El festín de historias
La señora Potter no es
exactamente Santa Claus no es solo una historia. Ni dos. Vale, ni tres. Es un festín de
historias disparatadas repletas de humor absurdo y una ternura absorbente que
te atrapan por completo. El descarriado Billy Peltzer, la madre en el exilio
Madeline Frances, la pobre escritora de un solo éxito Louise Cassidy Feldman,
el audaz agente inmobiliario McPhail o mis favoritos, los escritores más
famosos de terror absurdo, los Benson. La amalgama de personajes nos llevan
de la sonrisa tímida a la carcajada, de la carcajada a la ternura, y a veces, de la ternura a la lagrimilla. Todos los personajes, principales y secundarios, tienen algo de perdedores. De patosos sociales con los que identificarnos, que fracasan intentando ponerse a la altura
de lo que la sociedad espera de ellos. En Kimberly Clark Weymouth uno vuelve a
abrazar a su niño interior, y quizá por eso, no quiere salir de allí.
El lenguaje propio de Kimberly
Clark Weymouth
Si por una casualidad (y debería
darse dicha casualidad) has abierto la nueva novela de Laura Fernández en
alguna librería, te habrá (probablemente, digo yo) llamado la atención la forma en la
que está escrita. O también, puede que la casualidad (una vez más) te haya llevado hasta esos títulos tan largos que
funcionan como resumen del capítulo. Tendrás (digo yo, de nuevo) infinita curiosidad por
saber por que hay tantas palabras entre paréntesis, en mayúsculas o con
cursivas. La respuesta es fácil. Toda la narración de La señora Potter no es exactamente Santa Claus esta plagada, además de diálogos eternos donde los
personajes hablan y hablan y hablan hasta el infinito, de intromisiones del propio narrador a
través de paréntesis, de mayúsculas que crean efectos de sonido y de cursivas
que nos dan claves de las referencias que se manejan en Kimberly Clark Weymouth.
Kimberly Clark Weymouth es
nuestro Stars Hollow particular
Si hay un mundo de ficción
televisiva en el que muchos querríamos vivir, no dudo que saldría (muy) alto en
la lista nuestro querido Stars Hollow de Las chicas Gilmore. Un
pueblo de lo más disparatado, con acontecimientos casi semanales de lo más
peculiares, diálogos endiabladamente rápidos y un cosmos en si mismo de
personajes entrañables que no encontrarías en ningún otro lugar. Eso, está
claro, hasta que llegues a Kimberly Clark Weymouth. Laura Fernández crea su
propia ciudad inventada en la que conviven una amalgama de personajes
inolvidables que actúan, junto con su singularidad, como una especie de radio
patio vecinal al más puro estilo Aquí no hay quién viva sin chascarrillos. Al final, la
ciudad no deja de ser un decorado nevado de cartón piedra con un cosmos
absorbente del que admito, es difícil despedirse. Un escenario autorreferencial en sí mismo, repleto de marcas, shows televisivos e incluso
libros que solo existen en ese curioso universo.
Hablando de muchas cosas a la vez
La amalgama de tramas e historias
en La señora Potter no es exactamente Santa Claus compite (fuertemente) con la
cantidad de temas que toca casi sin darnos cuenta. Historias de abandono y la reconstrucción de uno mismo, o sobre la literatura y el mundo de
la creación como un refugio para sobrevivir. También, como dejamos de llevar a
cabo nuestras ideas por que esa idea solo siga siendo una posibilidad infinita
en nuestra mente, y no una realidad. Asimismo, y más de cerca, el papel de la prensa y como (casi) siempre es una especie de teléfono escacharrado, dado que contar la realidad
siempre es distorsionarla desde tu punto de vista, por mucho que quieras ser
objetivo. Pero, sobre todo, si algo merodea por las esquinas de las páginas La
señora Potter no es exactamente Santa Claus es la idea de la creación como
una energía cósmica que saca todo lo que llevamos dentro y arrasa por delante con todo lo que tiene. Tanto ciudades como personas.
No es lo mío el humor absurdo, pero tengo ganas de echarle un ojo :-)
ResponderEliminarUn beso.
Es un libro muy, muy peculiar. Si lo abrazas por completo, creo que no querrás salir de esa fría y helada ciudad <3
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