Pierce Brown (trad. de Silvia Schettin)
RBA
Rústica / digital | 544 páginas | 22,90€ / 8,99€
Los juegos del hambre, La quinta ola, Los 100, El corredor del laberinto, El juego de Ender. Podríamos nombrar decenas de distopías destinadas al público adolescente que tuvieron su boom en la década de 2010. Sería un poco más tarde, en 2014, cuando Pierce Brown diera vida a su distopía de (fantasía) ciencia ficción ambientada en un Marte terraformado que hoy en día conocemos como la saga Amanecer Rojo, que cuenta actualmente con 6 libros (divididos en dos trilogías), un cómic (Sons of Ares) y un último libro final (Red God) que presumiblemente llegará el año que viene. En un futuro en el que la humanidad ha colonizado el espacio y la Tierra ha quedado agotada de recursos, una sociedad dividida por un estricto sistema de castas cromáticas domina el planeta. Con sus aciertos y errores, con sus limitaciones y virtudes, esta primera entrega de la saga muestra una interesante (y trepidante) carta de presentación con todos los mimbres para (poder) mejorar en el futuro.
Cuidado, que viene El Segador
Cientos de años en el futuro, la humanidad está dispersa por todo el sistema solar y funciona según un sistema de clases sociales basado en el color. Nuestro protagonista, Darrow, es un Rojo, el color más bajo de toda la sociedad. Darrow y su familia viven bajo tierra en Marte, en una colonia que extrae material precioso que algún día ayudará a que la superficie marciana sea habitable para los humanos. Pero, en realidad, Marte ha sido habitable durante cientos de años, y los Dorados (los miembros de mayor rango del sistema de clases sociales) ocultaron este conocimiento a los Rojos para mantenerlos trabajadores y sumisos. El día que la tragedia golpea a Darrow de pleno, el día en que es reclutado por una fuerza rebelde secreta y es entrenado para infiltrarse en las altas esferas del gobierno, es en el momento en que parece que las cosas pueden cambiar. Pero nada será un camino de rosas, más bien de espinas, venganza, rabia y sangre.
Cuidado, que viene El Segador
Cientos de años en el futuro, la humanidad está dispersa por todo el sistema solar y funciona según un sistema de clases sociales basado en el color. Nuestro protagonista, Darrow, es un Rojo, el color más bajo de toda la sociedad. Darrow y su familia viven bajo tierra en Marte, en una colonia que extrae material precioso que algún día ayudará a que la superficie marciana sea habitable para los humanos. Pero, en realidad, Marte ha sido habitable durante cientos de años, y los Dorados (los miembros de mayor rango del sistema de clases sociales) ocultaron este conocimiento a los Rojos para mantenerlos trabajadores y sumisos. El día que la tragedia golpea a Darrow de pleno, el día en que es reclutado por una fuerza rebelde secreta y es entrenado para infiltrarse en las altas esferas del gobierno, es en el momento en que parece que las cosas pueden cambiar. Pero nada será un camino de rosas, más bien de espinas, venganza, rabia y sangre.
Cubierta de Tommy Arnold
Demasiado Darrow
Una de las características de Amanecer rojo es también una de sus mayores limitaciones. La narrativa de todo el libro está construida desde el punto de vista en presente y primera persona del propio Darrow, una especie de Gary Stu de proporciones épicas perfecto (y genial) en todo lo que trata de hacer. Cuando debemos suponer que es una persona promedio destinada a que nos identifiquemos con él, destrozado por una tragedia que es su principal motivación, resulta perceptivamente una especie de persona con complejo de dios y (únicamente) búsqueda de validación (habitualmente femenina). Es un adolescente engreído, arrogante la mayoría de veces, dado que siempre le sale todo bien. Es una pena el enfoque, dado que limita la profundidad de otros personajes y sus motivaciones, algo que solo conocemos por la primera persona constante (y unilateral) de Darrow. Un estorbo que dificulta a la narrativa mostrar más que contar y debilita, de alguna forma, que el mundo de Pierce pueda ser más explorado y enriquecedor para el lector.
La distopía política
Toda ficción es política, y más si es una distopía. La ciencia ficción imagina futuros, a partir de un determinado presente, para hablar de los momentos más actuales (aunque no lo parezca). En Amanecer rojo, el discurso de Pierce se alinea con el de narrativas como la de Los juegos del hambre donde es el estrato más bajo de la escala social el que debe (de alguna manera) despertar de su letargo para tirar abajo los cimientos de poder establecidos. Esta jerarquía (inspirada en La República de Platón aquí) que se extiende desde la élite dominante de los Dorados hasta las clases trabajadoras oprimidas como los Rojos, no es un mero telón de fondo en Amanecer rojo. Es el motor de la narrativa, un sistema de opresión que, en su detallada representación, se siente tangible y brutal.
Esa es una de las razones por las que funciona Amanecer rojo, por qué existe una verdadera sensación de maldad, de drama y de crueldad. Y aunque hay algo de artificial, algo de melodramático en su discurso político donde siempre intenta ser grandioso, imponente y elevado, es un buen recordatorio sobre la opresión que sufren las clases minoritarias. Lo mejor de Amanecer rojo es que despliega un mundo con su propia historia, su mitología (a pesar de estar plenamente basada en la mitología romana) y sus tecnologías, logrando un mundo potencialmente interesante. Es su espíritu revolucionario, la exploración de las dinámicas de la insurgencia y las complejidades de una guerra de guerrillas, las que la convierten en una lectura mucho más cautivadora. La narrativa, en cierta manera, resuena con un eco más amplio que parece venir del futuro, el de un pueblo que se levanta contra sus opresores.
Una de las características de Amanecer rojo es también una de sus mayores limitaciones. La narrativa de todo el libro está construida desde el punto de vista en presente y primera persona del propio Darrow, una especie de Gary Stu de proporciones épicas perfecto (y genial) en todo lo que trata de hacer. Cuando debemos suponer que es una persona promedio destinada a que nos identifiquemos con él, destrozado por una tragedia que es su principal motivación, resulta perceptivamente una especie de persona con complejo de dios y (únicamente) búsqueda de validación (habitualmente femenina). Es un adolescente engreído, arrogante la mayoría de veces, dado que siempre le sale todo bien. Es una pena el enfoque, dado que limita la profundidad de otros personajes y sus motivaciones, algo que solo conocemos por la primera persona constante (y unilateral) de Darrow. Un estorbo que dificulta a la narrativa mostrar más que contar y debilita, de alguna forma, que el mundo de Pierce pueda ser más explorado y enriquecedor para el lector.
La distopía política
Toda ficción es política, y más si es una distopía. La ciencia ficción imagina futuros, a partir de un determinado presente, para hablar de los momentos más actuales (aunque no lo parezca). En Amanecer rojo, el discurso de Pierce se alinea con el de narrativas como la de Los juegos del hambre donde es el estrato más bajo de la escala social el que debe (de alguna manera) despertar de su letargo para tirar abajo los cimientos de poder establecidos. Esta jerarquía (inspirada en La República de Platón aquí) que se extiende desde la élite dominante de los Dorados hasta las clases trabajadoras oprimidas como los Rojos, no es un mero telón de fondo en Amanecer rojo. Es el motor de la narrativa, un sistema de opresión que, en su detallada representación, se siente tangible y brutal.
Esa es una de las razones por las que funciona Amanecer rojo, por qué existe una verdadera sensación de maldad, de drama y de crueldad. Y aunque hay algo de artificial, algo de melodramático en su discurso político donde siempre intenta ser grandioso, imponente y elevado, es un buen recordatorio sobre la opresión que sufren las clases minoritarias. Lo mejor de Amanecer rojo es que despliega un mundo con su propia historia, su mitología (a pesar de estar plenamente basada en la mitología romana) y sus tecnologías, logrando un mundo potencialmente interesante. Es su espíritu revolucionario, la exploración de las dinámicas de la insurgencia y las complejidades de una guerra de guerrillas, las que la convierten en una lectura mucho más cautivadora. La narrativa, en cierta manera, resuena con un eco más amplio que parece venir del futuro, el de un pueblo que se levanta contra sus opresores.
Un vistazo a la edición aniversario
Punto fuerte: el mundo
Si bien el punto de vista único tiene algunas limitaciones y el mensaje político revolucionario apenas se empieza a atisbar aquí, una de las mayores bazas de Amanecer rojo es ese Marte del futuro terraformado, donde la sociedad está dividida en varias castas. Los Dorados, casi divinos; los Grises, que son la seguridad; los Rosas, el placer. Todas tienen una función, un propósito para que el sistema funcione. Es la infiltración de Darrow, en la particular academia que tiene la élite, la que nos permite un primer acercamiento a su filosofía, a su política, tecnología y a sus métodos de control. El trasfondo del mundo se va incorporando a la historia de forma orgánica, sin nunca obtener grandes dosis de explicaciones. No le hace falta, el camino de Darrow fuerza a Pierce a contar sobre la marcha, a batallar en los juegos políticos (casi bizantinos) que se le presentan y acudir a esa escuela de formación de líderes espada en mano para conseguir salir airoso.
El primer escalón
La primera parte de la primera trilogía de Amanecer rojo me ha parecido —una vez ya leída la segunda entrega— como el meme del caballo pero al revés. Es una especie de primer escalón, limitado por su punto de vista, que funciona de forma bastante sólida dentro de los tropos de la distopía adolescente. Sus dos primera partes son tremendamente trepidantes, mientras que las dos segundas tienen ciertos valles narrativos que lastran un poco el resultado final de la novela. Sin embargo, Amanecer rojo termina en un punto perfecto para Hijo dorado, donde la narrativa se abre más hacia una space opera y sigue explorando (y explotando), más a fondo, su juego de maquinaciones políticas y sociales tan interesante sin dejar de lado la acción. Pronto, en este blog, hablaré un poco más de esa segunda entrega. Ad astra per aspera.Otros enlaces de interés:
Hola de nuevo , Mangrii:
ResponderEliminarMe tienta a ratos esta serie, pero al final siempre la dejo pasar. En parte por lo del space opera, que no es un género que me llame especialmente. Pero bueno, a ver cómo sigue, que yo picoteo de muchos sitios :-D
Beso grande.