Indra Das (trad. de Rebeca Cardeñoso)
Duermevela Ediciones
El niño que no viene de ninguna parte
Ru es un niño que no viene de ninguna parte. Vive en la ciudad de Calcuta, donde sus compañeros de clase en la escuela le recuerdan que no se parece a ellos y que debe venir de algún otro lugar. Cuando Ru pregunta a sus padres, le dicen que desciende de nómadas. Pero incluso los nómadas deben venir de alguna parte. O moverse entre lugares. La pregunta, que siempre está en la mente del niño que no viene de ninguna parte, es de dónde. Ru sueña cosas que no desentonarían con las novelas de fantasía que su padre le leía cuando era joven. O que incluso llegó a escribir. Fragmentos de una cultura que no existe en este mundo, pero que podría existir en otro, donde el cielo y el mar son uno y los humanos navegan por un océano eterno de realidades a lomos de bestias divinas. Ru sueña con dragones, serpientes imposibles. Tal vez, Ru recuerda dragones. Tal vez, los dragones sean de verdad. Junto a su única (y verdadera) amiga (Alice) Ru comienza a darse cuenta de que la casa y su familia esconden una miríada de secretos. Descubrirlos cambiará toda su realidad e historia vital.
Concept art de El Hobbit
La importancia de las historias
En apenas 200 páginas Los últimos jinetes de dragón de Bowbazar es muchas novelas a la vez. Es, ante todo, una historia de transición hacia la edad adulta de Ru, un niño que crece en una Calcuta de los años 90 en una soledad y extrañeza indescriptible. También es, por supuesto, una historia sobre la familia, la de sus padres y su abuela, que han dejado un mundo atrás y han construido un hogar para que el pequeño creciera a salvo. Y, a la vez, es una historia que contiene fragmentos de otra historia, de otro lugar, donde unos jinetes viajan al son de las realidades. En gran medida, es una historia sobre dragones, pero también, una donde casi no aparecen. Es la historia de una casa laberíntica, de las historias imposibles que a Ru le cuentan sus padres y de recuerdos que se convierten en nebulosos sueños. Toda la historia de Indra Das resuena con la importancia de las historias, las que leemos —como las que menciona de J. R. R. Tolkien, Anne McCaffrey o Ursula K. Le Guin— las que nos cuentan, y sobre todo, las que nos contamos a nosotros mismos.
Ru se convierte en adulto
Como decía desde el primer párrafo de la reseña, Los jinetes de dragón de Bowbazar es una novela de crecimiento, de adolescencia y adultez. No hay una aventura deslumbrante ni épica a gran escala, sino (solo) un niño solitario que intenta comprender quién es mientras el pasado de sus padres se cierra para siempre. Leemos sobre un chico común y corriente que no se embarca en una aventura y nunca sabe exactamente qué sucedió o que es real. Quién eres y de dónde vienes son preguntas que suelen ser difíciles de responder, pero también ineludibles para todos a cierta edad. A partir de fragmentos de conversación, de sueños que no lo son tanto como parecen, sabemos más sobre sus orígenes, cultura, magia y relación con los dragones. La prosa se vuelve un vehículo casi onírico para el lector, donde somos como un viajero atado a melancólicas amarras atendiendo a un tierno retrato de búsqueda de identidad, mayoría de edad y reflexión sobre la importancia cultural. Un texto emocional y estimulante, que mantiene su magia en los bordes, en las esquinas y recovecos de su prosa tan deslumbrante como luminosa.
Foto interior
Un nuevo vistazo a los dragones Los últimos jinetes de dragón de Bowbazar ofrece una visión bastante inusual de la habitual bestia de la fantasía común. El enfoque de Indra Das es el de dos mundos divididos, uno que Ru habita (y apenas conoce) y otro que solo sus padres parecen conocer (y le ocultan). Y en medio de todo, los dragones, que aquí son una especie de seres espirituales, que viven en las sombras de las historias en vez de ser las grandes bestias parlantes escupidoras de fuego que todos conocemos. Desde la propia soledad y una especie de exilio del mundo, los dragones forman parte de un segundo plano, de una especie de metáfora elaborada que simulan la visión parcial e incompleta de Ru sobre su mundo, tanto el (cree) que conoce como el que le ocultan. Por eso, como lectores, solo tenemos vistazos fugaces, destellos de recuerdos que parecen tan irreales como sueños presentados fuera de orden cronológico, pero que nos acercan a la comprensión de la historia, de su propio poder, y sobre todo, de quién es la familia de Ru. Lo posible y lo imposible se difumina en la línea de la realidad, de las propias creencias de Ru y de las explicaciones a través de la ficción que refuerzan lo que Alice y él van descubriendo. Y, como buena historia de crecimiento —aunque siempre estamos creciendo ¿no?— todo llega a su fin, dejando el resto de la historia para nosotros con una sensación satisfactoria y una sonrisa en nuestra cara. Por (todo) esto, Los últimos jinetes de dragón de Bowbazar es (y será) una de esas historias que SIEMPRE voy amar y me van acompañar.
Otros enlaces de interés:
Me encanta tu reseña. Refleja mucho (como siempre) la historia de Bowbazar y has conseguido que me guste (aún más) el libro. Tendremos que seguir a este autor de cerca quizás.
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