El examinador, de Janice Hallet

El examinador
Janice Hallet (trad. de Claudia Casanova)
Ático de los libros
Rústica con solapas | 600 páginas | 22,95€



Una vez más, Janice Hallet ha conseguido sorprenderme y mantenerme hipnotizado con un libro suyo. Pese a que de nuevo comparta medios y estilo con otros de sus títulos (La apelación, El código Twyford, El misterioso caso de los Ángeles de Alperton), El examinador consigue sentirse como algo nuevo, totalmente diferente y, a la vez, familiar. Ya lo comentó en la entrevista que tuve el honor de poder hacerle, que ella siempre se hace una promesa al empezar una nueva historia: esta novela debe ser diferente a las demás. El examinador son seiscientas páginas que pasan (como siempre) en un suspiro (como siempre) entre conversaciones de un foro interno, mensajes de Whatsapp e informes de actividades universitarias, repleta de personajes (más) turbios, giros brillantes y un clímax inesperado. Bueno, y un asesinato, claro.

Ayudando al examinador externo
Estimado lector: Necesito supervisar las notas finales de un programa máster en una prestigiosa universidad. A pesar de tener acceso a todos los documentos necesarios y a algunos que normalmente no esperaría ver, soy incapaz de calificar las trabajos. De hecho, no logro comprender en absoluto lo que sucedió en aquel curso […] Agradecería tu ayuda. Por favor, lee la documentación adjunta y dame tu opinión. Así se nos presenta el nuevo libro de Janice Hallet, como un dossier de información con las conversaciones, foros y ensayos entre seis estudiantes de un nuevo curso de Arte Multimedia en la Universidad Royal Hastings. En ella, el examinador, es una persona contratada para calificar los trabajos finales de los estudiantes, una instalación artística para una empresa local de soluciones en la nube que podría tener intenciones ocultas. Sin embargo, el examinador advierte que alguien está en peligro... o ya ha muerto.

Entre los seis estudiantes, y su directora del curso, todo son sospechas y problemas desde el primer día. Jem, una talentosa escultora recién graduada obsesionada por dejar su huella como artista que me recordaba (e irritaba) tanto como Isabel Beck en La apelación. Patrick, un vendedor de una tienda de materiales de arte que echaba de menos dibujar. Ludya, una madre soltera y diseñadora gráfica a la que solo le mueve el dinero. Jonathan, director de una galería familiar pero con poca experiencia en la práctica artística. Alyson, una artista de éxito que parece estar sobrecualificada para el curso. Y, mi favorito, Cameron, un alto ejecutivo de marketing en busca de un hobby o un cambio de carrera. Los seis son insoportables, problemáticos, ambiguos, de dudosa ética y trato. Y lo seis, parecen estar metidos en algo mucho más grande de lo que parece.


La novela epistolar moderna
El examinador combina extractos de un foro interno de la universidad (Doodle, bravo Janice), correos electrónicos, diarios personales, ensayos y mensajes de WhatsApp para contar su historia. Como en cualquier grupo, existen chat grupales separados creados para cotillear, las denuncias, las denuncias de otros estudiantes, las trampas, los secretos… Pronto descubrimos que varios estudiantes tienen otros planes. Las pequeñas mentiras y las diferentes perspectivas de las situaciones se revelan simultáneamente al lector, de modo que uno espera con ansias el momento en que todo se derrumbe y se revele la verdad. Una vez más, un libro de Janice Hallet, con su particular formato, hace que sea muy fácil y entretenido de leer, a la vez que difícil de dejar de hacerlo.

De una hipótesis a otra, con predicciones imprecisas y giros que se suceden en un colofón final, todo parece funcionar a la perfección. Todo está tramado al detalle, como declaró en la entrevista, gracias a su ingeniería inversa. Sin embargo, creo que el enfoque de La apelación es mucho más efectivo que el de El examinador, al menos en sus intermedios. El aporte de los examinadores es prácticamente nulo en la historia. No denota una especial preocupación, salvo por Ben Sketcher, el examinador principal, y esa nota inicial. Sin embargo, sigue resaltando el poder de Janice para con este estilo moderno de novela epistolar ser capaz de dotar a los personajes de un gran carácter solo a través de sus comunicaciones. Quizá, el elenco más pequeño de este libro, haga mucho mejor este trabajo. Los seis estudiantes quedan muy bien retratados con el paso del primer tercio del libro, algunas de sus intenciones y, sobre todo, lo que parecen ocultar. No revelan nada, pero dejan claro que no son trigo limpio. Un mecanismo más para que El examinador sea difícil de soltar.

Imagen promocional de su (espectacular) nueva edición en inglés

La educación y el arte a través de la escritura
Uno de los rasgos diferenciadores de El examinador con respecto a sus otras novelas es su oscuridad. Ya la teníamos presente en El misterioso caso de los Ángeles de Alperton, el tema de la secta incitaba a ello. Sin embargo aquí, en El examinador, es la claustrofobia lo que funciona como una olla a presión, donde en un círculo reducido de estudiantes y su tutor, la paranoia, los celos y la competencia se magnifican hasta corroer a cada uno de los estudiantes. Es curioso como Janice retrata y satiriza el mundo del arte y los estudios, llevándolo hasta el extremo, con seis personas cuyas personalidades y dinámicas no hacen más que chocar desde el primer minuto. La competencia entre ellos se vuelve extrema, los celos y las dudas, generan la chispa, y el trabajo final en equipo, prende la llama. Es curioso como unos ensayos ven mucho más allá de lo que se quiere decir. Comentaba Janice en la entrevista que tuvimos que mientras escribimos, revelamos cosas incluso mientras intentamos ocultarlas. El examinador es una buena muestra de ello, así como un comentario sobre el mundo del arte y la importancia de estudiar una carrera sobre cualquier cosa más allá de simplemente con la finalidad de encontrar trabajo o el éxito.

Una comedia negra satírica sobre el lado oscuro del trabajo en equipo
La segunda mitad de El examinador da un giro curioso y sombrío a todo lo planteado. Mientras primero el alumnado se dedicaba a tareas individuales, en el trabajo grupal final es donde está el giro sombrío que Janice Hallet tenía bajo la manga. ¿Quién iba a imaginar que un simple curso de posgrado en arte conlleva tanto peligro? El examinador degenera en una especie de thriller conspiranoico, con detalles que cobran importancia más adelante y un tono de humor satírico desternillante. Lo que descubrimos es que cada uno, provenientes de ámbitos sociales muy diferentes, tienen objetivos y motivaciones muy distintas para asistir al curso. Sin embargo, todos se necesitan para obtener lo que buscan. Como en la vida misma, en ese lugar, vemos el lado oscuro del trabajo en equipo.

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