El imperio de Yegorov, de Manuel Moyano

El imperio de Yegorov
Manuel Moyano
Anagrama
Tapa blanda / digital | 192 páginas | 17,90€ / 8,99€



Fue hace unos cuantos años, diría que 2018, cuando en el (siempre recomendable) blog Visión Prospectiva de Esteban Betancour encontraría uno de los tipos de novela que tanto me gustan: la novela epistolar, o más en concreto, de diario (encontrado). El imperio de Yegorov, la novela finalista del premio Herralde en 2014 y ganadora del premio Celsius en 2025 a mejor novela de ciencia ficción y fantasía, firmada por Manuel Moyano, se convertiría en una especie de referente para mí. La novela realiza un pacto con el lector desde el inicio, con la promesa de deconstruir la novela tradicional (e incluso la epistolar) y narrar la historia de modo poco convencional, que comienza desde la cubierta y continua a través de documentos (informes, transcripciones, noticias,…). Se teje, de esta manera, un ambicioso y absorbente (e híbrido) thriller con toques de ciencia ficción y una mordaz sátira tanto política como social.

Manuel Moyano frente a la fotografía portada de su novela

Un cambio de era
La novela comienza en 1967, a través del diario del antropólogo Shigeru Igataki, que nos cuenta cómo su compañera Izumi Fukada, una estudiante de antropología, contrae una extraña enfermedad en Papúa Nueva Guinea durante una expedición, en la visita a la tribu perdida de los hamulai. Sin embargo, una extraña flor amarilla conocida como eletu que le ofrecen los hamulai consigue que se recupere. Este evento minúsculo desencadena una serie de acontecimientos que se extienden por Japón y Estados Unidos, culminando 75 años después (en 2044) en una especie de pesadilla distópica a escala global. La narrativa de El imperio de Yegorov va encajando piezas que, como lectores, vamos rellenando y sacando conclusiones, llevándonos de la mano hacía ese terrorífico final, todo contando con un gran sentido de la aventura. Entre detectives privados, escritores secuestrados, secretarias espias y actrices que siguen como el primer día a pesar de los años, nos damos cuenta de que la pieza clave la tenemos desde la lectura de ese primer diario.

Deconstruyendo la novela
El avance a través de los años nos llega como lectores a través de diarios, transcripciones de entrevistas, comentarios de blog, informes policiales, correos electrónicos… e incluso un índice onomástico y agradecimientos que cierran la novela (y son bastante importantes). Las historias cruzadas de personajes y sucesos van encajando sobre el papel, trazando una historia que tiene un alcance mucho mayor de lo que pueda parecer al principio. Sin embargo, nosotros, como lectores, seremos cómplices de Manuel desde el inicio (incluso la cubierta) mientras rellenamos los huecos y detalles que deja la novela. Eso le da a El imperio de Yegorov un alma de verosimilitud única, de una realidad que forma un todo coherente a nivel de un dossier académico mientras nos muestra un cambio a nivel global que resulta creíble. El análisis de los diarios encontrados, de estar leyendo la documentación de un cambio mundial con tono académico, cambia todo el aspecto de todo el libro. La novela nos muestra la realidad como lo que es: una construcción de retazos, de fragmentos observados que, como humanos, tratamos de dar sentido y significado, pero siempre carecen de objetividad total.

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Inmortalidad y poder
Quizá dos de los conceptos que más representa la novela son la inmortalidad y el poder. La novela de Moyano habla sobre el poder omnipresente en la vida, que controla nuestras historias y redefine las estructuras sociales sin que apenas seamos consciente. A pesar de que la novela está contada mayoritariamente en tercera persona o con documentos que no son narrativa pura, Moyano se las ingenia para perfilar a sus personajes, a grandes rasgos y sin grandes explicaciones, que funcionan como espejos de nosotros mismos. El imperio de Yegorov pone en tela de juicio la fragilidad humana, y su facilidad para volverse corrupto, pero también, de cómo la búsqueda de la inmortalidad o alargar tanto la vida como nuestra belleza (ya sea biológica o sistémica) puede ser la cúspide de la dominación mundial, si no lo es ya. Ambos conceptos se hibridan en la novela para presentar un futuro inquietantemente plausible, pero también para satirizar como nuestra sociedad sobrevalora lo físico y elogia (constantemente) la aparente juventud.

No hay segunda parte, pero podría
Tras quizás tres o cuatro horas de intensa lectura, dado lo difícil que es soltar el libro una vez empezado y su corta longitud, uno se queda con una especie de desazón momentánea. Y es que la novela de Moyano no es de esas que dejan todo bien cerradito con un lazo ni te regalan grandes explicaciones al final. Como decía antes, El imperio de Yegorov cree más en construir significado para el lector, lo que quiere decir que formamos, de cierta manera, parte activa de la historia. Sin embargo, el final del libro, nos deja con ciertas ganas de saber como se proyectaba, más en el futuro, esa distopía que nos estaba proponiendo y del que el índice onomástico nos deja (solo) algunas pinceladas. No hay mal que por bien no venga, por qué siempre tendremos otros libros con estilo similar del autor, como La coartada del diablo o Los reinos de otrora, para seguir leyéndole.

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