Segundo, por qué aunque Pablo Saborío (costarricense, por cierto) tiene un poemario publicado en español (El individuo y su ceniza), lo mio tampoco es el mundo de la poesía. Y tercero, por qué la editorial que lo publica en inglés no me sonaba de nada hasta que tuve el libro en mis manos. Entonces ¿cómo llegué a él? No lo sé, y tampoco creo que importe. Quizá estaba predestinado. El caso es haber llegado, y no perderme la laberíntica y posmoderna propuesta de The Underachiever. Imagina que abres una novela, y esta te cuenta cómo se llegó a escribir. Te lo narra un innombrable flujo de conciencia, el del escritor, que ni siquiera sabe que esto que está escribiendo es la novela que estás leyendo. Ni qué tú lo vas a leer. ¿Te duele ya la cabeza? Bienvenido a The Underachiever.
Un autor en busca de sí mismo
Eres un autor aclamado por la crítica, con un par de éxitos a tus espaldas, atado a tu escritorio cada noche durante las mismas horas. Buscas superar con creces ese éxito crítico alcanzado con algo nuevo. Algo trascendente. Algo que cambie el paradigma literario. The Underachiever navega por una odisea creativa y vital, repleta de insatisfacción e inseguridad permanente. El viaje de un escritor experimentando con diversos estilos mientras busca lidiar con las limitaciones del lenguaje y encontrar su camino (literario) para pasar a la posteridad de la literatura universal. Un camino para buscar su auténtica voz, la de la perfección, lo que trascienda, desesperado por ser el nuevo Cortázar, Pynchon, Foster Wallace o Nabokov.
Lo primero que me sorprendió al abrir The Underachiever fue encontrar(me) con el subtítulo A (n anti) Novel. Conocía el término de algún texto cuando investigue para el artículo sobre literatura ergódica, pero no tenía clara una definición. Hablando en general, es un tipo de novela vanguardista que se aparta de los elementos considerados tradicionales asociado a los años 50 donde se cuestionó la novela tradicional decimonónica. Por supuesto, hay mucho de ello en The Underachiever. Nuestro narrador anónimo, que podría ser el K. de El castillo de Kafka, entrelaza relatos fragmentados,poemas, reflexiones filosóficas y autobiográficas entre un sinfín de estilos. Desde (horribles) historias eróticas hasta guiones construidos solo con diálogo, asistimos a un laberinto filosófico encadenado, como hundirse en los entresijos de la casa de Ash Tree Lane sin cuerda de seguridad.
Laberinto creativo
Tras las primeras páginas de The Underachiever, además de ver rápido sus referentes mencionados como Pynchon, Pessoa o Kafka, sentí una conexión con tres libros que encajan absolutamente con él, o más bien, con su narrador. El primero era Mundo hormiga, con ese crítico de cine neurótico y narcisista que también quiere trascender pero siempre se encuentra en un mar de fracaso. El segundo era Germán García, el curioso narrador de Plagio, cuyas ideas para una futura novela han sido copiadas por un antiguo compañero de taller de escritura. Y no me podía olvidar de el innombrable narrador de El cementerio de Barnes, donde Josipovici exprime un juego posmodernista repleto de brillantes usos de las técnicas narrativas existentes. Los tres podrían juntarse y ser (de alguna forma) el escritor tras The Underachiever, luchando contra lo ya escrito, contra sí mismo y el fracaso, en un laberinto creativo que contiene, por decirlo de forma banal: un poco de todo.
Matrioshka filosófica
Dice una de las frases del libro que estamos anidados en una matrioshka infinita donde cada palabra ha sido guionizada, donde cada momento es la repetición de un patrón original. Así fluye el libro, para nada prescrito como dice el narrador, si no como una red filosófica anidada y orgánica maximalista que salta de una corriente de pensamiento a otra, cuestionando el propósito mismo de la vida, de la escritura y de la existencia. A lo largo de todo el texto hay crudas y conmovedoras reflexiones (que no lecciones) sobre el autodescubrimiento, el talento, la vida y la muerte, el tiempo como constructo, las mentiras como sustento vital y la escritura como forma de supervivencia. Todo un viaje subversivo anidado hacia el propio pensamiento que deja decenas de frase para (re)pensar en el futuro.
Más allá de la forma
Hace poco leía un post de (mi admirada) Arquitecta de libros que sacaba una frase del libro La escritura aumentada de Eric Schierloh y se preguntaba ¿Pero cómo hace para que un objeto que es idéntico desde hace al menos trescientos años —el libro moderno— resulte ahora nuevo? Comentaba en el post, la propia Berta, que pasar la página no significa nada en la gran mayoría de los textos que leemos, no tiene valor narrativo. Sin embargo, hay autores que siguen apostando por ello. No concibo leer The Underachiever en otro formato que no sea el físico, como me pasa con The Familiar de Mark Z. Danielewski o Pálido Fuego de Nabokov. Pasar por sus diferentes tipografías, imágenes y dibujos de forma física significa algo más para la narración y el lector. Van más allá de la forma, se incorporan a lo narrado, y juegan una capa más de significado que a la hora del final importa y la hacen mucho más memorable. Es, de alguna forma, imprescindible que esta sea su naturaleza.
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