Brandon Sanderson (trad. de Manu Viciano)
Nova
Tapa dura / Digital | 1408 páginas | 34,90€ / 9,99€
Ya no son solo las 1408 paginas que forman el volumen completo de las que deber hablar, sino que El ritmo de la guerra también es uno de los libros más dispersos de todo El Archivo de las Tormentas. Quizá, también podría declarar, el que menos me ha gustado (lo cual no es mucho decir) de momento y el que más me ha costado terminar. Narraciones inconexas, problemas de ritmo agotadores y explicaciones de construcción de mundo demasiado densas y reiterativas que distraen, de forma constante, el ritmo del lector. Sin embargo, El ritmo de la guerra gana muchos enteros a nivel temático, tocando palos como la depresión, las relaciones raciales, la traición, la música o la búsqueda de uno mismo. Un cuarto volumen excesivo, pero siempre necesario, que nos deja con la miel en los labios para su épico cierre de arco en la anunciada quinta entrega.
¿Dónde estábamos?
El ritmo de la guerra comienza retomando los eventos sucedidos aproximadamente un año después del final de Juramentada. Descubrimos rápidamente qué han estado haciendo los personajes principales durante el último año, cuáles son sus objetivos actuales y los efectos que la guerra anterior ha tenido en su bienestar. Kaladin sigue tratando de hacer frente a su shock de batalla y trastorno de estrés postraumático, Shallan sobrevive a través de sus múltiples personalidades, Adolin empieza a tomar responsabilidad sobre sus decisiones, Dalinar trata de mantener el reino unido y Navani, sustenta al actual reino. Muchos Radiantes nuevos se están familiarizando con su nuevo vínculo spren y sus actuales poderes, pero los antiguos parshmenios, una vez esclavos de la humanidad y ahora bajo la guía de los inmortales Fusionados, buscan afrontar la siguiente etapa de la confrontación infinita haciendo gala de todo su poder.
¿Dónde estábamos?
El ritmo de la guerra comienza retomando los eventos sucedidos aproximadamente un año después del final de Juramentada. Descubrimos rápidamente qué han estado haciendo los personajes principales durante el último año, cuáles son sus objetivos actuales y los efectos que la guerra anterior ha tenido en su bienestar. Kaladin sigue tratando de hacer frente a su shock de batalla y trastorno de estrés postraumático, Shallan sobrevive a través de sus múltiples personalidades, Adolin empieza a tomar responsabilidad sobre sus decisiones, Dalinar trata de mantener el reino unido y Navani, sustenta al actual reino. Muchos Radiantes nuevos se están familiarizando con su nuevo vínculo spren y sus actuales poderes, pero los antiguos parshmenios, una vez esclavos de la humanidad y ahora bajo la guía de los inmortales Fusionados, buscan afrontar la siguiente etapa de la confrontación infinita haciendo gala de todo su poder.
Portada bulgara de Yasen Stoilov
Repitiendo estructura
La estructura de El ritmo de la guerra sigue los patrones habituales de todo El Archivo de las Tormentas. También, como siempre, los títulos de las cinco partes puestos juntos forman un ketek, una forma de poesía sagrada en el universo de Sanderson que se lee igual hacia delante y hacia atrás. Sin embargo, El ritmo de la guerra se desvía de sus predecesores con ese salto de tiempo inicial entre libros. La apertura un año después del apoteósico final de Juramentada nos regala una especie de clímax final al libro anterior, con una frenética primera parte que sitúa todos los arcos argumentales del libro. Sin embargo, el mayor escollo con la lectura de El ritmo de la guerra es la falta de un enfoque claro. Si, cada libro de El archivo de las Tormentas tiene a un personaje central en particular (Kaladin, Shallan, Dalinar) y aunque en principio aquí los flashbacks pertenecen a Venli, no se sienten como algo tan importante. Reexaminar su pasado no da mucho jugo que digamos, solo gotas de información.
Tampoco funciona del todo el reparto de historias. Los saltos entre puntos del mapa se sienten demasiado separados y algunos personajes apenas se mencionan. Dalinar y Jasnah quedan prácticamente en el olvido hasta que pasan casi 500 páginas… por poner un ejemplo. El ritmo de la guerra es en conjunto un libro más lento y tranquilo, y a diferencia de la grandilocuencia de Palabras Radiantes y Juramentada, se siente un avance más personal de sus protagonistas que a nivel global. Tranquilo, lector, que las secuencias de acción y enorme épica siguen estando presentes, pero quizá no llegan a lo que supuso para muchos el tramo final de Juramentada. Sanderson se centra más en reproducir y explicar tecnológicas que facilitan el avance de la narración, focalizándose en aspectos físicos de la luz y el sonido, así como en diatribas sobre el método científico para delimitar su sistema mágico. Son capítulos importantes, y la recompensa finalmente termina mereciendo la pena, pero afectan intrínsecamente al ritmo de lectura y avance del libro, sintiéndose -en general- más como una especie de lastre que como una bonificación para el concienzudo lector del Cosmere.
La importancia de la salud mental
Probablemente uno de los aspectos que más disfruté y aplaudí, y que sea la excepción que confirma la regla, sean los capítulos de Kaladin en este libro. También los puntos de vista de Adolin y Shallan, fascinantes y repletos de desarrollo de dos personajes que se han vuelto prácticamente mis dos favoritos. Con Kaladin, Sanderson ha tenido la oportunidad de describir y examinar la salud mental, o más bien, el shock de batalla. Con Shallan, nos muestra como una persona desarrolla múltiples personalidades para lidiar con oscuros secretos del pasado. Los héroes de El Archivo de las Tormentas se vuelven reales, físicos, y humanos, dejando atrás los estereotipos y afrontando las consecuencias, tanto externas como internas, de sus actos. Sin embargo, la forma en que la sociedad trata a las personas con enfermedades mentales es un tema central de toda la novela, explorada a través de muchos personajes diferentes y no solo estos dos principales. Pero bueno, contar más sería saltarse las barreras del spoiler sin necesidad alguna.
La estructura de El ritmo de la guerra sigue los patrones habituales de todo El Archivo de las Tormentas. También, como siempre, los títulos de las cinco partes puestos juntos forman un ketek, una forma de poesía sagrada en el universo de Sanderson que se lee igual hacia delante y hacia atrás. Sin embargo, El ritmo de la guerra se desvía de sus predecesores con ese salto de tiempo inicial entre libros. La apertura un año después del apoteósico final de Juramentada nos regala una especie de clímax final al libro anterior, con una frenética primera parte que sitúa todos los arcos argumentales del libro. Sin embargo, el mayor escollo con la lectura de El ritmo de la guerra es la falta de un enfoque claro. Si, cada libro de El archivo de las Tormentas tiene a un personaje central en particular (Kaladin, Shallan, Dalinar) y aunque en principio aquí los flashbacks pertenecen a Venli, no se sienten como algo tan importante. Reexaminar su pasado no da mucho jugo que digamos, solo gotas de información.
Tampoco funciona del todo el reparto de historias. Los saltos entre puntos del mapa se sienten demasiado separados y algunos personajes apenas se mencionan. Dalinar y Jasnah quedan prácticamente en el olvido hasta que pasan casi 500 páginas… por poner un ejemplo. El ritmo de la guerra es en conjunto un libro más lento y tranquilo, y a diferencia de la grandilocuencia de Palabras Radiantes y Juramentada, se siente un avance más personal de sus protagonistas que a nivel global. Tranquilo, lector, que las secuencias de acción y enorme épica siguen estando presentes, pero quizá no llegan a lo que supuso para muchos el tramo final de Juramentada. Sanderson se centra más en reproducir y explicar tecnológicas que facilitan el avance de la narración, focalizándose en aspectos físicos de la luz y el sonido, así como en diatribas sobre el método científico para delimitar su sistema mágico. Son capítulos importantes, y la recompensa finalmente termina mereciendo la pena, pero afectan intrínsecamente al ritmo de lectura y avance del libro, sintiéndose -en general- más como una especie de lastre que como una bonificación para el concienzudo lector del Cosmere.
La importancia de la salud mental
Probablemente uno de los aspectos que más disfruté y aplaudí, y que sea la excepción que confirma la regla, sean los capítulos de Kaladin en este libro. También los puntos de vista de Adolin y Shallan, fascinantes y repletos de desarrollo de dos personajes que se han vuelto prácticamente mis dos favoritos. Con Kaladin, Sanderson ha tenido la oportunidad de describir y examinar la salud mental, o más bien, el shock de batalla. Con Shallan, nos muestra como una persona desarrolla múltiples personalidades para lidiar con oscuros secretos del pasado. Los héroes de El Archivo de las Tormentas se vuelven reales, físicos, y humanos, dejando atrás los estereotipos y afrontando las consecuencias, tanto externas como internas, de sus actos. Sin embargo, la forma en que la sociedad trata a las personas con enfermedades mentales es un tema central de toda la novela, explorada a través de muchos personajes diferentes y no solo estos dos principales. Pero bueno, contar más sería saltarse las barreras del spoiler sin necesidad alguna.
Ilustración de Saša Radivojević
Flashbacks insustanciales
Más allá de los problemas de ritmo (si, hay un chiste fácil con esto que no voy hacer) que todo El ritmo de la guerra pueda presentar para el lector, el que más me costaba superar era el de los flashbacks de Venli. En los 3 libros anteriores, los flashbacks eran bastante atractivos y suponían una construcción esencial para el personaje, desarrollando sus historias de fondo. Aquí, son simplemente otra perspectiva de los eventos entre el descubrimiento de los Parshendi en Roshar y la batalla de Narak. Si, hay fragmentos de nueva información a cuentagotas, pero nunca llega a ningún punto de vital importancia. Los flashbacks de Venli y Eshonai llenan algunos vacíos narrativos y muestran el cambio de la primera hasta el momento actual, así como que dan información sobre la historia de los oyentes, pero hasta ahora, no suponen un gran aliciente en la lectura más allá de comprender la cultura fusionada.
Preparando el clímax
A falta de un brutal tramo de Sanderstorm o Sanderlancha final como es habitual, el último cuarto del libro prepara los eventos de manera excepcional para que la siguiente entrega de El Archivo de las Tormentas sea apoteósica. El ritmo de la guerra ha conseguido, si es posible, expandir más tanto el Cosmere como el universo de El Archivo de las Tormentas y nos deja, tanto con la miel en los labios como con mil millones de preguntas (una vez más). Las piezas del tablero se han movido a su lugar correspondiente para dar el pistoletazo de salida al final del primer arco de El Archivo de las Tormentas. No puedo contar nada más sin que sea spoiler, pero se atisba en el horizonte una brutal cuenta atrás que nos hará explotar y vibrar con una conclusión de lo más épica. Y si no, tiempo al tiempo. O bueno, echa un vistazo al prólogo del quinto... y verás.
Más allá de los problemas de ritmo (si, hay un chiste fácil con esto que no voy hacer) que todo El ritmo de la guerra pueda presentar para el lector, el que más me costaba superar era el de los flashbacks de Venli. En los 3 libros anteriores, los flashbacks eran bastante atractivos y suponían una construcción esencial para el personaje, desarrollando sus historias de fondo. Aquí, son simplemente otra perspectiva de los eventos entre el descubrimiento de los Parshendi en Roshar y la batalla de Narak. Si, hay fragmentos de nueva información a cuentagotas, pero nunca llega a ningún punto de vital importancia. Los flashbacks de Venli y Eshonai llenan algunos vacíos narrativos y muestran el cambio de la primera hasta el momento actual, así como que dan información sobre la historia de los oyentes, pero hasta ahora, no suponen un gran aliciente en la lectura más allá de comprender la cultura fusionada.
Preparando el clímax
A falta de un brutal tramo de Sanderstorm o Sanderlancha final como es habitual, el último cuarto del libro prepara los eventos de manera excepcional para que la siguiente entrega de El Archivo de las Tormentas sea apoteósica. El ritmo de la guerra ha conseguido, si es posible, expandir más tanto el Cosmere como el universo de El Archivo de las Tormentas y nos deja, tanto con la miel en los labios como con mil millones de preguntas (una vez más). Las piezas del tablero se han movido a su lugar correspondiente para dar el pistoletazo de salida al final del primer arco de El Archivo de las Tormentas. No puedo contar nada más sin que sea spoiler, pero se atisba en el horizonte una brutal cuenta atrás que nos hará explotar y vibrar con una conclusión de lo más épica. Y si no, tiempo al tiempo. O bueno, echa un vistazo al prólogo del quinto... y verás.
Otras reseñas de interés:
Hay una parte de la reseña que no entiendo, la pregunta de "por qué están los oyentes aquí y que pretenden". Eso ya se aclaró en el 3er libro, Juramentada.
ResponderEliminarSPOILERS:
Los oyentes son los habitantes originales de Roshar mientras que los humanos son los invasores en este mundo. Lo cual dio un giro radical a lo que pensábamos que estaba pasando y tiene toda la lógica del mundo en un planeta en que los únicos mamíferos son los seres humanos y los caballos (que parece ya claro que llegaron con los propios humanos).
Por ello ese comentario que hace me desconcierta bastante. No sé si no recordabas eso o Sanderson da otro giro al concepto (que me pareceria ya rizar el rizo).
Tienes toda la razón, no me había dado cuenta de que la frase quedo un poco extraña y no era exactamente lo que quería decir (que iba más por los iriali, la verdad). Gracias por leer y comentar :)
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