Blackwater VI: Lluvia, de Michael McDowell

Lluvia
Michael McDowell (trad. de Carles Andreu)
Blackie Books
Bolsillo | 272 páginas | 9,90€



Y se acabó. Seis entregas después, la lluvia llegó y el ciclo de Perdido se completó. Sin embargo, para el recuerdo, siempre quedará el fenómeno. Porque si Alas de hierro y sus cantos pintados marco el mercado editorial a principio de año, el fenómeno Blackwater quedará también para la historia. Imitando el ritmo original de publicación en 1983, aunque cada dos semanas en lugar de un mes, Blackie Books ha conseguido reunir a lectores (y no tan lectores) en las librerías buscando su dosis, cual droga culebrenesca y serie televisiva quincenal. Diría, que esa es una de las claves de su éxito: el de adoptar un modelo narrativo de consumo participativo, que agradece la conversación y se convierte, como por arte de magia, en moda. Sin embargo, debajo de esa ola publicitaria y espectacular acabado de las portadas y contraportadas de Pedro Oyarbide, diría que se esconde una novela (ya completa) más profunda, bien escrita, adictiva, y lo más importante, para (casi) todos los públicos.

Y la lluvia llegó para arrasar todo
La generación de los Caskey que conocimos en 1919 envejece, como es natural en la vida. Los años pasan y nos situamos ya en la década de los años setenta. Sin embargo, la vida continua, como debe ser. Generaciones venideras toman el mando mientras las anteriores ceden el paso. De esta forma Lilah, hija de Frances, y Tommy Lee, hijo de Lucille, son parte del centro de la Lluvia. Sin embargo, aquí, es el momento de cerrar el círculo. Todo principio debe tener un final. Y, por supuesto, Elinor, sigue siendo la protagonista indiscutible. La lluvia llega a Perdido para cerrar el círculo que comenzó con una riada. Un final que parece arrasarlo todo por completo, como la lluvia que llega a su paso, pero que esta vez deja, al menos en nosotros como lectores, una sensación de satisfacción y melancolía, y también, una huella imborrable en el tiempo que hemos pasado junto a ellos. Adiós, familia Caskey. Adiós, Perdido.

Portada original
Más McDowell que nunca
Van cinco volúmenes a la espalda, pero no deja de ser relevante la habilidad de McDowell en cuanto a la escritura. Podemos hablar de que la historia es una sencilla trama generacional, pero no debemos olvidar la capacidad de Blackwater para centrarse en lo que necesita en cada momento. Si hace falta alejarse del foco, lo hace de manera elegante, si necesita ir al detalle, amplia más rápido que el zoom del ordenador, y si quiere ir a la parte más fantástica, no tiene inconveniente. La narrativa esta al servicio de la historia, manteniendo siempre el interés y siendo relevante para el lector. Y lo hace, con otra de sus claves: la sencillez. McDowell no necesita florituras ni segundas lecturas (aunque las tiene), sino que trabaja en cada entrega para construir su epopeya generacional sin grandes sobresaltos, yendo siempre hacia delante y poniendo el rumbo siempre hacia algo nuevo pero que podemos (casi) prever.

Un melancólico adiós
No podía faltar en un volumen final como este cierta acumulación de muertes, de cambios en la familia y de sucesos que dan un giro a la situación. Sin embargo, es un final esperado y satisfactorio, acorde con todo lo contado. El drama folletinesco llega a su fin, dejando para el recuerdo una larga trayectoria familiar repleta de momentos tan estelares como inolvidables, como esa conversación sucedida en La casa, o el giro fantástico que nos ofreció La fortuna, mis dos volúmenes predilectos. Cada volumen ha sido una pieza más de una historia más larga y compleja, donde principales y secundarios han calado y tenido su relevancia, haciendo que la despedida, como lectores, sea más complicada que una simple separación. La Lluvia lleva el proceso emocional hasta su clímax y nos deja huérfanos. No hay nada novedoso en su estructura o su desarrollo, pero, sin duda, tiene algo, como el resto de la saga. Ese algo, inexplicable con palabras, que hace que Blackwater sea un fenómeno real y popular.

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