El gurja y el Señor de los Martes, de Saad Z. Hossain

El gurja y el Señor de los Martes
Saad Z. Hossain (trad. de Rebeca Cardeñoso)
Duermevela Ediciones
Rústica / Digital | 160 páginas | 16,50€ / 6,49€



Si alguien me dice que de fusionar el folclore de Oriente Medio con la ciencia ficción puede salir una buena comedia de fantasía al puro estilo de Buenos Presagios, le diría que tuviera mucho cuidado y midiera sus palabras. Sin embargo, una vez leída El gurja y el Señor de los Martes, la premiada novela corta de Saad Z. Hossain, le respondería que Impossible is nothing, como el famoso eslogan de Adidas. Me fascinan las historias que son capaces de examinar problemas sociales en combinación con humor negro, aventuras locas y un estilo desenfadado que desprende sarcasmo puro en cada frase. Y tengo que reconocer que El gurja y el Señor de los Martes lo cumple con creces, construyendo un sátira que puede llegar a ser preocupante hasta cierto punto. Una trama sencilla envuelve esta inesperada combinación de inteligencia artificial y nanotecnología que se mide las caras con la fantasía y la magia de djinns, siempre llevados a lomos de una colección de estrafalarios y carismáticos personajes difíciles de olvidar.

Melek Ahmar esta de vuelta
El gurja y el Señor de los martes arranca cuando Melek Ahmar, uno de los siete Señores Djinn (y muchos más títulos que no pienso repetir), despierta de su encierro milenario gracias al derretimiento del hielo en el Himalaya. Ahora mismo, apenas reconoce el mundo con el que se encuentra. Bueno, han pasado tres mil o cuatro mil años, que podría esperar. Sin magia ni djinns importantes pululando por ahí, Katmandú es una ciudad utópica gobernada por Karma, una IA todopoderosa. Por supuesto, Melek no puede dejar que las cosas sigan así. Debe conquistar la ciudad. Para ello contará con la ayuda de Gurung, un antiguo soldado gurja adicto a los pistachos, y ReGi, una djinn adolescente que posee un prospero negocio en el Jardín de los Sueños. Una conquista que sacara a la luz los oscuros secretos sobre los que esta asentada esta utópica Katmandú.

Portada original de la novela

Alterando el Karma
La Katmandú de la novela es una especie de espacio urbano post-apocalíptico (hola, cambio climático) empapado de nanotecnología, en el que nubes de partículas e implantes corporales protegen a los ciudadanos de una atmósfera venenosa. Todo es administrado y controlado por Karma, una IA que simplemente asigna o resta puntos a cada ciudadano en función de sus acciones e intercambios. Es decir, es una versión tecnología y cuantificada del concepto de karma. Sin embargo, todo cambia cuando Melek y Gurung llegan a la ciudad. El primero, esta perdido en un mundo que desconoce, pero posee un campo de distorsión que le permite evitar la vigilancia universal de Karma. El segundo, se ha auto eliminado los implantes que lo hacen visible y tiene cuentas pendientes. Ambos crean el caos y abren las grietas para indagar en un sistema que se creía infalible. Mito y realidad, fantasía y ciencia ficción se dan la mano para ver a través del tiempo y explorar, con la ayuda de estas grietas, a la propia humanidad.

La utópica Katmandú S. A.
Como decía antes, el Katmandú de El gruja y el Señor de los Martes esta regido por Karma, una inteligencia artificial que otorga puntos a sus ciudadanos en base a sus acciones. Sus ciudadanos no quieren ni necesitan nada. O eso parece en un primer vistazo. Sin embargo, la llegada de Melek y Gurung a la ciudad constatan un hecho: a los ciudadanos les falta significado y un propósito vital, ejemplificado por otro personaje como es el sheriff Hamilcar Pande. Poco a poco comenzamos a cuestionar la voluntad de la utopía creada por Karma y su sistema de valores aparentemente benévolo, sobre todo gracias a la investigación que este mismo sheriff emprende con la llegada de la deidad y el gurja. Un derechazo directo al capitalismo y al consumismo del presente que potencia extremos de absoluta desigualdad. Sin embargo, y lo que es más preocupante, El gurja y el Señor de los Martes nos muestra como aunque un sistema lo rija una inteligencia artificial que es teóricamente imparcial y neutral, aún siendo contrario a si misma, no tiene las manos limpias.

Fragmento de la portada de la segunda entrega

La utopía siempre nos busca mostrar una sociedad que en su forma es perfecta, ideal y sin fallos, pero cuya realización se aleja de la realidad por su complejidad. El Katmandú de Saad Z. Hossain opera bajo esta definición, envuelto en nanotecnología y habiendo renunciado a la democracia. Una sociedad donde supuestamente se atienden las necesidades de todos e incluso los que no tienen puntos karma (los ceros) viven vidas sin preocupaciones. En ella existe el Eco, un dispositivo que monitorea y mantiene su salud, y una especie de dispositivo de comunicación implantado. Un paso más allá de cualquier smartphone actual, sin que obviamente te pueda curar al momento. Saad refleja de esta forma el control digital con el que convivimos, para bien o para mal, es queda a juicio de cada uno. Sin embargo, añade a la mezcla la fantasía y probablemente no te puedas imaginar como funciona del todo la cosa.

Existe más Karma
¿Te ha gustado lo que has leído hasta aquí en la reseña? Bueno, ya sabes, corre a la web de Duermevela a comprar la novela corta. Las aventuras locas y el humor negro están más que asegurados gracias a esa gamberra voz narrativa de Saad Z. Hossain. ¿Qué ya lo has leído y quieres más? Bueno, no sé si las amigas de Duermevela se animaran en el futuro, pero servidor se ha quedado con ganas de más. No te preocupes, por que existe. En marzo del año pasado se publico en ingles Kundo Wakes Up, otra novela corta ambientada en el mismo mundo pero a cientos de millas de distancia que nos lleva al Bangladesh natal de Hossain, a la ciudad desvanecida de Chittagong, que se está desmoronando lentamente en el mar mientras incluso Karma se queda en silencio.

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