E. B. Hudspeth (trad. de Manuel Mata)
Minotauro
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El clásico científico loco
La primera parte del libro, una falsa biografía con lenguaje moderno entretejida con unos pocos documentos, no es otra cosa que la clásica historia de científico loco de la era victoriana. Un doctor Jekyll y Mr. Hyde, un Victor Frankenstein o Dr. Moreau en toda regla. La historia del doctor Spencer Black es la de un cirujano ilustrado del siglo XIX que se interesa en por qué suceden los nacimientos anormales y lo defectos congénitos, ya que no cree que la naturaleza sea la que cometa dichos errores. Su interés, cada vez más obsesivo, persigue la meta de demostrar que las criaturas mitológicas no forman parte del folclore, si no que son la naturaleza perdida de la humanidad que él mismo peleará por demostrar y restaurar. Sin embargo, a falta de ser un relato de ficción ilustrado, El resurreccionista más bien utiliza esta primera parte para acompañar (y justificar) al libro de arte posterior, pero no para entretejer una gran historia entre ambos.
Por eso, esta pequeña memoria de acontecimientos, apenas pasa de las 70 páginas. Escrita como si un curador de un museo elaborará un discurso para su recorrido por épocas, con pruebas y fragmentos de diarios y cartas, la breve biografía —francamente mundana— se queda como una historia que ya hemos escuchado antes. El de la obsesión por un trabajo que lo domino y lo llevo a traspasar los límites éticos y morales, hasta que lo vuelve verdaderamente loco. Ya dice el propio E. B. Hudspeth en alguna entrevista, que la historia fue inspirada por el arte y no al revés: todo comenzó como un proyecto sobre la justificación para la musculatura de las alas de un ángel. Entonces, la obra de arte fue lo primero, y el doctor loco de siglo XIX llegó después, lo cual le da legitimidad al periodo de tiempo y el texto, pero se queda en algo anecdótico, convencional y básicamente complementario al delicioso (sobre todo para escritores del fantástico) códice de bestias.
La primera parte del libro, una falsa biografía con lenguaje moderno entretejida con unos pocos documentos, no es otra cosa que la clásica historia de científico loco de la era victoriana. Un doctor Jekyll y Mr. Hyde, un Victor Frankenstein o Dr. Moreau en toda regla. La historia del doctor Spencer Black es la de un cirujano ilustrado del siglo XIX que se interesa en por qué suceden los nacimientos anormales y lo defectos congénitos, ya que no cree que la naturaleza sea la que cometa dichos errores. Su interés, cada vez más obsesivo, persigue la meta de demostrar que las criaturas mitológicas no forman parte del folclore, si no que son la naturaleza perdida de la humanidad que él mismo peleará por demostrar y restaurar. Sin embargo, a falta de ser un relato de ficción ilustrado, El resurreccionista más bien utiliza esta primera parte para acompañar (y justificar) al libro de arte posterior, pero no para entretejer una gran historia entre ambos.
Por eso, esta pequeña memoria de acontecimientos, apenas pasa de las 70 páginas. Escrita como si un curador de un museo elaborará un discurso para su recorrido por épocas, con pruebas y fragmentos de diarios y cartas, la breve biografía —francamente mundana— se queda como una historia que ya hemos escuchado antes. El de la obsesión por un trabajo que lo domino y lo llevo a traspasar los límites éticos y morales, hasta que lo vuelve verdaderamente loco. Ya dice el propio E. B. Hudspeth en alguna entrevista, que la historia fue inspirada por el arte y no al revés: todo comenzó como un proyecto sobre la justificación para la musculatura de las alas de un ángel. Entonces, la obra de arte fue lo primero, y el doctor loco de siglo XIX llegó después, lo cual le da legitimidad al periodo de tiempo y el texto, pero se queda en algo anecdótico, convencional y básicamente complementario al delicioso (sobre todo para escritores del fantástico) códice de bestias.
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El atlas anatómico que dio vida al libro
Si me preguntan por qué merece la pena el libro es sin duda por el atlas anatómico que presenta en su segunda parte, donde realiza una guía científica realista ilustrando detalladamente monstruos legendarios. Centauro, arpía, sirena, cerbero,... Las láminas ilustradas, de gran tamaño y a dos colores, son un lujo para la vista y sin género de duda la mayor fortaleza del libro. La ilustraciones llegan a ser personajes del libro, con mayor peso en la vida de Spencer Black del que nos deja caer su breve biografía. Todo está cuidado hasta el detalle, como si se tratará de un volumen de Anatomía de Gray (que no de Grey) para lo macabro. Además, Minotauro ha lanzado al mercado una edición de coleccionista, simulando un verdadero volumen biográfico antiguo en tapa dura, así como respetando las láminas de gran tamaño y el papel de calidad.
Lo cual agranda mi pena porque la primera parte del libro no esté a la altura de la segunda. La naturaleza macabra de cada ilustración se acompaña por unos textos breves de Spencer que dejan entrever mucho más de lo que su biografía nos contó. En ese contexto donde se debatía sobre la naturaleza del humano, donde filósofos y científicos reflexionaban sobre las afirmaciones de Darwin y muchos de ellos trataban de conectar el desarrollo biológico y esquelético entre animales y hombres. Porque como Spencer, al ver sus dibujos finales, vemos parecidos razonables con esas criaturas que denominamos mitológicas. Sin embargo, aunque en el códice asegura haber visto ejemplares de cada bestia que ha dibujado, es un tema que se pasa por encima el texto anterior, como casi todos los demás misterios personales. Su biografía está repleta de agujeros superficiales por los que me gustaría mirar alguna vez. Ojalá E. B. Hudspeth se anime a ello.
Otros enlaces de interés:
Qué pena que la primera parte del libro no esté a la altura de la segunda. Me llamaba mucho la atención, pero creo que lo voy a dejar pasar.
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