Carlos Di Urarte
Ediciones El transbordador
Decisiones que marcan un destino
Perdí mi alma cuando tenía trece años, sin ni siquiera haber desayunado, dice Leo Vicar iniciando el primer capítulo del libro. Aguardando en una celda marcial, en un penal de aspecto gótico azotado por el mar, Leo Vicar empieza a contar su historia antes de ser ejecutado (cuatro veces) por petición de la reina. Leo acepta contar su historia, desde su tiernos 13 años donde todo empezó, hasta el momento en que ha sido capturado. Todo un viaje del antihéroe narrado por un protagonista carismático, imperfecto y cuyo camino ha sido complicado, destructivo y repleto tanto de estupideces como de aciertos. Torturado y sin un brazo, comienza su historia (y confesión) en Salitre y cenizas, donde la aparición de una mujer enigmática traída por las olas —cubierta de tatuajes de tentáculos— cambió su destino, y de cómo su primer amor, desencadenó un brutal descenso al abismo.
Fragmento de la cubierta de Juan Alberto Hernández
Trasuntos nacionales
Ni el propio Carlos se esconde en que el mundo de La Corona del Oráculo está ambientado en un mundo de fantasía con inspiración europea. Concretamente, la trama se sitúa en algún lugar semejante al norte de España. También podríamos hablar de religión, donde el cristianismo del Dios Pescador y el culto a su hijo el Cristo Ahogado rigen a (gran parte de) la población y sus creencias, en una especie de catolicismo puro e intransigente. O, más en concreto, de los textos sagrados (Diestra y Siniestra), que sólo pueden ser leídos por sacerdotes, monjes o las Hermanas de la Siniestra. Entre todo ello, se cuela la magia, por supuesto. Una magia poblada de nigromantes, demonios de diferentes tipos, humores del cuerpo y mucho (pero mucho) que nos queda por descubrir en las posteriores entregas de la trilogía. Es decir, La Corona del Oráculo cuenta con un lore que hará (y promete) las delicias a más de un jugón del Blasphemous o Elden Ring, de esos mundos de fantasía oscura repletos de suciedad, sangre y vísceras con un humor no apto para todos los estómagos y cuerpos.
Un buen comienzo
Tanto el prólogo como el epílogo —y la sinopsis— de Salitre y cenizas nos ponen al tanto de que Leo es alguien capaz de muchas cosas de las que aún no somos conscientes. De poderes inimaginables. Su ejecución debe ser cuidadosamente preparada, por qué es un Oráculo, una figura de poder de dimensión profética en el universo de Carlos. Sin embargo, estamos viendo sus inicios, un primer capítulo que se muestra como una especie de contraste entre la corrosión marina y la destrucción ígnea que evoca el título de la cubierta de Juan Alberto Hernández. La pérdida de la inocencia de un niño que no ha tenido suerte jamás en la vida. Como primera novela de una trilogía, por supuesto, tiene varias dosis de infodump que a veces interrumpen el flujo narrativo, pero que son consecuentes con la construcción de un universo para una (digna) trilogía. Un primer pilar que se siente sólido, sorprendente, con un giro en el capítulo 2 que determinará si la novela te va a gustar o mandas todo a paseo, pero que sería spoiler comentar. Un giro que aporta algo nuevo a un esquema ya conocido y le da una nueva perspectiva. Para mí, un sí rotundo. Nos vemos en Hábito y mortaja, Leo.
Tanto el prólogo como el epílogo —y la sinopsis— de Salitre y cenizas nos ponen al tanto de que Leo es alguien capaz de muchas cosas de las que aún no somos conscientes. De poderes inimaginables. Su ejecución debe ser cuidadosamente preparada, por qué es un Oráculo, una figura de poder de dimensión profética en el universo de Carlos. Sin embargo, estamos viendo sus inicios, un primer capítulo que se muestra como una especie de contraste entre la corrosión marina y la destrucción ígnea que evoca el título de la cubierta de Juan Alberto Hernández. La pérdida de la inocencia de un niño que no ha tenido suerte jamás en la vida. Como primera novela de una trilogía, por supuesto, tiene varias dosis de infodump que a veces interrumpen el flujo narrativo, pero que son consecuentes con la construcción de un universo para una (digna) trilogía. Un primer pilar que se siente sólido, sorprendente, con un giro en el capítulo 2 que determinará si la novela te va a gustar o mandas todo a paseo, pero que sería spoiler comentar. Un giro que aporta algo nuevo a un esquema ya conocido y le da una nueva perspectiva. Para mí, un sí rotundo. Nos vemos en Hábito y mortaja, Leo.
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