Thomas Pynchon (trad. de Antonio Prometeo Moya)
Tusquets
Rústica / digital | 192 páginas | 14€ / 3,99€
La herencia de Pierce Inverarity
Edipa Maas, la mujer de Mucho Maas, recibe un día una carta de un bufete de abogados que dice que su antiguo amante, Pierce Inverarity, ha muerto y la ha nombrado albacea de su testamento. Edipa viaja a San Narciso, el pueblo de Pierce, donde se encuentra con el abogado Metzger, que ha sido asignado para ayudarla ante tal enorme patrimonio. Es un poco extraño encontrarse tan involucrada de nuevo en la vida de su ex amante, aparte de descubrir que Pierce financió todo lo que estaba sucediendo en un pequeño pueblo de California. Comienza aquí el extraño viaje de Edipa, quien indaga sobre una antigua agencia de correos, Tristero, supuestamente extinta, pero que al parecer opera en la clandestinidad para beneficio de todos aquellos que se oponen al sistema de distribución convencional. Así, Edipa se ve envuelta en una vasta conspiración que involucra un servicio postal secreto y una disputa centenaria entre dos empresas de distribución de correo. O puede que simplemente esté perdiendo la cabeza.
Mirando a la historia
La novela refleja la agitación social y política de la década de 1960, con referencias a la contracultura, el consumo de drogas y la guerra de Vietnam. Es una de las décadas más turbulentas en la política y la sociedad de la historia estadounidense, con momentos tan reconocibles como el asesinato de John F. Kennedy y el de Martin Luther King, la lucha por los derechos civiles y, en cierta medida, los derechos de las mujeres. Pynchon hace ver de esta forma una sociedad estadounidense fragmentada, alimentada por la paranoia y las teorías conspirativas de los años 60. El viaje de Edipa es el mismo que el de muchas personas de la época, en busca de significado, en busca de comprensión, de dar sentido a su vida. Sin embargo, Pynchon nunca ofrece respuestas. Su mundo, surrealista e inquietante, nos deja perplejos y sin solución—de forma un tanto abrupta— en un lugar donde todo parece estar constantemente burlándose de sus propios sistemas.
La novela refleja la agitación social y política de la década de 1960, con referencias a la contracultura, el consumo de drogas y la guerra de Vietnam. Es una de las décadas más turbulentas en la política y la sociedad de la historia estadounidense, con momentos tan reconocibles como el asesinato de John F. Kennedy y el de Martin Luther King, la lucha por los derechos civiles y, en cierta medida, los derechos de las mujeres. Pynchon hace ver de esta forma una sociedad estadounidense fragmentada, alimentada por la paranoia y las teorías conspirativas de los años 60. El viaje de Edipa es el mismo que el de muchas personas de la época, en busca de significado, en busca de comprensión, de dar sentido a su vida. Sin embargo, Pynchon nunca ofrece respuestas. Su mundo, surrealista e inquietante, nos deja perplejos y sin solución—de forma un tanto abrupta— en un lugar donde todo parece estar constantemente burlándose de sus propios sistemas.
Paranoia y conspiración
Al igual que Edipo trata de resolver el enigma de la Esfinge, Edipa se autoafirma en la misión de intentar desvelar el misterio tras Trystero (a veces con i latina, a veces con y), el nombre que recibe ese desconocida red de correo clandestino. La narración en primera persona de Oedipa, como si fuera un monólogo interior, como un sueño febril interminable, hace que la lectura del libro fluya con una energía frenética e inconexa repleta de enigmas y extraños personajes. La sensación del sinsentido es una constante en La subasta del lote 49, convirtiéndose en una de sus identidades. La paranoia y las teorías conspirativas alimentan la trama, pero es la falta de comunicación lo que engloba todo el libro.
Edipa convertida en detective de lo oculto y nosotros, como lectores, desarrollando teorías, interpretando pistas y conectándolas a nuestra manera, construyendo significados subyacentes que den cierto sentido a todo. Sin embargo, el libro nos está diciendo (¡gritando!) que hay algo que está fallando. Que quizás ese sentido no exista. Hay un fracaso comunicativo, y nada de lo que recibimos es confiable. Desde las canciones de The Paranoids hasta la obra que explica el sistema de correo clandestino, todo satiriza sobre Estados Unidos pero a la vez nos dice, nos escupe a la cara, que no saquemos conclusiones. Que somos nosotros quien estamos dotando de significado al mundo, y no el mundo el que tiene significado propio.
Pynchon y los juegos de palabras
Una de las características más amenazantes de la prosa de Pynchon suele ser la prosa. No es para menos. La tendencia hacia las oraciones largas, densas y elaboradas que sobrecargan al lector de información son una de sus constantes y máximas, cómo ha adoptado gran parte de la literatura posmoderna. Sus juegos de palabras y referencias eruditas, otra de ellas. Así como esa curiosa dosis de humor absurdo (por ejemplo, Dr. Hilarius, que resulta ser un ex científico nazi) donde casi todos los extraños nombres de los personajes son una especie de juego de palabras y tienen cierta carga simbólica. Así, el texto de La subasta del lote 49 se convierte en algo desafiante pero a la vez estimulante, obligándote continuamente a cuestionar tus propias suposiciones e indagar en otras capas de lectura que se esconden (adrede) de la vista.
Ambigüedades y sinsentidos
La subasta del lote 49 no es una lectura para quienes buscan respuestas fáciles, comodidad o un viaje lineal. Es una experiencia, una especie de laberinto en el que Pynchon te invita a perderte para que, al igual que Oedipa, te confrontes con la ambigüedad y el sinsentido del mundo. No hay respuestas certeras, solo un viaje de autodescubrimiento. Es una reflexión sobre cómo construimos significado y realidades en un mundo tan repleto de sinsentidos y ambigüedades ¿El mundo está loco o somos nosotros quienes le inyectamos locura? La maestría de Pynchon para tejer una trama de paranoia y conspiración, saturada de humor absurdo y juegos de palabras, no solo divierte, sino que también nos invita a reflexionar sobre la fragilidad de la comunicación y la construcción de la realidad en un mundo plagado de posverdad. Comienza aquí mi era pynchoniana.
Pynchon y los juegos de palabras
Una de las características más amenazantes de la prosa de Pynchon suele ser la prosa. No es para menos. La tendencia hacia las oraciones largas, densas y elaboradas que sobrecargan al lector de información son una de sus constantes y máximas, cómo ha adoptado gran parte de la literatura posmoderna. Sus juegos de palabras y referencias eruditas, otra de ellas. Así como esa curiosa dosis de humor absurdo (por ejemplo, Dr. Hilarius, que resulta ser un ex científico nazi) donde casi todos los extraños nombres de los personajes son una especie de juego de palabras y tienen cierta carga simbólica. Así, el texto de La subasta del lote 49 se convierte en algo desafiante pero a la vez estimulante, obligándote continuamente a cuestionar tus propias suposiciones e indagar en otras capas de lectura que se esconden (adrede) de la vista.
Ambigüedades y sinsentidos
La subasta del lote 49 no es una lectura para quienes buscan respuestas fáciles, comodidad o un viaje lineal. Es una experiencia, una especie de laberinto en el que Pynchon te invita a perderte para que, al igual que Oedipa, te confrontes con la ambigüedad y el sinsentido del mundo. No hay respuestas certeras, solo un viaje de autodescubrimiento. Es una reflexión sobre cómo construimos significado y realidades en un mundo tan repleto de sinsentidos y ambigüedades ¿El mundo está loco o somos nosotros quienes le inyectamos locura? La maestría de Pynchon para tejer una trama de paranoia y conspiración, saturada de humor absurdo y juegos de palabras, no solo divierte, sino que también nos invita a reflexionar sobre la fragilidad de la comunicación y la construcción de la realidad en un mundo plagado de posverdad. Comienza aquí mi era pynchoniana.
Otros enlaces de interés:
soy muy feliz ahora mismo
ResponderEliminarUn pynchoniano más en el club :)
EliminarHayyyyyyyyyyy
EliminarNo es un autor para mí, leí un libro suyo y no lo disfruté nada (creo que ni lo acabé). Quizá me anime en el futuro a probar otra de sus obras, pero no por el momento.
ResponderEliminarUn beso y gracias por la reseña.
Es bastante peculiar, pero quizás no era el momento :)
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