Si algo nos ha enseñado el cine y
la televisión, es que la psicopatía no es algo fácil de detectar. Una parte de
las personas padecen esta terrible enfermedad mental de forma encubierta, y
muchas veces, no encontramos ni siquiera la violencia en su comportamiento.
Otras, más reconocibles, sus patrones de conducta se rigen por una combinación de frialdad y
violencia descarnada sin remordimientos. El termino psicopatía es en si mismo
una etiqueta muy compleja, difícil de identificar y que solemos aplicar de una
forma bastante liberal. Sin embargo, una de las características más habituales
es su incapacidad para sentir miedo, culpa y otras emociones, así como para no
tener motivos para lo que hace. Ya sea Catherine Tramell, Norman Bates, Annie
Wilkes, Patrick Bateman, Anton Chigurh y por supuesto, nuestro protagonista en
Zombi: Q_P_.
Quentin, o más bien Q_P_, tiene
un deseo: convertir a un ser humano en su propio zombi personal. Quentin es la
oveja negra de una familia acomodada, un depredador maniaco guiado por
comportamientos sexuales violentos. Joyce Carol Oates nos transporta
directamente a la perturbada visión de la realidad que vive Quentin día a día, en 181
páginas de pura perversión contadas a modo de diario que le sirvieron para ganar el Premio Bram Stoker en 1995 como mejor novela.
El diario de Q_P_
Zombi se estructura en 57 breves
y trepidantes capítulos a modo de macabro diario donde Quentin nos describe sus
planes para crear su propio zombi. De forma impactante y retorcida, sin piedad
ni respiro e incluso llegando hasta puntos casi enfermos, Joyce Carol Oates nos
pone en la piel de una mente dañada. Ya no solo son sus deseos depravados lo que infunde terror, si
no que Zombi consigue poner al lector en la tesitura de que cualquiera a tu
alrededor podría ser un monstruo. Porque Quentin, de cara a la galería, no es
más que un joven estudiante y conserje que está reconduciendo su vida. Pero nosotros,
como lectores, sabemos que no es así.
Q_P_ se construye ante nosotros
de forma que podamos sentir lo mismo que él. El grado de enfermedad que embarga
su mente, sus maquiavélicos planes, sus deseos irrefrenables y los retorcidos
engranajes que lo mueven. Podemos comprobar como se obsesiona con cosas
repentinas que luego olvida o quita importancia. También, el grado de
despersonalización que sufre, refiriéndose en su propio diario en primera o una
falsa tercera persona. Como tiende a usar frases largas, emplear mayúsculas
para reforzar palabras o enajenación, proyectando esa perturbación hasta el
lector y más allá.
Crudeza con finalidad
Pese a que Joyce Carol Oates nos muestra un narrador poco fiable desde el principio, y podemos pensar una y otra vez si lo que Quentin nos cuenta es real, algunos de los pasajes son tan sumamente inmersivos que se convierten en verdaderas imágenes de la crudeza humana. Las hazañas de Quentin, basadas libremente en el asesino en serie de la vida real Jeffrey Dahmer (El Carnicero de Milwaukee), son explicitas y nunca buscan taparnos los ojos. Sin embargo, encontramos en Zombi algo más. Por supuesto, una crítica no tan velada a la continua desaparición de personas que ocurre en EEUU, muchos de los casos (al igual que en España) sin resolver aún. Más contundente, una segunda lectura, donde Joyce Carol Oates expone a un enfermo y perturbado de una familia acomodada, pero oculto por el brillo artificial de las apariencias y ese famoso sueño americano.
Esta vez no me lo llevo. Los zombies no son lo mío. Besos.
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