Una de las cosas que me resultan
interesante en las novelas, al menos en muchas historias, es que ocurre cuando
el protagonista ha alcanzado su objetivo. Si, como cuando Frodo regresa a
Bolsón Cerrado y se dedica a escribir un libro con sus experiencias. Sin
embargo, es más interesante si ese objetivo es una terrible venganza. El odio,
el verdadero odio, es un impulsor implacable de acciones que nos deshumaniza
poco a poco. Que nos consume casi por completo. Es capaz de arrastrarnos hasta la mas absoluta
locura y hacernos perder nuestros cabales. El ejemplo de ello es Thomas Shrike,
el protagonista de Oscura deriva, la primera novela publicada bajo sello
editorial de Carlos J. Sánchez.
Roger Black ha destruido cientos
de vidas. No solo las que ha segado, si no la de todos los supervivientes que
perdieron a sus seres queridos. Thomas Shrike, un capitán retirado del Imperio,
es uno de esos supervivientes. Sin embargo, ha conseguido reunir una
tripulación de almas vengativas para embarcarse en la misión suicida de cruzar
el espacio desconocido a bordo de una nave de deriva y acabar con la vida de Roger
Black de una vez por todas. Oscura deriva es una mezcla explosiva de space
opera y terror, afincada en las raíces de Horizonte final, pero con
ecos de Nightflyers o el videojuego Dead Space.
A través de una curiosa y
desconcertante segunda persona, Oscura Deriva se cuenta a través de la
voz de su terrible villano. Página a página la voz interpela a su rival, relatando
con todo detalle el tortuoso camino hasta su morada. Pero también, el camino
del capitán Shrike hasta la más absoluta oscuridad. Carlos ejecuta con maestría
el descenso a los infiernos morales del capitán, corroído por una venganza
eterna que lo llevará de sacrificio en sacrificio. Todo para llevarnos hasta un
final agridulce y coherente, donde el resultado de esa venganza nos muestra su verdadero
costo para el capitán Shrike.
Oscura deriva nos va ganando con el paso de las páginas, poniendo en duda permanente el conocimiento sobre ese pirata espacial y sembrando personajes interesantes a su paso. Personajes que planean de forma maestra en interludios, a modo de interrogatorios, pintando una capa superficial del resto de tripulantes. Sin embargo, es en su concepto de viaje en deriva, lo que más fascina. Un concepto de pura ciencia ficción digna de Christopher Nolan, donde permite a los navegantes hacer viajes de larga distancia en cortos periodos de tiempo (como el viaje hiperespacial de Star Wars) a cambio de la disfuncionalidad tecnológica, ahondando en los efectos psicológicos del tiempo sin control.
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