La noche púrpura, de Ander Pérez

La noche púrpura
Ander Pérez
Uzanza Editorial
Tapa blanda / digital | 234 páginas | 18€ / 4€



Lo lovecraftiano, lo pulp y lo cósmico es algo a lo que ya estamos más que habituados a ver en la ficción de todo tipo. El maestro de Providence fijó unas bases (una especie de canon, que podríamos llamar) que muchos han seguido, pero que también otros han atravesado sus límites y deformado —ampliado— su paradigma, construyendo algo nuevo y diferente (basado en ello) en el mismo tablero de juego. Este es el conjunto que recorren las novelas de Arkham Horror, las (eternas) partidas que podemos echar en La mansión de la locura o cuando  nos sumergirnos en un buen puñado de historias de autores y autoras como Frank Belknap Long, Robert Bloch o Caitlín R. Kiernan. Lo lovecraftiano no es una moda pasajera, si no que el horror cósmico siempre ha estado ahí desde que Círculo de Lovecraft (no la maravillosa revista que tenemos en España con el mismo nombre, pero también recomendable) hizo aparición en las revistas pulp —especialmente Weird Tales— y recordó a todos que el lore creado por Lovecraft (y sus allegado) podría seguir viviendo y reviviendo una y otra vez hasta el infinito. Recogiendo toda esa tradición, la de lo pulp, lo sobrenatural y la aventura de misterio cósmica, La noche púrpura es un homenaje autónomo y consciente, algo distinto de lo convencional, que también transcurre, como Arkham Horror, en esos años 20's de la conocida ciudad de Innsmouth. Pero ¿que tiene La noche púrpura que la hace (en parte) diferente y la une —salvando las distancias— a este grupo?

Innsmouth, Massachusetts, 1927.
Quizá lo más difícil de La noche púrpura, debido a su multiplicidad de tramas, sea contar de qué va exactamente. Todo comienza con el fallecimiento, consumido por la locura, del reconocido etólogo Edwing Davenfield, tras su regreso en estado casi catatónico de una expedición en la Amazonia. Su hija, Zoe Davenfield, quiere (necesita) descubrir que ha llevado a su padre a ese estado, para lo que se dispone a reunirse con el otro superviviente (Theodore Riley) de la expedición maldita tras que las palabras “protege el medallón” que le dijo su padre en el lecho de muerte resuenen sin parar. Por el medio tendremos a Eliza Blackburn, una afamada medium de Arkham, una institutriz conocida como Marie Gibbons y un velo de realidad que se ha rasgado, que comienza a acechar tras las gritas mientras el cielo se tiñe de púrpura y todo, por un momento, parece perder el sentido. La partida ha comenzado, el puzle debe ser armado y resuelto.

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Puzle espacio-temporal
Nadie duda tras leer La noche púrpura de que es todo un puzle inspirado por el imaginario lovecraftiano y construido a través de relatos cortos semiautónomos que funcionan como un mecanismo espacio-tiempo de lo más complejo y gratificante para el lector. Una pequeña maravilla de homenaje que cualquier amante de Lovecraft va a disfrutar. Como investigadores de lo que está sucediendo, guiados por estos pequeños relatos advenedizos, vamos avanzando cual ficha de tablero que honra al maestro por todas partes. Un poco lejos del horror, pero más cercano a lo poderoso y a lo cósmico, la novela se divide en dos partes bastante diferenciadas por un cambio de ritmo que al final, como un buen puzle espacio-temporal (que me recuerdan a la Ascensión de Nicholas Binge) funcionan como un reloj suizo, moviendo los engranajes necesarios para llevarnos y poder navegar —con facilidad— por una historia de matices reconocibles (o previsibles, en parte) debido a su herencia, pero con algunos aspectos (sobre todo formales) novedosos.

Abrazando los tropos
La noche púrpura es una novela de horror cósmico y pulp que huele a los clásicos del género, pero que está escrita de forma más contemporánea, experimentando con su forma a través de historias cortas y tiempos que se entremezclan en el caldero mágico de Ander Pérez para formular, aunque parezca imposible, un viaje tan entretenido como agradable pese a los horrores que esconde debajo. Templos perdidos de una jungla amazónica, altares a deidades desconocidas, sociedades secretas de las que nadie quiere hablar, objetos repletos de poder inconmensurable que aparecen en las manos inadecuadas o gélidas expediciones que viajan hasta el fondo marino de la Antártida. La noche púrpura une todos los componentes (de lo lovecraftiano y lo pulp) en una multiplicidad de líneas temporales interconectadas que funcionan, al final, de forma bastante natural y orgánica entre ellas, haciendo que lo complejo (que no profundo) parezca realmente… fácil, hasta llegar a un climático (y apocalíptico) final, paralelo homólogo de su inicio, haciendo de La noche púrpura un viaje de lo más redondo (y recomendable).

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