Las voladoras, de Mónica Ojeda

Las voladoras
Mónica Ojeda
Páginas de espuma
Rústica / Digital | 128 páginas | 15€ / 5,99€



Una de las voces hispanoamericanas que más está resonando por la critica en los últimos años, con permiso de Mariana Enríquez, es la de Mónica Ojeda. Tras poder leer novelas como Nefando o Mandíbulas, con Las voladoras nos sumergimos en el imaginario de la autora a través de ocho cuentos en los que se repiten dos ejes temáticos: la mujer y la mitología andina. Ocho relatos que se mueven entre la ficción y lo más crudo de la realidad generando tétricas sensaciones, erizando los pelos hasta el infinito y llevando el horror hasta ese punto intermedio donde la fascinación y lo desagradable se convierten en una misma cosa. No quieres mirar, pero a la vez -la mayoría de ellas- no puedes dejar de hacerlo hasta el final.

Suturando puntos en común

Como toda colección de relatos, salvo en contadas ocasiones, el conjunto de Las voladoras se me antoja un tanto irregular. Algunas historias están excesivamente alargadas, otras concluidas de forma un poco torpe, mientras otras, brillan en su perfección estructural e impactan con su golpe final. Sin embargo, nadie puede discutir que todo el conjunto comparte cierta coherencia, tanto estética como temática. Mónica desarrolla cada relato usando una primera persona -con excepción de El mundo de arriba y de abajo- con narradoras femeninas, donde la familia y las relaciones tortuosas entre sus miembros suelen ser la urdimbre que maneja el relato. La excepción es el curioso Soroche, donde es un grupo de amigas el que vive una extraña experiencia en la montaña.

Otro punto en común, y por el que particularmente leer a Ojeda es algo diferente e incluso lúdico, es la localización andina de gran parte de los relatos. Nos descubrimos en Las voladoras, Cabeza voladora o El mundo de arriba y el mundo de abajo navegando por relatos basados en las leyendas y religión originarias del lugar de nacimiento de la autora. Son historias repletas de simbolismo y lirismo, que dejan cierto hueco y detalle para ser referenciadas dentro de las localidades geográficas que Ojeda conoce bien. Sin embargo, el punto común total es sin ninguna duda la degradación del cuerpo humano. Un rasgo que, por lo que he podido leer a otros, suele ser de lo más habitual en su obra.

Si tenemos que trazar un hilo final que sutura todo el conjunto de Las voladoras es la obsesión. Todas las protagonistas y narradoras de la colección tienen un mayor o menor grado de obsesiones y momentos que han afectado a sus vidas. Tanto da que estemos ante relatos más líricos como Terremoto y Las voladoras, que pasemos el filtro por algo más estándar como Soroche, que sean más confusos como Caninos y contundentes como Slasher (mi favorito). La obsesión es un tema que mueve cada una de las historias e incide directamente en el comportamiento y desarrollo de cada una de ellas.

Cuestionando la femenino

Quitando los relatos de El mundo de arriba y el mundo de abajo y Terremoto, Mónica Ojeda tiene una particular intención de cuestionarse arquetipos femeninos a través de sus historias. Reinterpretándolos a través del filtro de la tradición sudamericana y algunos mitos de la tradición europea, Ojeda se propone difuminar la línea de lo real y fantástico una y otra vez. Sin embargo, parece tener una peculiar fijación en el incesto, tema que sale hasta en cinco ocasiones, pero que no siempre llega a funcionar bien del todo como motivación. Por que en Las voladoras no encontramos historias habituales, si no que de las que buscan lo extremo. Mónica nos lleva un paso más allá, con el horror y el encogimiento como reacción habitual, a la vez que la capacidad para que no dejemos de leer. Y si alguien quiere hacer la prueba, que lea el inicio de Slasher e intente dejar la historia sin saber como termina.


Las voladoras, pese a su breve extensión, no es una lectura apta para todos los paladares. Es una lectura recargada, exigente en ocasiones, con bastante simbolismo y un gusto peculiar por lo macabro, visceral y sombrío. No todos los cuentos funcionan, pero los que lo hacen, son una absoluta e inolvidable maravilla.

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Comentarios

  1. Este es de lo que creo que sale un poco de las historias que más suelo disfrutar. No le digo que no, pero de momento volaré hasta sus páginas :-)
    Un beso.

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