Alberto Laiseca
Santiago Arcos Editor
Rústica | 124 páginas
Hace tan solo unos meses me enamoré de Alberto Laiseca. Bueno, más bien, de Los sorias, esa mole mastodóntica de 1200 páginas repleta de delirio aplastante y genio imposible que editó en España —el trío de valientes y locos— Libros Barret. Así comenzó mi andadura en el universo laisequiano. Pero, ¿qué ocurrió en el transcurso de los diez años que le llevó al Conde Lai terminar su monumental (y emblemática) Los sorias? Una de ellas, fue la escritura y publicación, en 1982, de Aventuras de un novelista atonal. O, lo que es lo mismo en este momento, un Santo Grial inencontrable (físicamente) dentro de la obra del autor argentino. El libro, que contiene lo que vienen siendo dos cuentos largos o novelas cortas, puede tomarse como uno de los lugares donde se perfilan temas, formas y estilo de lo que más adelante conoceríamos como su realismo delirante. Valga esta entrada, como petición, para una nueva edición —al menos en español— de este fabuloso libro.
Un acercamiento laisequiano
Las dos obras más emblemáticas de Alberto Laiseca —Los sorias y El jardín de las máquinas parlantes— es probable que atemorice a más de uno. Por sus dimensiones, sobre todo. Por su concepción mítica del libro, también. Sin embargo, acercarse a Aventuras de un novelista atonal puede ser una buena forma de tener un primer contacto con Laiseca. En un tono mucho más chistoso, este compendio de dos historias recorre alguno de los rasgos característicos del universo laisequiano y puede tomarse como un primer contacto con el realismo delirante del autor. Lo dice el propio Laiseca, que lo suyo es realismo delirante. Lo que él quiere hacer con las distorsiones del delirio es marcar, justamente, partes de la realidad poco vistas. Aquí aparecen alguno de sus temas habituales, como la alienación o el poder, a la vez que presenta personajes que se mueven en un mapa moral borroso. Todo ello contado con su habitual lenguaje poético y onírico, repleto de referencias musicales y pop, aunque no tan recargado como en sus obras magnas.
Ilustración en la edición francesa
Autoficción delirante
La primera de las historias, Aventuras de un novelista atonal, puede ser considerada una parodia en tono de autoficción quijotesca delirante del propio Laiseca. En ella, un escritor, considerado a si mismo novelista atonal, dado que ha producido una novela atonal de 2000 páginas (al estilo de su amado Schoenberg, en la que se abandona la jerarquización normal de las notas en la música clásica) llena de todo lo que te puedas imaginar y presentada como una obra narrativa cohesiva. No se si os suena algo a los Los sorias. Ha tardado unos cuantos años en hacerla, mientras (sobre)vivía en una pensión de mala muerte, en un baño esférico convertido en un destartalado apartamento supervisado por una dueña agarrada. Su aparente único amigo, Coco Pico Della, se siente mal por él, por lo que convence a otro conocido, un editor feroz y cruel, para que acepte la novela como un fracaso garantizado que arruinará su editorial. El camino, desde aquí, te sorprenderá, dado que la novela, pese a su fracaso local, resulta ser un éxito internacional. Y todo cambiará para nuestros protagonistas.
El proto-Sorias
La segunda parte del libro, titulada Epopeya del rey Teobaldo, se lee casi como un capítulo superviviente y loquísimo de la novela atonal de nuestro escritor anónimo. Resultará, además, mucho más cercana para aquellos que hayan leído Los sorias. Para otros, una especie de entrenamiento y puerta de entrada. En esta historia, el rey Teobaldo quiere conquistar Rusia, luchando contra la magia, invenciones tecnológicas de Arquímedes, el Anti-Ser, batallas medievales con dinosaurios, la peste negra y mil cosas más que te puedas imaginar. Parece mentira todo lo que cabe en una batalla de Laiseca. La prosa se asemeja un poco más a lo que conocemos de Los sorias, con amplias descripciones, intrigas políticas y guerras delirantes, recorriendo la historia de un disparate a otro desafiando toda lógica pero funcionando, como en Los sorias, a su propia manera.
Ilustración en la edición francesa
Un llamamiento
Descubrir a Alberto Laiseca ha cambiado por completo mi panorama de lecturas en el futuro cercano. Lo mismo que me pasa con Ramiro Sanchiz y su fascinante Proyecto Sthal que estoy completando en la actualidad, o en su momento, con David Mitchell y su Mitchellverse. Tengo hambre de leer todo lo que ha publicado Laiseca. Es una pena, eso si, que en España sea difícil disfrutar de ello, al menos en su formato físico. Es un escritor fascinante, repleto de delirios imposibles escritos con una finura y habilidad que nunca había leído hasta el momento. Es un escritor de leyenda, un genio imposible y una anomalía absoluta. Espero, con estas entradas del universo laisequiano, que algún editor se anime a lanzar más obras del Conde Lai en nuestro país, por que creo, de corazón, que más de una persona lo disfrutará y agradecerá.
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