Angela Carter (trad. de Jesús Gómez Gutiérrez)
Sexto Piso
Rústica / digital | 204 páginas | 15,50€ / 19€
Quieras (o no) el cuento siempre ha estado ahí. Historias que nos contamos a nosotros, historias que contamos a otros, historias que cuentan sobre nosotros. Todas podrían formar parte de la narrativa de esta red que llamamos vida. Pero el cuento, como elemento narrativo breve, en prosa, de hechos ficticios o reales, (también) siempre está ahí, desde hace miles de años. Y si hablamos de relatistas importantes en la historia de la literatura, nadie puede obviar la figura de Angela Carter. Si bien las interpretaciones queer y feministas de los cuentos de hadas clásicos son (más) comunes hoy en día, podemos poner en el radar a Angela Carter como una de las primeras en abordar estos relatos tradicionales de esta forma, donde extrae todo el subtexto establecido para crear algo nuevo, siempre latente en esos relatos tradicionales.
Decía Gemma Solsona en la CarterCon —culpable de esta (re)lectura y reseña— que tuvo lugar este año en el marco del Festival 42 de Géneros Fantásticos de Barcelona, que lo maravilloso no tiene que estar reñido con lo inquietante. Los relatos de La cámara sangrienta llevan (y actualizan) esta máxima hasta el final con textos ya explorados pero que surcan (siempre) un nuevo territorio, presentando aventuras gótico feministas de nuevas moralidades y perspectivas para el lector. Una desconstrucción al completo de lo folclórico que explora de forma apasionada los conceptos de deseo, poder y naturaleza humana. Un desafío para el lector en cada cuento de sus nociones preconcebidas, de tradiciones heteropatriarcales, que la convierten en única e irrepetible.
Decía Gemma Solsona en la CarterCon —culpable de esta (re)lectura y reseña— que tuvo lugar este año en el marco del Festival 42 de Géneros Fantásticos de Barcelona, que lo maravilloso no tiene que estar reñido con lo inquietante. Los relatos de La cámara sangrienta llevan (y actualizan) esta máxima hasta el final con textos ya explorados pero que surcan (siempre) un nuevo territorio, presentando aventuras gótico feministas de nuevas moralidades y perspectivas para el lector. Una desconstrucción al completo de lo folclórico que explora de forma apasionada los conceptos de deseo, poder y naturaleza humana. Un desafío para el lector en cada cuento de sus nociones preconcebidas, de tradiciones heteropatriarcales, que la convierten en única e irrepetible.
Ilustración interior de Alejandra Acosta
Angela Carter, una extraña buscando su lugar como extraña
Con esa frase, que dijo Beatriz Guirado en uno de los paneles de esa CarterCon, es como podemos leer a Angela Carter. Su desafío a los roles pasivos ocupados tradicionalmente por las mujeres en los cuentos de hadas (y la vida real) presentó a las mujeres como participantes activas de sus historias, retando toda convención, como esa Caperucita en La compañía de lobos que no sucumbe al lobo, lo enfrenta en igualdad de condiciones negándose a ser la víctima. Carter encuentra en estos cuentos la mejor forma para explorar ideas sobre la sociedad, el género y la identidad, mostrando una forma sutil de dar forma a este feminismo post-estructuralista que configura a las identidades femeninas actuales, desafiando la idea de una identidad de género universal y homogénea.
(Nuevos) cuentos que perduran en el tiempo
Un gato con botas que es obsceno y provocador. Una versión de Caperucita Roja sadomasoquista. Una reelaboración oscuramente erótica de Barba Azul. Una Bella y Bestia donde la transformación es deseada y animal. Una vampira melancólica y exhausta, con el deseo como una maldición trágica. La intención de Carter en La cámara sangrienta, como ella mismo dijo, no era hacer 'versiones' ni cuentos de hadas 'para adultos', sino extraer el contenido latente de los cuentos tradicionales y usarlo como punto de partida para nuevas historias. Su criatura híbrida y exótica de tradición y modernidad amplió su voz a un público más amplio e hizo que estos cuentos, publicados en 1979, sigan muy presentes en la actualidad.
Cada uno de los diez cuentos es una exploración sobre cómo las cosas podrían ser diferentes a través de la fantasía, pero siempre recurriendo a imaginarios y arquetipos de sus contrapartes originales. Por ejemplo, en La cámara sangrienta, el cuento que da título a la colección, no se castiga la curiosidad femenina, sino que es el agente salvador de la heroína. Podemos apelar en Carter entonces a una especie de fascinante intertextualidad constante, con múltiples referencias y símbolos a los cuentos originales (por ejemplo, en La cámara sangrienta, la cámara se mantiene pero tiene otro fin) que la hacen perdurar en el tiempo.
La ambiencia en Angela Carter
La prosa florida y gótica resalta en cada una de las historias de Carter. Algunas más tradicionales, otras más experimentales, todas tienen una atmósfera de ritual silencioso, de ornamento significativo, evocador y cautivador. Desde esa cláusula inicial que —alude a la tradición oral de los cuentos de hadas— funciona como el último martillazo de la forja, las historias nos seducen hacia ese mundo perverso, glamuroso y fatal habitual en Carter. Nos rodea una asombrosa y vivida materialidad, desgranada hasta el último detalle sensual, dejando el tiempo suficiente para crear suspense, para deleitarse vagando al lado de esa narradora anónima (habitual) que nos lleva por el nuevo camino de esta historia mítica. La tensión se acumula, es insostenible, y cada cuento estalla y se resuelve con una revelación explosiva de alivio que, una vez terminado, vemos que sutilmente había sido adelantada. Engañados por su hechizo, por su voz, las pistas de Carter están escondidas por esos mundos de castillos aislados, bosques oscuros y casas tenebrosas.
La ambiencia en Angela Carter
La prosa florida y gótica resalta en cada una de las historias de Carter. Algunas más tradicionales, otras más experimentales, todas tienen una atmósfera de ritual silencioso, de ornamento significativo, evocador y cautivador. Desde esa cláusula inicial que —alude a la tradición oral de los cuentos de hadas— funciona como el último martillazo de la forja, las historias nos seducen hacia ese mundo perverso, glamuroso y fatal habitual en Carter. Nos rodea una asombrosa y vivida materialidad, desgranada hasta el último detalle sensual, dejando el tiempo suficiente para crear suspense, para deleitarse vagando al lado de esa narradora anónima (habitual) que nos lleva por el nuevo camino de esta historia mítica. La tensión se acumula, es insostenible, y cada cuento estalla y se resuelve con una revelación explosiva de alivio que, una vez terminado, vemos que sutilmente había sido adelantada. Engañados por su hechizo, por su voz, las pistas de Carter están escondidas por esos mundos de castillos aislados, bosques oscuros y casas tenebrosas.
Ilustración interior de Alejandra Acosta
El cuerpo (femenino) en La cámara sangrienta
Más allá de las imágenes vividas que ofrece cada historia de La cámara sangrienta, Carter refleja en su lenguaje un gusto particular por el placer del mundo físico. Es una absoluta maestra en reflejar detalles sensuales y minúsculos pero que embriagan a cada una de las historias. Uno siempre la fisicalidad de todo lo que lee, mientras escucha cómo contadas al oído los relatos de estas heroínas que trata de liberarse de la prisión que la historia tiene preparadas para ellas. Sin embargo, todos estos relatos que enfrentan y destruyen el androcentrismo tradicional, están habitualmente enredadas con la violencia. Y, el principal foco sobre el que podemos ver todo esto, es el cuerpo.
En Bodies that bleed: Metamorphosis in Angela Carter's Fairy Tales (2020, Ledizioni), un ensayo de Anna Passolini, se habla (y analiza) justamente de cómo estos cuerpos que Carter utiliza son puras superficies de cambio, siendo estos el lugar donde se inscribe el cambio y el medio a través del cual se lleva a cabo la transformación. Un vehículo individual de cambio, un motor para la exención social impuesta. Una liberación de identidades constreñidas en seres híbridos, grotescos y liminales (como vampiros u hombres lobo) que transgreden los límites corporales y sociales. No son solo un objeto, son un sujeto activo de transformación, un lugar donde el cambio se promulga, eliminando los límites y renegociando sus posiciones y roles sociales para construir un orden social diferente.
En toda La cámara sangrienta Carter denuncia los roles de género fijos (la doncella pasiva o el príncipe salvador) y los matrimonios como estructuras opresoras. Además, aborda la sexualidad femenina no como algo pasivo y oculto, sino como una fuerza transformadora y activa de la que hablaba antes, a través del cuerpo. El despertar sexual es a menudo violento, pero conduce a la autoconocimiento y la liberación, como en La prometida del Tigre. Son estos algunos de los ejes de su crítica al patriarcado, utilizando la metamorfosis como su herramienta principal para subvertirlos. Un cambio que crea una nueva mitología donde las mujeres, liberadas de la prisión que la historia les tenía reservada, son las dueñas de su propio destino y de su deseo, sin importar lo oscuro o violento que sea el camino hacia el autoconocimiento. Una colección de historias que sigue siendo incómoda, esencial y fascinante cada vez que la lees. Un espejo de posibilidades para el (soñado) cambio.
Otros enlaces de interés:



Tengo este libro apuntado desde que se publicó, pero se ha convertido en un eterno pendiente... A ver si le hago hueco, porque estoy segura de que para mí también será un cinco estrellas :-)
ResponderEliminarUn beso y feliz semana lectora :-)