Last night in Montreal, de Emily St. John Mandel

Last night in Montreal
Emily St. John Mandel
Picador
Paperback / Digital | 240 páginas | 9,95€ / 9,10€



Cuando hace unos días descubrí que Last Exit, la próxima novela de la canadiense Emily St. John Mandel, conectaba directamente con su segunda novela —The Singer’s Gun—, me dije a mi mismo que era el momento perfecto para (intentar) leer sus tres primeras novelas (hasta ahora inéditas en español), y configurar —al igual que hice con el Mitchellverse en su momento, ya que comparten similitudes— una especie de guía para novatos en el Mandelverse que verá la luz en un futuro artículo del blog. Y aquí estamos, dando el primer paso, con la lectura de Last night in Montreal, su novela debut: una obra de ficción literaria y ficción policial que como siempre ocurre con Emily St. John Mandel cuesta encasillar en un solo género. La primera novela de Emily St. John Mandel es un thriller al uso (en parte) pero convertido en una especie de puzle desordenado (como en posteriores novelas) en el tiempo donde su estructura se convierte en juego, en el descubrimiento de un pasado que un presente parece haber olvidado, pero otros, por lo que parece, si conocen. Un thriller, una historia de amor y de trauma que muestra la promesa (ya consagrada) de una autora, que en habilidad y estilo, ya apuntaba a sus (brillantes) obras futuras como Estación Once y El mar de la tranquilidad.

Una mujer en (constante) fuga
Esta es la historia de Lilia. También la de Eli. Lilia es una mujer que solo vive el presente, sin recordar una vida anterior, siempre viviendo constantemente en la carretera, de una ciudad a otra cada poco tiempo. Lilia nunca está más de unas semanas en el mismo lugar, sabe que siempre habrá una última noche en cada uno de ellos. Sin embargo, un día conoce a Eli, con el que pasa algunas de estas semanas. Aunque Eli sabe que esto va a suceder, no está dispuesto a dejarla ir sin luchar por ella. Se ha prometido seguirla allá a donde huya, aunque no sepa cuando va a pasar. Sin embargo, lo que no sabe, es que él no es el único que la sigue. Un detective privado lleva años obsesionado con su caso, más allá de la búsqueda oficial, y lleva años en su búsqueda. Todo nos lleva a Montreal, donde la(s) verdad(es) serán reveladas, y tres vidas confluyen con varias del pasado.

Portada original de Las night in Montreal (Vintage)

Temas recurrentes, distinta historia
La imagen de leer Last night in Montreal es la de ir conduciendo por un desierto sin destino. Las preguntas a por qué de ese viaje forman la trama, así como las trágicas consecuencias de todo lo que derivó en la salvación de una persona, de una niña, para tantas otras. Lilia, una misteriosa reina de hielo que camina por la cuerda floja en busca de liberarse de su pasado, busca su propósito en el viaje, su significado en el (difícil) hermanamiento con otras y una curación, para si misma, en sus recuerdos olvidados que otros le ayudan a traer de vuelta. Eli o el detective, sin embargo, se guían por su instinto masculino protector, y el viaje, para ellos, significa algo contrario: solo quieren saber que está bien, protegerla de todo el mal propio que la rodea. Son nobles, actuando lo mejor que pueden, pero son incapaces de pasar página. Así, Last night in Montreal se configura como un análisis matizado de la obsesión, de las formas emocionales que toma el trauma infantil, afectando de forma directa (e indirecta) a todo un círculo (conocido o no) de personas.

Vistazos a un futuro
Las estructura y estilo de Last night in Montreal es una evocación sin pulir de lo que podremos leer más adelante en Estación Once, El hotel de cristal o El mar de la tranquilidad. Mandel cuenta una historia fragmentada, que probablemente, de otra forma, no tendría un componente tan absorbente. Toma la clásica estructura policial y la retuerce, con una línea principal de tiempo que arroja pistas de eventos pasados, e intercalados, casi en orden cronológico inverso, la autora nos deja eventos del pasado que ponen el foco en ciertos personajes que orbitan alrededor de Lilia. Son una forma de retrato, a veces interrumpidas por largas divagaciones sobre lenguas muertas y otros temas, que dan sentido a sus decisiones en el presente, dando forma una especie de doble hélice argumental inversa que avanza en paralelo en vez de forma lineal. Una forma, como veríamos en otras de sus novelas, que le gusta adoptar, donde las perspectivas de varios personajes están interconectadas en algunos puntos que el lector (casi) nunca puede esperar. Una especie de baile, continuo, al son de la danza marcada siempre por Emily St. John Mandel, en esta ocasión, por primera vez.

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