Solvej Balle (trad. de Victoria Alonso)
Anagrama
Espacio y tiempo son dos constructos de nuestros sentidos biológicos comúnmente aceptados. Uno, físico, el otro, abstracto. Sin embargo, ambos convergen constantemente en eso que llamamos vida. Aparentemente el tiempo progresa linealmente del pasado hacia el futuro, en línea recta, dejando consecuencias tangibles en el espacio. Pero, ¿y si de repente no fuera así? ¿y si una mujer queda atrapada en el tiempo donde se repite un día una y otra vez? El tropo del bucle temporal ha sido muy utilizado en los últimos años, tanto en literatura (El mar de la tranquilidad, Tiempo que fue) como en el cine (Al filo del mañana, Predestination) y series de televisión (Dark). Sin embargo, Solvej Balle en su El volumen del tiempo ha optado por proyectar a través de una septología (con cinco volúmenes ya publicados en danés) planificada el diario meditado y reflexivo sobre una mujer que ha resultado quedar atrapada en un 18 de noviembre: Tara Selter.
Cubierta de la edición USA (New Directions Publisher)
Los diarios de Tara Selter
Cuenta la propia Solvej Balle —que visitó España en la pasada edición del Festival 42 de Barcelona—que la idea se le ocurrió en 1987, cuando ni siquiera la conocida Atrapado en el tiempo existía. Eso, solo fue el comienzo, la premisa básica. Sin embargo, el primer volumen no empezaría a escribirse hasta 1999. Tampoco tendría mucho que ver con la película. Todo comienza en la 121ª repetición de un 18 de noviembre en la que Tara Selter, nuestra protagonista, nos cuenta sobre el papel que lleva 121 días atrapada en el mismo día. El día anterior, 17 de noviembre, se despidió de su esposo y viajó a Burdeos para asistir a una subasta. Ella y su marido Thomas son dos libreros anticuarios, dedicados y especializados en libros ilustrados del siglo XVIII. Se aloja en su hotel de siempre, en la rue Almageste. Planea visitar a sus conocidos y realizar más compras. Tras el primer día, de vuelta en el hotel, le cuenta el día a su marido por teléfono y se acuesta.
Lo inaudito, lo extraño, comienza en lo que parece el día siguiente, pero no lo es. Al despertarse, no tarda en descubrir que continúa siendo 18 de noviembre y que sólo ella parece percatarse de ello. Así inicia una progresiva acumulación de días que parecen el mismo, pero nunca lo son. Los sonidos, las acciones o conversaciones se repiten, pero para Tara siguen sumando en su memoria, consumiendo toda su existencia, y dejándola aislada en un tiempo sin tiempo del que solo puede dejar constancia en su diario. Metódica, observadora y experimentadora, Tara iniciará este recuento que se convertirá, de alguna forma, en una reflexión sobre nuestro espacio en el mundo. Un diario sobrio, con gran carácter pensativo. Una meditación compartida y elegante a través de una escritura precisa, nada superflua y altamente sopesada.
Cubierta de la edición noruega (Forlaget Press)
Añadiendo capas a un tropo narrativo familiar
Si hay algo que caracteriza a El volumen del tiempo es ver como coge una premisa bastante familiar –la de una protagonista inexplicablemente atrapada en el mismo día– para transformarlo en una singular reflexión sobre lo que significa tanto existir en el mundo, como lo de querer hacerlo. Películas, series, novelas y videojuegos así como literatura han jugado con él tropo temporal, siempre buscando un fin resolutivo, un encaje de bolillos en los que todo parezca una maquinaria perfecta de la que los protagonistas pueden salir. Sin embargo, la pretensión de Solvej Balle es radicalmente diferente. Primero, por qué Tara no se reinicia cada día en el mismo sitio y lugar, si no que a diferencia de muchos, puede viajar, afectar a su entorno inmediato e incluso regresar a casa. Y segundo, por qué el tiempo si pasa para ella, físicamente, afligiéndole de una manera profunda y sustancial como ser humano.
De esta forma, El volumen del tiempo no está planteado como un bucle temporal resolutivo o una pieza de ciencia ficción dura. Esta es la secuencia y testimonio de los días de una mujer que por razones desconocidas vive atrapada en un tiempo que se ha desmoronado. Sin embargo, su actitud es de lo más curiosa. Rozando lo filosófico y lo científico de forma constante, su diario nos brinda la lectura de una perfecta cronista de sus pensamientos y emociones en un mundo para el que no pasa el tiempo. Esta atrapada, pero no fijada, y eso potencia su evolución mientras asistimos a sus meditaciones. No es una novela de rápido consumo pese a su breve duración. Tampoco una de gran acción. Frase a frase, página a página —enfatizando encarecidamente lo cotidiano— toma este atractivo tropo narrativo familiar y lo transforma es algo más. En algo que descubrir. En amor. En algo en lo que pensar. En vida.
Cubierta de la edición UK (Faber and Faber)
El mundo cambia aunque el tiempo no pase
24 horas; 1.440 minutos; 86.400 segundos. Esas son las horas, minutos y segundos que vive Tara Selter en ese 18 de noviembre. Constantemente. ¿Son los mismos? ¿Cambian? Y si cambian ¿cómo lo hacen? El viaje metafórico y físico de Tara expone una particular observación del mundo y de sus dimensiones espacio-temporales. Solvej Balle añade a la ecuación novelística del tropo temporal la capacidad de que los objetos materiales a veces desaparecen y vuelven a sus posiciones originales, y otras, se quedan. Eso añade otra capa de significado para Tara, que se ve convertida en “monstruo” por su materialidad. Es ese viaje físico lo que hace que El volumen del tiempo sea mucho más significativo de lo que parece. No la búsqueda de soluciones ni de explicaciones al bucle temporal, si no como Tara crece, como persona, a medida que leemos sobre el paso de sus días.
La voz orgánica y reflexiva de Tara logra capturar las repercusiones que simplemente tienen sus acciones diarias. En objetos, en personas, en hechos. Las entradas de diario —fragmentos breves y aparentemente inocuos de tiempo suspendido— dan testigo del peso que empieza a recaer sobre los hombros de Tara, sobre cómo intenta llegar a un acuerdo entre un tiempo que no avanza y un espacio que cambia. O que ella hace cambiar. Este primer volumen (de siete, recordemos) es una abierta toma de contacto que alumbra un nuevo inicio, un vistazo a este monstruo que devora el mundo y que solo posee las páginas sueltas de su diario como testigo. Puede que esté todo demasiado abierto como para poder opinar (son siete volúmenes, recordemos de nuevo), que la trama sea prácticamente inexistente o que sea más ficción literaria meditativa que ciencia ficción, pero cuenten conmigo para continuar el viaje de Tara en su segundo volumen.
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