“Tengo la sensación de que no os voy a caer demasiado bien.” Cuán equivocado estabas, querido narrador de El demonio de Próspero. Y digo narrador, por que este Constantine con cero escrúpulos
nunca dice su nombre. Ni falta que hace. Él es un cazador de demonios por
derecho de nacimiento, no como los de Kimetsu no Yaiba. Él es el
único responsable de los 109 demonios (de 72,936) que operan dentro de su
cuadrícula de jurisdicción. Pueden parecer muchos, pero es fácil reencontrarse
con algunos de esos seres inmortales.
Nuestro narrador, nuestro
exorcista tremendamente eficaz y sin demasiados escrúpulos, ha detectado algo
en las altas cortes tras despertarse con una mujer muerta en su cama. Próspero
de Schanz, el gran filosofo, científico y artista de la época, el más sabio de
todos los tiempos, quiere poner un proyecto en marcha: educar al recién nacido
para que sea el mejor gobernante de la historia. Lástima, que esté poseído
por un demonio. O eso parece.
A golpe de sarcasmo
Junto con el ingenio seco de la
prosa, el narrador moralmente dudoso y la riqueza de su falsa Europa histórica,
K. J. Parker construye una novela corta repleta de ironía sobre lo que
sucedería si alguien con poder, y que le importa una mierda el bien y el mal,
se enfrentará a un ser inmortal. Unos seres inmortales que pueden ser
doblegados, obligados a abandonar el cuerpo que poseen, pero que también pueden
poseer al propio exorcista y cometer actos horrendos.
Un doble juego que se nos va
desgranando a través de reveladoras anécdotas del pasado de nuestro
narrador, que van perfilando tanto la naturaleza social, científica, artística
y política del momento como realizando afilados retratos de los personajes
secundarios y principal. Un entorno con dejes góticos y sobrenaturales que
conjuga con una estampa renacentista vista a través de los ojos de un personaje
moralmente gris, violento y repleto de sarcasmo.
Dilemas morales
Las decisiones de nuestro
narrador siempre optan por el bien mayor, sin embargo, la satisfacción
en su brutalidad es traspasable al texto y de alguna forma, interpreta tanto al
héroe como al villano de esta pequeña historia. Un sociópata que nació con el
poder del exorcismo, en una historia de demonios poco usuales y que evitan los
arquetipos conocidos. Es agudo e
ingenioso, es despiadado, pero nunca cruel. Moralmente cuestionable sí, pero tampoco
malo en absoluto.
De esta forma K. J. Parker
establece un debate del bien contra el mal, de lo moralmente correcto contra lo
cuestionable. Blanco o negro no existen. Pequeñas conversaciones a lo largo de El
demonio de Próspero invitan al lector a reflexionar no solo sobre esto, si
no también sobre el arte, la filosofía, la ciencia e incluso la política. Como esos
momentos en que Mezen, de El Arcano y el Jilguero, realizaba pequeños
monólogos debatiéndose entre lo que hacia y como funcionaba la política de su mundo.
El demonio de la semana
Una de las grandezas de El
demonio de Próspero es que en apenas un centenar de páginas es capaz de
presentar a su protagonista, dotarlo de varias capas y llevarnos, de principio
a fin, a un caso bastante grande y significativo al final. Es más, en las dos
últimas paginas me vi sorprendido y fui tomado con la guardia baja por parte de
K. J. Parker. Un bofetón que cierra la historia planteada y deja, con más ganas
quizás, de poder leer Inside Man en octubre, continuación en cierta
manera de El demonio de Próspero.
Me has dejado intrigada. Voy a cotillear un poco más por ahí ;-)
ResponderEliminarUn beso y feliz semana lectora :-)
Creo que te puede gustar mucho, tanto en su forma como en trama :)
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