George Saunders (trad. de Javier Calvo)
Seix Barral
Rústica / Digital | 440 páginas | 21€ / 5,99€
Todo comienza el aciago día en que Willie Lincoln deja el mundo de los vivos durante una fiesta en la casa presidencial. En el transcurso de toda una velada acudimos a lo que sucede en el bardo, un lugar intermedio entre la muerte y lo que viene después, donde Willie Lincoln se encuentra ahora mismo atrapado. Sin embargo, cuando el presidente visita la caja de enfermo de su hijo y acuna su cuerpo, Willie decide no seguir adelante y quedarse anclado en este bardo por pura fuerza de voluntad. Los otros fantasmas en el cementerio deciden que deben convencerlo de que se vaya, sobre todo por su propio bien.
Ilustración de Joe Villion
Hablando con fantasmas
La mayor peculiaridad que te encuentras al abrir las primeras páginas de Lincoln en el bardo es su estructura formal. La novela se cuenta desde diferentes puntos de vista, concretamente el de 166 personajes, que se alternan rápidamente como si un guion de teatro se tratará. Sin embargo, pese a la cacofonía de voces que pueblan la historia de Saunders, cuatro de ellos son los que llevan la voz cantante: Hans Vollman, Roger Bevins, el revendo Thomas y el propio Willie Lincoln se encargan de narrar esta historia, como si estuvieran recordando su etapa final en el más allá. Esencialmente, leer la novela es como leer docenas de historias cortas interconectadas y con un fin común, demostrando la habilidad del autor para el relato corto. Sin embargo, uno puede ignorar cada nombre o narrador y la voz de la historia se convierte en otro fantasma que cuenta su propia historia.
No obstante, este coro de espíritus se complementa con fragmentos históricos citados con formalidad académica, que a veces son incluso copiados de verdaderos periódicos de la época. Ambos estilos, que etiquetan al personaje que cuenta el fragmento al final de cada sección, funcionan como una nueva textura de la historia que juega a contradecir lo que explican unos y otros. Esto, que así contando suena tan raro y complejo, Saunders consigue que en apenas unas páginas podemos coger la mecánica de lo que pretende y establecer un peculiar juego entre narrador y lector. Una narración alternativa, compleja y extraña, que rellena huecos y da más rodeos de los esperados en la historia, pero que nos lleva por una polifonía de voces casi imposible que funciona a la perfección, construye por el camino momentos transcendentalmente hermosos.
Ilustración de Rui Tenreiro
El bardo, la memoria y la pérdida
En este espectáculo formal creado por Saunders, el bardo es sin genero de dudas el símbolo y elemento más importante de todo. Acuñando el termino tibetano para el estado intermedio budista entre la muerte y la reencarnación, aunque añadiendo pinceladas de elementos cristianos y egipcios, este área liminal se convierte en el puro protagonista de la historia. Este espacio limitado, en el que los fantasmas permanecen deformados por su defectos y no son del todo conscientes de su estado real, no deja de hablar una y otra vez sobre la memoria y el olvido. El dolor de los recuerdos felices, de las fallas morales y sus preocupaciones funciona como una especie de ancla para el bardo, atascando a las almas en su interior y olvidando (o posponiendo) su muerte.
Saunders no te toma de la mano y te explica esto o aquello. Esto no es más que pura deducción. Es más, la apertura del libro es profunda, exuberante y detallada, pero nunca te deja claro lo que ocurre. Sin embargo, conforme pasan las páginas, Lincoln en el bardo usa a sus fantasmas e historiadores para construir todo un tapiz de voces sobre el dolor y la perdida. Dos eventos, la muerte de Willie Lincoln y la lista de bajas de la victoria de la Unión en Fort Donelson en el mismo día, se unen como detonante de la historia en la que el presidente Lincoln, pese a estar en el título, es un mero secundario. Ambos sucesos, amparados por las historias de docenas de fantasmas, hablan sobre una terrible verdad: que poco que dura nuestra existencia en este mundo y, sobre todo, que difícil que es dejar a alguien partir aunque este muerto.
Otras reseñas de interés:
Me has dejado con mucha curiosidad, tengo que echarle un ojo.
ResponderEliminarUn beso, Mangrii, y feliz semana.
Ojalá te guste! A mi me resulta una lectura muy interesante :)
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