Damas, caballeros y planetas, de Laura Fernández

Damas, caballeros y planetas
Laura Fernández
Random House
Rústica / Digital | 440 páginas | 21,90€/ 9,99€



He pasado horas, más allá de lo imaginable, pensando (y estando) en Kimberly Clark Weymouth. Soy un Rupert, probablemente, o no ¡que digo! exactamente, de categoría especial. He visitado más de una vez Rethrick, me he sumado a las investigaciones privadas de Wendolin Kramer y obviamente, soy un fan más de las novelas de Robbie Stamp (aunque ella no lo sepa) a la vez que sigo los consejos (algunas veces) de las cafeteras de otro mundo Vanderbilt. Por todo ello, y mucho más, la llegada de estos 16 cuentos o novelas en miniatura (además de una nouvelle) que forman Damas, caballeros y planetas no son más que una celebración para mi. Porque Laura Fernández, y no me asusta ni me da vergüenza decirlo, es más, me gustaría gritarlo a los cuatro vientos cada día si hiciera falta, se ha convertido en mi escritora nacional favorita. Si, de esas que no me pierdo ni una absoluta publicación y siempre miro con ojos de devoción. Vamos, un Rupert en toda regla, como os decía. Pero bueno, veamos un poco el porque de todo este jolgorio inicial.

La vida secreta de los cuentos
¿Nunca te has preguntado por la historia interior, la historia secreta, de cada uno de los cuentos e historias que lees? Obviamente, los relatos no solo nos cuentan algo a nosotros, probablemente, no ¡que digo! exactamente, también lo haga de sus autores. Y así es en este recorrido planificado por Laura Fernández en Damas, caballeros y planetas, donde nos lleva por catorce años de sus publicaciones, ordenados a su gusto, para hacer una especie de viaje escogido por ella misma. Una correría, que nos lleva hasta el centro de Laurafernándezlandia (tal como lo apoda Rodrigo Fresán) y nos muestra, a través de sus introducciones, a una autora que mira a través del espejo que han sido sus pequeñas criaturas, sus criaturas en miniatura, para reconocerse a sí misma como escritora y saber que ahora, en este momento, sus creaciones son vistas (¡sí, vistas!) a ojos de (todo) el mundo.

Foto de Noemí Elias

La escritora de este mundo pero que parece sacado de otro mundo
Probablemente, no ¡que digo! exactamente, si empiezas a leer un relato, novela o historia de Laura Fernández sin haber leído antes nada pienses que todo es una marcianada. También puede ocurrir si abres un libro suyo por una página al azar. En cierta manera, puede que lo sea y no voy a discutirlo, pero es una marcianada propia, original, única y tan característica, que no podría (ni querría) ser de otra manera. Ese estilo inimitable, atestado de diálogos locos que suenan a serie de televisión americana y repletos de mayúsculas, onomatopeyas, cursivas y una extraña sensación de repeticiones que funcionan como seña de identidad, como una marca de la casa registrada, donde la norma es saltarse las normas, una y otra vez, para hacer posible (todo) lo imposible. Laura Fernández parece una escritora de otro mundo cada vez que la lees, pero por suerte, pertenece al nuestro.

Volviendo a Rethrick y a toda la galaxia
Como ser pululante durante años del universo imposible de Laurafernandezlandia, este atlas de catorce historias reunidas son una bendición. Un atlas de fragmentos en su bibliografía que ahora son engarzados, con todo el sentido del mundo, en un nuevo texto. Y lo tiene porqué muchos de ellos, el grueso del volumen repleto de diferentes novelas en miniatura, vuelven a mi querida (y adorada) Rethrick de El show de Grossman. Si, ese lugar muy pero que muy parecido a la Tierra, donde habitan seres de tres ojos, tienen costumbres de la Tierra y son fans de la escritora Robbie Stamp. ¿Cómo dio origen Laura Fernández a Rethrick y cuál fue su primera historia en aquel remoto lugar? ¿Puede una persona enamorarse de una cafetera que de verdad la entiende? Y ¡oh, diablos! ¿Podrían estar todos —y sí, digo TODOS— los planetas de Laurafernandezlandia en la misma galaxia y visitar el planeta Rethrick (u otros) en alguna ocasión? La verdad, no veo porqué no.

Y es que todo Damas, caballeros y planetas es una visita constante a rincones de Bienvenidos a Welcome y El show de Grossman con alguna aparición de Connerland y La señora Potter no es exactamente Santa Claus. Muchos de los protagonistas, secundarios o escenarios de esas novelas pululan por aquí, en una especie de conjunción imposible que pertenece a un todo, el increíble pero cierto universo de Laura Fernández. Si eres fan de sus novelas este volumen puede ser una verdadera fiesta. Ya no solo por reencontrarse con viejos (y adorados) amigos como los Benson, Robbie Stamp, la gran Dama del Crimen Absurdo Sandy McGill y el limonero Limon Wompler; o lugares como la Academia para escritores Robbie Stamp, una diferente Sean Robin Pecknold o la posada para fantasmas de Dorrie Louis; si no también por descubrir nuevos e hilarantes planetas y personajes como Floyd Tibbts, el hombre, el periodista, que está en el lugar indicado y en el planeta indicado, cuando el fin del mundo (oh sí, ¡el fin!) parece aproximarse a Laurafernandezlandia.

Reediciones para la Biblioteca Laura Fernández con cubiertas de María Jesús Contreras

¿Por qué todo esto parece hablar también de mi?
Este atlas imposible, este viaje en transbordador por toda la galaxia, es una muestra más de porqué adoro tanto a Laura Fernández. El motivo más fácil es que, aunque todo parece una extravagancia literaria, una colección de imposibles, una fiesta de la creación literaria, al final cada historia realiza una especie de visión de rayos X de nuestro universo pasado por el filtro de la imaginación desbordante de la propia Laura. ¿Quién no se ha visto frustrado en su proyección laboral y vida familiar? ¿Quién no ha estado perdido — por más de una ocasión— en esta vida? ¿Quién no desea ser visto y entendido, al menos, por una persona en este (u otro) planeta? ¿Y quién no desea, a veces, escapar de la realidad y solo leer? Y es que pese a todos sus delirantes paisajes y estrambóticos personajes de nombre rimbombante, la ficciones de Laura Fernández son un reflejo de nosotros como humanos a la vez que acudimos a un desfile de sus obsesiones (leer y escribir), de su propia historia como escritora y periodista, pero también, como habitante de este (y otros) delirantes mundos.

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