Alberto Laiseca
Libros Barret
Treinta y dos días después de comenzar su lectura, terminé Los Sorias. Epopeya mastodóntica, delirio aplastante y genio imposible. No existe (ni existirá) NADA como este libro. Los sorias no es solo una novela alucinante, si no que además, todo lo que le rodea lo convierte en algo mítico, en objeto de culto. Considerada la ballena blanca de la literatura argentina, y 26 años después de su limitada primera publicación, Los sorias aterrizó en las librerías españolas gracias a —el trío de valientes y locos— Libros Barret. La obra clave del escritor más excéntrico de la literatura argentina, la novela de la que muchos hablaban y pocos (muy pocos) habían leído. Una enormidad inverosímil, una voluntad casi maníaca para conseguir que una obra de tal tamaño, de inconmensurable verborrea y delirio, llegue a las estanterías. Pero así fue, Los sorias llegó, por qué (siempre) tienen que existir esos libros que rompen los moldes para satisfacer a cualquier espíritu humano excéntrico que busca encontrar su lugar fuera del círculo (o pecera) de los comunes.
Los sorias, que vienen engalanados por la extraordinaria cubierta de Matías Sánchez así como conservando sus diagramas originales y el imprescindible prólogo de Ricardo Piglia, funciona como núcleo del universo literario de Laiseca —ojalá ver (de nuevo) por aquí Aventuras de un novelista atonal o El jardín de las máquinas parlantes— con referencias directas e indirectas a todas sus otras obras. Es así Los sorias una novela fractal y satélite de esa historia, que como decía el propio Laiseca, uno siempre está escribiendo. Novela de aventuras, romance, guerra, locura, de fantasía, territorios irreales, dictadores y héroes, criaturas mágicas. Epicentro literario del autor, se conecta con los modos, formas y las jergas de lo folletinesco y de la cultura de masas. Hablar del mundo delirante y satírico de Laiseca es una tarea (casi) imposible, aparte de por la inmensidad del texto, sobre todo por la incansable e infatigable imaginación que puebla cada uno de los 165 capítulos (y cientos de notas a pie de página) que componen el libro. Ni un libro de ensayo sería capaz de desgranar cada referencia, cada significado, delirio o símbolo metafórico. Sin embargo, en esta reseña, intentaré dar un poco de luz sobre este apasionante viaje y lo que todo lector puede esperar encontrarse.
Mapa de Los sorias
De camino a Tecnocracia
La gran pregunta: ¿de qué va Los sorias? Difícil respuesta, me temo. Todo comienza cuando Personaje Iseka (todos los habitantes de Tecnocracia se apellidan Iseka) abre los ojos y se enfrenta a sus dos compañeros de pensión: Juan Carlos y Luis Soria, que no lo dejan vivir en paz y se meten con él por escribir. Personaje, que vivía en un lugar de frontera, decide cruzar e instalarse en Monitoria, ciudad capital de la Tecnocracia Central. Allí, gobierna el Monitor, un dictador en toda regla con ideas delirantes y tendencias sádicas. Por aquellos días, el mundo estaba dividido en tres grandes potencias –Soria, Tecnocracia y la Unión Soviética– y varios países satélites. Siempre viviendo en una guerra (fría), la llegada de Personaje marcará el inicio de unas hostilidades con el Soriator (Soria) y los rusos (Unión Soviética) que veremos desde infinitos puntos de vista: Personaje Iseka, Monitor, su amigo Barbudo, unos linyeras, el mago Decamerón de Gaula y un sinfín de personajes inolvidables con nombres tan rimbombantes como imposibles.
Y es que Los sorias, que parte de esta pequeña situación, despliega ante nosotros un universo abismal en el que tres países (potencias recientes) se enfrentan entre sí mediante todo tipo de armas (astrales, zombies, horóscopos, vurros, robots, mudras, gólems imparables…) reflejando figuras históricas reales (dictadores, en especial) y planteando ideologías totalitarias y horrores a los que (por desgracia) estamos más que acostumbrados. Los sorias acoge lo cervantino con toda la fuerza posible y construye un relato que pretende trastocar el mundo real a través de sus absurdos y delirios. De esta forma, para enfrentarse a Los sorias, uno debe tener en cuenta; primero, la fuerza de voluntad ante tamaña tarea (son casi 1300 páginas, recordemos); segundo, que elementos de la literatura pulp, el cine de serie B, la música, el fantástico y la literatura clásica van a golpear constantemente como un clavo ardiendo en tus retinas y neuronas; y tercero, que aunque el título del libro es Los sorias, la novela se centra en la Tecnocracia. Sin embargo, todo esfuerzo y tarea merece la pena. Nunca habrás vivido nada como esto. Y me atrevo a decir que nunca lo harás.
La gran pregunta: ¿de qué va Los sorias? Difícil respuesta, me temo. Todo comienza cuando Personaje Iseka (todos los habitantes de Tecnocracia se apellidan Iseka) abre los ojos y se enfrenta a sus dos compañeros de pensión: Juan Carlos y Luis Soria, que no lo dejan vivir en paz y se meten con él por escribir. Personaje, que vivía en un lugar de frontera, decide cruzar e instalarse en Monitoria, ciudad capital de la Tecnocracia Central. Allí, gobierna el Monitor, un dictador en toda regla con ideas delirantes y tendencias sádicas. Por aquellos días, el mundo estaba dividido en tres grandes potencias –Soria, Tecnocracia y la Unión Soviética– y varios países satélites. Siempre viviendo en una guerra (fría), la llegada de Personaje marcará el inicio de unas hostilidades con el Soriator (Soria) y los rusos (Unión Soviética) que veremos desde infinitos puntos de vista: Personaje Iseka, Monitor, su amigo Barbudo, unos linyeras, el mago Decamerón de Gaula y un sinfín de personajes inolvidables con nombres tan rimbombantes como imposibles.
Y es que Los sorias, que parte de esta pequeña situación, despliega ante nosotros un universo abismal en el que tres países (potencias recientes) se enfrentan entre sí mediante todo tipo de armas (astrales, zombies, horóscopos, vurros, robots, mudras, gólems imparables…) reflejando figuras históricas reales (dictadores, en especial) y planteando ideologías totalitarias y horrores a los que (por desgracia) estamos más que acostumbrados. Los sorias acoge lo cervantino con toda la fuerza posible y construye un relato que pretende trastocar el mundo real a través de sus absurdos y delirios. De esta forma, para enfrentarse a Los sorias, uno debe tener en cuenta; primero, la fuerza de voluntad ante tamaña tarea (son casi 1300 páginas, recordemos); segundo, que elementos de la literatura pulp, el cine de serie B, la música, el fantástico y la literatura clásica van a golpear constantemente como un clavo ardiendo en tus retinas y neuronas; y tercero, que aunque el título del libro es Los sorias, la novela se centra en la Tecnocracia. Sin embargo, todo esfuerzo y tarea merece la pena. Nunca habrás vivido nada como esto. Y me atrevo a decir que nunca lo harás.
La edición de Simurg
La historia de la historia
La historia de Los sorias es casi tan especial como el propio libro. Los sorias tuvo tres versiones (una la quemo, otra naufragó), tardó 10 años en escribirla, y casi el doble en poder publicarla. El mito dice que además estuvo a punto de no existir: en el andén de una estación de tren; cargando en una bolsa de supermercado el ÚNICO manuscrito, intentaron arrebatárselo. Laiseca forcejeó, salvó su bolsa y estas 1300 páginas que superan por 30.000 palabras el Ulises de Joyce (algo por lo que se enorgullecía). Gastón Gallo, director de la editorial Simurg, cuenta que Laiseca no tenía el texto digitalizado y pudo ver cómo eran los bloques en que había dividido y encuadernado el original mecanográfico: cuatro tomos gruesos y pesados, en carpetas rojas, cada uno de ellos parecido a una guía telefónica. Cuenta también la leyenda, que Laiseca no se separaba de ellos y llevaba años cargando con las carpetas contenedoras mientras lo escribía.
El secreto de esta obra llega a los oídos de un joven editor. El mencionado Gastón Gallo, director de Ediciones Simurg, se encuentra con el autor de Los sorias en la confitería Las Violetas y sellan de palabra la futura publicación. Un equipo de voluntarios pasa a máquina los cuatro tomos del manuscrito y en 1998, dieciséis años después de haber sido escrita, la novela sale de imprenta. Se trata de una edición limitada de 350 ejemplares, ya pagada y casi subterránea, en papel biblia, que incluye los dibujos, mapas, láminas y pentagramas originales, un trabajo de Guillermo Kuitca en la cubierta y el prólogo a cargo de Ricardo Piglia, uno de sus más (re)conocidos padrinos. Seis años más tarde, otra editorial independiente, Gárgola Ediciones, la reedita en una tirada de 1.500 ejemplares. Dice Piglia que Los sorias pertenece a la estirpe de los libros que circulan de mano en mano, como una carta privada destinada a todo el mundo. Y no podría estar más de acuerdo.
Detalle de la cubierta de Matías Sánchez
El realismo delirante
A su estilo, a su poética y narrativa, el propio Laiseca agencio un término para referirse a ella: realismo delirante. Una etiqueta literaria personal donde trabaja con la realidad a partir de la exageración, donde hace distorsiones a través del delirio justamente para remarcar partes de la realidad que son poco vistas. Sin una definición oficial —ni falta que hace— Los sorias es la muestra perfecta de lo que Alberto Laiseca pretendía. Lejos de buscar una evasión de ello, su mirada enajenada repleta de desmesura y humor negro busca desconcertarnos mediante las hipérboles, las referencias y la absoluta parodia influenciada siempre por el cine, la ciencia ficción, las novelas de aventuras o la novela negra; a la cual homenajea en concreto en varios episodios, como cuando Personaje Iseka se convierte en Agente de las I doble E (la agencia secreta que opera en Tecnocracia). Así, Laiseca, genio absoluto, nos mantiene hechizados en una alucinación constante con la pregunta: ¿Y ahora qué (carajo) viene?
Y es que Laiseca, buen conocedor del género fantástico (dale a un vistazo a su programa en televisión Cuentos de terror en el canal de cable I.Sat) logra en Los sorias —y en su obra, según dicen— un torrente narrativo donde lo absurdo, lo hiperbólico y lo extraño conviven con la más absoluta cotidianidad. Ya decía el propio Laiseca que el delirio potencia la realidad y la realidad potencia el delirio. Este imperante realismo delirante recorre temas absolutamente auténticos—política, religión, poder, filosofía, dinero, relaciones, amor— y universales, atravesados siempre por géneros hasta entonces (y bueno, ahora) considerados menores, todo ello suplementado y vitaminado por una voz narrativa cargada de humor y sátira. Y aunque todo en Los sorias pueda verse como una excesiva acumulación desordenada de episodios locos, bizarros y grotescos (¿Por qué Personaje de repente quiere crear un zombi?), la destreza narrativa de Laiseca dispara con acierto y traza una trama a la que agarrarse —nuestra propia historia como humanidad— mientras suelta parrafadas casi imposibles que promulgan su visión del mundo y de la vida misma.
A su estilo, a su poética y narrativa, el propio Laiseca agencio un término para referirse a ella: realismo delirante. Una etiqueta literaria personal donde trabaja con la realidad a partir de la exageración, donde hace distorsiones a través del delirio justamente para remarcar partes de la realidad que son poco vistas. Sin una definición oficial —ni falta que hace— Los sorias es la muestra perfecta de lo que Alberto Laiseca pretendía. Lejos de buscar una evasión de ello, su mirada enajenada repleta de desmesura y humor negro busca desconcertarnos mediante las hipérboles, las referencias y la absoluta parodia influenciada siempre por el cine, la ciencia ficción, las novelas de aventuras o la novela negra; a la cual homenajea en concreto en varios episodios, como cuando Personaje Iseka se convierte en Agente de las I doble E (la agencia secreta que opera en Tecnocracia). Así, Laiseca, genio absoluto, nos mantiene hechizados en una alucinación constante con la pregunta: ¿Y ahora qué (carajo) viene?
Y es que Laiseca, buen conocedor del género fantástico (dale a un vistazo a su programa en televisión Cuentos de terror en el canal de cable I.Sat) logra en Los sorias —y en su obra, según dicen— un torrente narrativo donde lo absurdo, lo hiperbólico y lo extraño conviven con la más absoluta cotidianidad. Ya decía el propio Laiseca que el delirio potencia la realidad y la realidad potencia el delirio. Este imperante realismo delirante recorre temas absolutamente auténticos—política, religión, poder, filosofía, dinero, relaciones, amor— y universales, atravesados siempre por géneros hasta entonces (y bueno, ahora) considerados menores, todo ello suplementado y vitaminado por una voz narrativa cargada de humor y sátira. Y aunque todo en Los sorias pueda verse como una excesiva acumulación desordenada de episodios locos, bizarros y grotescos (¿Por qué Personaje de repente quiere crear un zombi?), la destreza narrativa de Laiseca dispara con acierto y traza una trama a la que agarrarse —nuestra propia historia como humanidad— mientras suelta parrafadas casi imposibles que promulgan su visión del mundo y de la vida misma.
Ejemplos, durante las 1360 hojas, como puedes imaginar, hay a patadas y no faltan. Y es que aunque el tono festivo y aventurero no pierde el timón en ningún momento, hay instantes que se revelan como puro genio único en su especie. Los discursos y largas digresiones filosóficas del Monitor nos llevan hasta la carcajada absoluta. La creación de ejércitos que operan con unas lógicas imposibles durante sus conquistas revientan nuestro cerebro. El equipo de magos y esotéricos comandados por el inconfundible Decamerón de Gaula hará las delicias de cualquiera. O las casi 100 páginas en la que dos mendigos montan un palacio de la ópera empeñados en representar El anillo del nibelungo, principal (descubrimos) intertexto de la novela. El barroquismo de Laiseca, repleto de párrafos largos, referencias literarias, musicales y cinematográficas, deambulando entre lo erudito y lo vulgar, entre lo trágico y lo cómico, ve el mundo con sus ojos de disparate y nos infunda parte de su inigualable creatividad, de una desmesura inolvidable como la de leer este libro. Con los juegos intertextuales por norma y la superposición de géneros como regla, Los sorias distorsiona la realidad hasta términos grotescos, pero sin nunca perder su anclaje real y emocional. Entre lo paródico, lo laberíntico y salvaje de todo lo contado, hay algo, algo que se queda y que nunca te deja marchar. O, más bien, que no quieres dejar ir.
Imagen de Alberto Laiseca
Buscando la totalidad
Se dice que la novela total es la novela imposible con la que sueña —de día o de noche, despierto o entre imágenes imaginadas— el escritor. Es aquella que permite la comprensión total del mundo, la vida y el ser humano. Un punto de inflexión donde nada vuelve a ser lo mismo. Para mi, leer Los sorias, ha establecido ese nuevo punto, ese hito vital, como cuando caí en las garras de El atlas de la nubes (y el Mitchellverse) o baje las escaleras de Casa de hojas. Es, en ese aspecto, total. Los sorias es una novela sobre el poder, sin restricciones morales y sin tabúes sexuales, repleta de dolor, violencia y si, amor, mucho amor. Y no, no solo del romántico. Es un laberinto de historias intrincadas sobre lo absurdo de la guerra, la fuerza del arte y sobre todo, la concepción del poder. El poder es el arma fundamental del ser humano, una cuchilla afilada que debe ser tratada como es debida para no convertirnos en monstruos. Cada uno ostentamos nuestro poder y decidimos que hacer con él. Así, en el libro, la figura del Barbudo (y otros cercanos al Monitor) reflejan este saber y nos lo hacen ver como lectores. Pensar en ello. O las decenas de momentos, como por ejemplo, un descenso tal Dante por su Infierno con el Monitor por su (absurda) ciudad subterránea de torturas en creciente espiral de dolor. Cada instantánea está destinado a que abandone y comprenda la figura de mando, que entienda que humanización y poder deben ir de la mano, ser ondas sincronizadas para perdurar como pueblo.
Los sorias se mueve mediante la encrucijada de ver a los demás y romper el yo interno, el del Monitor, ciego a lo que le rodea, libre para crecer, como busca Personaje desde que huye de la pensión. Basta mirar al horizonte político actual para pensar que alguno debería leer este libro. Por qué entre tangos pornográficos, terribles astrales y linyeras, agentes secretos, telefónicos y ingenieros con ideas alucinadas, Los sorias, aparte de parodia de las dictaduras y totalitarismos (o de gente chismosa), vincula el poder de las ideologías extremas (el eterno conflicto Mozart y Anti-Mozart, positivo y negativo) en una lucha no solo política, sino también religiosa (Exaltatélico vs. Tecnología), mística e incluso artística. Laiseca habla de la destrucción interna de los que ostentan el poder absoluto, de la represión y tortura para mantenerse en el poder, o del delirio por el cual se justifican las decisiones más atroces. Los propios humanos le hacemos el juego al Anti-Ser (divinidad demoníaca y fuerza oscura de la novela) destruyéndonos a nosotros mismo de acuerdo con teologías, ideologías y creencias absolutas que sólo hacen aumentar la intolerancia y deshumanizan al prójimo, justificando actos inmundos.
Se dice que la novela total es la novela imposible con la que sueña —de día o de noche, despierto o entre imágenes imaginadas— el escritor. Es aquella que permite la comprensión total del mundo, la vida y el ser humano. Un punto de inflexión donde nada vuelve a ser lo mismo. Para mi, leer Los sorias, ha establecido ese nuevo punto, ese hito vital, como cuando caí en las garras de El atlas de la nubes (y el Mitchellverse) o baje las escaleras de Casa de hojas. Es, en ese aspecto, total. Los sorias es una novela sobre el poder, sin restricciones morales y sin tabúes sexuales, repleta de dolor, violencia y si, amor, mucho amor. Y no, no solo del romántico. Es un laberinto de historias intrincadas sobre lo absurdo de la guerra, la fuerza del arte y sobre todo, la concepción del poder. El poder es el arma fundamental del ser humano, una cuchilla afilada que debe ser tratada como es debida para no convertirnos en monstruos. Cada uno ostentamos nuestro poder y decidimos que hacer con él. Así, en el libro, la figura del Barbudo (y otros cercanos al Monitor) reflejan este saber y nos lo hacen ver como lectores. Pensar en ello. O las decenas de momentos, como por ejemplo, un descenso tal Dante por su Infierno con el Monitor por su (absurda) ciudad subterránea de torturas en creciente espiral de dolor. Cada instantánea está destinado a que abandone y comprenda la figura de mando, que entienda que humanización y poder deben ir de la mano, ser ondas sincronizadas para perdurar como pueblo.
Los sorias se mueve mediante la encrucijada de ver a los demás y romper el yo interno, el del Monitor, ciego a lo que le rodea, libre para crecer, como busca Personaje desde que huye de la pensión. Basta mirar al horizonte político actual para pensar que alguno debería leer este libro. Por qué entre tangos pornográficos, terribles astrales y linyeras, agentes secretos, telefónicos y ingenieros con ideas alucinadas, Los sorias, aparte de parodia de las dictaduras y totalitarismos (o de gente chismosa), vincula el poder de las ideologías extremas (el eterno conflicto Mozart y Anti-Mozart, positivo y negativo) en una lucha no solo política, sino también religiosa (Exaltatélico vs. Tecnología), mística e incluso artística. Laiseca habla de la destrucción interna de los que ostentan el poder absoluto, de la represión y tortura para mantenerse en el poder, o del delirio por el cual se justifican las decisiones más atroces. Los propios humanos le hacemos el juego al Anti-Ser (divinidad demoníaca y fuerza oscura de la novela) destruyéndonos a nosotros mismo de acuerdo con teologías, ideologías y creencias absolutas que sólo hacen aumentar la intolerancia y deshumanizan al prójimo, justificando actos inmundos.
En este tapiz total, absoluto, se mueve Los sorias: desde un ínfimo espacio en una pequeña pensión hasta la más absoluta amplitud de su geografía postapocalíptica de dictaduras. Desde lo doméstico hasta lo divino. Desde el populacho hasta los dictadores. La humanización, el ascenso y caída de un déspota como centro satelital de todo. Ahora, como da título Ricardo Piglia al prólogo que firma al principio del libro, yo también pertenezco a La civilización Laiseca. Y tú ¿te vienes?
¡Tecnocracia!
¡Monitor!
¡Triunfo!
Otras reseñas de interés:
Te agradezco la entrada, pero, además de por su dimensión, creo que no es un libro para mí. Un beso.
ResponderEliminar¡Qué gran entrada, Mangrii! Muchas gracias por tu compartirla.
ResponderEliminarEl libro... no sé, lo absurdo y lo bizarro no acaban de casar de conmigo... Lo pensaré.
Un beso.