The Lola Quartet, de Emily St. John Mandel

The Lola Quartet
Emily St. John Mandel
Picador
Tapa blanda / digital | 288 páginas | 9,50€ / 12,50€



Antes de alcanzar la fama con Estación Once en 2014 o (la más reciente) El mar de la tranquilidad en 2022, Emily St. John Mandel había escrito tres novelas de ficción literaria que se inclinaban hacia el thriller, el suspense y el noir, aunque ninguna está traducida en español. La primera, Last Night in Montreal (2009), nos llevaba hasta la ciudad canadiense y una noche donde tres vidas enredadas encuentran su final. La segunda — y diría que mi favorita de las tres— es The Singer´s Gun (2010), una historia sobre un hombre que huye de su pasado. La tercera, y de la que hablaré hoy, The Lola Quartet (2012) —que toma su nombre (y algo más) de la película Corre, Lola, corre—, nos presenta a un periodista caído en desgracia, un narcotraficante, una adicta al juego, un policía y una madre descarriada con su hijo a la fuga cuyas vidas están unidas por un pasado del que no son del todo conscientes.

The Lola Quartet
La historia comienza diez años después del concierto final de un cuarteto de amigos de la escuela secundaria en Florida que se unieron como parte de un club de jazz, tocando conciertos informales para los otros estudiantes. También fue la última vez que Gavin Sasaki vio a Anna, su novia de la escuela secundaria, antes de que ella se fuera de la ciudad sin decir palabra. Ahora, en 2009, Gavin es reportero de un periódico en Nueva York cuando regresó a su Florida natal para cubrir una historia. Mientras visita a su hermana, ella le muestra una fotografía de una niña que vio en una casa que actualmente estaba siendo embargada. La niña se ve idéntica a Eilo (su hermana) de niña, y Gavin se obsesiona con la idea de encontrar a Anna y a esta niña, que muy probablemente sea la hija de Gavin. Esta búsqueda le llevará hasta los demás miembros del cuarteto. Sin embargo, todos tienen algo en común: ninguno quiere hablar con Gavin sobre Anna.


Enhebrando el Mandelverse
Desde antes de El mar de la tranquilidad, Emily St. John Mandel ya había dejado claro la existencia de un universo (articulo pronto en sus pantallas) compartido al puro estilo de David Mitchell y su Mitchellverse: personajes que aparecen de nuevo en otros libros o respuestas a tramas que quedan, de alguna forma, abiertas. En la edición (sólo canadiense) aniversario de Estación Once, se incluyó, además de un mapa de constelaciones que une todas la novelas y personajes, este extracto que definía el Mandelverse: cada novela de Emily St. John Mandel es un universo propio, pero también, en cierto modo, parte de la misma historia mayor. Los personajes se transmiten de un libro a otro, al igual que los lugares, las frases, la literatura y la música, formando conexiones como constelaciones en el mismo cielo ficticio. Todos existen, pero no necesariamente de la misma manera en los distintos mundos de cada libro. Ninguna estrella brilla para siempre, pero por ahora, aquí están algunas de las estrellas del universo Mandel. Y aquí, por ejemplo, hay una alusión a Jonathan Alkaitis, el multimillonario estafador que sería protagonista de El Hotel de Cristal años más tarde.

Saltándose la cronología lineal (una vez más)
Hay un elemento curioso en las seis novelas de Emily St. John Mandel que he leído: su forma de contar historias. Y aunque Mandel parece siempre obsesionada con contar las vidas de jóvenes marginadas de la sociedad, jóvenes abandonados, vidas del turno de noche y existencias en moteles baratos —tanto que a veces parecen pertenecer a la misma novela— siempre consigue ser fascinante. Los miembros del cuarteto, así como algunos otros juntos, trabajan juntos para contarnos la historia. Al pasado, al presente, no importa. Todo se mueve, se desdibuja y rebosa en historias tangenciales que consiguen encajar una con otra para dar forma a la historia de Anna. Aunque más bien, a la de Gavin, que en este caso, es el centro del libro. La cronología lineal no existe ( ni espero que lo haga) en las novelas de Mandel, y es justo esta forma, siempre tan armoniosa e interesante, la que consigue crear personajes únicos.

La novela más triste
The Lola Quartet es una novela sin esperanzas. Diez años después del gran (y último) concierto, nos presenta de nuevo a un cuarteto de personas perdidas. Uno que ha renunciado a todo y es adicto a los analgésicos, otro que pierde su mujer y su trabajo, otro, convertido en un policía con problemas económicos, y otra, que vive enfrentando una grave adicción al juego y trabaja en un restaurante abierto las 24 horas. La historia de Mandel incide sobre como los errores de juventud pueden atormentar la vida de una persona. El arrepentimiento, la amistad y la lealtad fluyen como temas de la novela. Mandel sabe capturar la irracionalidad e imprevisibilidad el ser humano a través de cuatro personas vulnerables que se mueven por distintos niveles de peligros. No hay buenos ni malos —salvo uno—, si no que todos se mueven por zonas grises y negociaciones complejas con su propia moralidad. Una vez más, Mandel habla sobre la inocencia perdida, esta vez a través de un cuarteto que se convirtió en cómplice de una serie de malas decisiones. Como diría Mauro Croche: ¿Qué serías capaz de hacer por amor... y hasta dónde estarías dispuesto a afrontar las consecuencias de tus actos?

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