Joe Koch (trad. de José Ángel de Dios)
Dilatando Mentes
Corría el año 1895 cuando Robert W. Chambers creaba El Rey de Amarillo, nombre de una obra de teatro ficticia con el mismo título que aparece mencionada repetidamente en algunas de sus historias e induce a la desesperación o locura en quien lo lee. Una de sus primeras historias es El signo amarillo o El símbolo de amarillo, una especie de talismán maldito dentro de su obra que se asocia a Hastur, el avatar de aspecto humano conocido de Hastur "el Innombrable", un dios Primigenio lovecraftiano cuya figura fue notablemente ensalzada por August Derleth y considerado vástago de Yog-Sothoth. Sin embargo, al contrario de lo que muchos creen, Hastur no fue creado por el propio Lovecraft si no que fue concebido por el escritor Ambrose Bierce en su relato El pastor Haïta, dentro del Ciclo de Hastur.
Ambrose Bierce presentó a Hastur en sus escritos como una deidad pastoril benévola, una especie de guardián totalmente ajeno al universo de los Mitos. Tiempo después fue adoptado por H.P. Lovecraft, tomando los ingredientes más oscuros del relato. En cambio, al pasar a manos de Robert W. Chambers, su imagen se distorsionó y deformó de una manera casi grotesca. Hastur se vincula a la ciudad de Carcosa y a las tierras del sueño, apareciendo siempre asociado al talismán maldito llamado Signo Amarillo, algo que parece imprescindible para él. Si lo pierde, se pondrá a buscarlo desesperadamente, acabando con cualquiera que se interponga en su camino. Y ahora, llega Joe Koch para darle una nueva vuelta de tuerca al mito. Abrazando el terror cósmico, la ficción especulativa experimental y el horror corporal en todo su esplendor, La envergadura de unas manos cercenadas es un oscuro homenaje poético que desafía la imaginación de cualquier lector.
El rey de amarillo por Paul A. Gerrard
Tres mujeres, una sola batalla y un mundo enloquecido
La historia sigue a Adira, una joven que lucha contra una estructura familiar y social misógina que pretenden reclamar de forma violenta su cuerpo. Es decir, casarla con quién su madre quiera y no permitirle ninguna libertad. Al mismo tiempo, quizás en otro espacio y período temporal, Bennet, el director de armas de un centro de investigación privado y secreto, construye un dispositivo neurocognitivo e inteligente que parece desarrollar su propia conciencia. A medida que el centenar de paginas va pasando, tres personajes (Adira, Bennet y la conciencia) descubren un enemigo común casi cósmico que pretende terminar con todo: una amenaza invisible que atrae a aquellos que se oponen a su violencia sobrenatural para convertirse en acólitos de un culto sin nombre. El comienzo de una batalla cósmica a través de paisajes oníricos alucinantes y realidades disonantes.
Evocando Carcosa
No miento cuando digo que La envergadura de unas manos cercenadas es probablemente una de las novelas más extrañas y agotadoras que he leído en los últimos años. Con un lenguaje poético y densamente evocador, la prosa de Koch se despliega de forma tan lírica como inquietante. Koch parece ir un paso más allá en todo momento, invitando a mirar y presenciar el horror que es la locura y la violencia de una forma que parece estar en constante evolución. Con estrategia narrativas que obstruyen deliberadamente el flujo de la lectura, la novela corta nos obliga a pararnos en los giros que da su espiral cósmica de horror para contemplar sus llamativas imágenes y dejarnos embargar por la angustia y las sombras que parecen sangrar color amarillo. Sublime, delicada y magistral, leer este libro es una experiencia indescriptible tan solo por su cuidado del lenguaje, cuya traducción a cargo de José Ángel de Dios no ha debido de ser nada sencillo y debemos aplaudir.
La historia sigue a Adira, una joven que lucha contra una estructura familiar y social misógina que pretenden reclamar de forma violenta su cuerpo. Es decir, casarla con quién su madre quiera y no permitirle ninguna libertad. Al mismo tiempo, quizás en otro espacio y período temporal, Bennet, el director de armas de un centro de investigación privado y secreto, construye un dispositivo neurocognitivo e inteligente que parece desarrollar su propia conciencia. A medida que el centenar de paginas va pasando, tres personajes (Adira, Bennet y la conciencia) descubren un enemigo común casi cósmico que pretende terminar con todo: una amenaza invisible que atrae a aquellos que se oponen a su violencia sobrenatural para convertirse en acólitos de un culto sin nombre. El comienzo de una batalla cósmica a través de paisajes oníricos alucinantes y realidades disonantes.
Evocando Carcosa
No miento cuando digo que La envergadura de unas manos cercenadas es probablemente una de las novelas más extrañas y agotadoras que he leído en los últimos años. Con un lenguaje poético y densamente evocador, la prosa de Koch se despliega de forma tan lírica como inquietante. Koch parece ir un paso más allá en todo momento, invitando a mirar y presenciar el horror que es la locura y la violencia de una forma que parece estar en constante evolución. Con estrategia narrativas que obstruyen deliberadamente el flujo de la lectura, la novela corta nos obliga a pararnos en los giros que da su espiral cósmica de horror para contemplar sus llamativas imágenes y dejarnos embargar por la angustia y las sombras que parecen sangrar color amarillo. Sublime, delicada y magistral, leer este libro es una experiencia indescriptible tan solo por su cuidado del lenguaje, cuya traducción a cargo de José Ángel de Dios no ha debido de ser nada sencillo y debemos aplaudir.
Fragmento de la portada original
Metamorfosis y transformación
Quizás uno de los adjetivos que puedan definir La envergadura de unas manos cercenadas es el de resbaladizo. Joe Koch se dedica a ensamblar secuencias de pura alucinación filtradas a través de diferentes puntos de vista con una maestría asombrosa. Es como una especie de relato lynchiano que aplica el horror corporal al estilo de Cronenberg con transferencias de conciencia para hablar sobre la propia individualidad. Aunque la novela nos lleva hacia paisajes oníricos y bordes infranqueables, Koch esta más interesado en la corrupción institucional y en la transformación corporal que en las convenciones del horror cósmico. Es decir, menos dioses primigenios pululando y más profundidad en el trauma. Metamorfosis y transformación se anclan como los dos pilares centrales dentro de las tres historias para dejar a los lectores desconcertados y sorprendidos una y otra vez.
No es para todo el mundo
Más allá del disfrute mayor o menor si uno tiene referencias sobre el mito de El Rey de Amarillo de Robert W. Chambers, La envergadura de unas manos cercenadas no es una novela para todo el mundo. Lo primero de todo, porque aunque su extensión es breve, algunos lectores pueden verse intimidados por la densidad de su prosa. Es un libro desconcertante, que genera más preguntas que respuestas y puede ser frustrante para algunos tipos de lectores. Sin embargo, también es un rico tapiz en el que asoma el amarillo andrajoso y que los amantes de la pura especulación pueden abrazar con gusto. Es uno de esas historias donde nunca esta del todo claro lo que sucede en realidad durante una primera lectura y siempre te encuentras pensando en como Joe Koch ha sido capaz de escribir algo así.
Quizás uno de los adjetivos que puedan definir La envergadura de unas manos cercenadas es el de resbaladizo. Joe Koch se dedica a ensamblar secuencias de pura alucinación filtradas a través de diferentes puntos de vista con una maestría asombrosa. Es como una especie de relato lynchiano que aplica el horror corporal al estilo de Cronenberg con transferencias de conciencia para hablar sobre la propia individualidad. Aunque la novela nos lleva hacia paisajes oníricos y bordes infranqueables, Koch esta más interesado en la corrupción institucional y en la transformación corporal que en las convenciones del horror cósmico. Es decir, menos dioses primigenios pululando y más profundidad en el trauma. Metamorfosis y transformación se anclan como los dos pilares centrales dentro de las tres historias para dejar a los lectores desconcertados y sorprendidos una y otra vez.
No es para todo el mundo
Más allá del disfrute mayor o menor si uno tiene referencias sobre el mito de El Rey de Amarillo de Robert W. Chambers, La envergadura de unas manos cercenadas no es una novela para todo el mundo. Lo primero de todo, porque aunque su extensión es breve, algunos lectores pueden verse intimidados por la densidad de su prosa. Es un libro desconcertante, que genera más preguntas que respuestas y puede ser frustrante para algunos tipos de lectores. Sin embargo, también es un rico tapiz en el que asoma el amarillo andrajoso y que los amantes de la pura especulación pueden abrazar con gusto. Es uno de esas historias donde nunca esta del todo claro lo que sucede en realidad durante una primera lectura y siempre te encuentras pensando en como Joe Koch ha sido capaz de escribir algo así.
Otros enlaces de interés:
Vaya, pues no sé qué haré. Me gustan mucho Lovecraft y Chambers, y por ello me gustaría adentrarme en esta novela corta, pero si es taaaan agotadora... no sé. Lo que más me echa para atrás es que no haya muchas respuestas al final. Aunque en este último sentido, hace poco he leído "Distancia de rescate" (que tampoco da todas las respuestas) y ha sido una gran lectura.
ResponderEliminarCreo que, al menos, le echaré un ojo.
Un beso.
Amo Distancia de rescate, como bien hable por aquí. Sin embargo, el libro de Koch es muchísimo más farragoso y denso, comparado con Samantha, aunque ambos comparten eso de no dar respuestas. Espero que lo disfrutes, si le das un tiento :)
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