Buceando entre las opiniones y críticas de los lectores ante El despertar del leviatán he visto dos tipos: los que se mueren de ganas por seguir disfrutando de las aventuras a bordo de la Rocinante, y los que por contra, tuvieron suficiente con una dosis de James “Carapan” Holden. Bien, yo que me encuentro más en el primer grupo que en el segundo, y habiendo finalizado la lectura de este segundo volumen, estoy de acuerdo con otra de las afirmaciones que más se repiten: una vez te subes a la saga The Expanse, cada volumen va a más y mejor. Tras haber leído La guerra de Calibán, doy fe.
Parece que Ty Franck y Daniel
Abraham han aprendido de alguno de sus errores, han pulido un poco más su
planificación, y ofrecen una aventura palomitera continuista y debedora de su
antecesora. La guerra de Calibán nos transporta hasta Ganímedes, donde
una marine llamada Bobbie asiste a la aniquilación de su pelotón a manos de una
extraña y mortífera criatura. En la Tierra, la subsecretaria del Estado
Avasarala trata de evitar una guerra interplanetaria con Marte, mientras tiene
un ojo echado a Venus, donde la protomolécula se ha instalado y amenaza a todo
el Sistema Solar. Entre tanto, nuestro querido Holden y su tripulación
trabajan para Fred Jhonson y la Alianza de Planetas Exteriores en búsqueda de
la paz. Todo cambia cuando aceptan buscar a la hija desaparecida de un
científico de Ganímedes.
Más de lo mismo
Para bien, o para mal, La
guerra de Calibán vuelve a ser más de lo mismo. Más o menos. ¿Echabais de
menos tener cierto elemento político tanto como yo en El despertar del
leviatán? Buenas noticias, aquí tenéis tres tazas. Gracias al punto de
vista de Avasarala, la novela nos mete en los intersticios y juegos sucios de
poder que se cuecen entre las grandes potencias interplanetarias. Como un
gran baile entre la Tierra, Marte y los Planetas Exteriores, donde todo sucede
entre bambalinas. Algunos dicen que le quita el elemento trepidante
característico del primer libro, sin embargo, las 600 y pico páginas siguen
pidiendo ser pasadas a toda leche, una tras otra sin parar.
La guerra de Calibán
resulta en conjunto una entrega mejorada respecto a su antecesora, más
equilibrada gracias a los cuatro puntos de vista aportados, aunque menos
interesante desde el punto de vista de la historia central. Los picos de
intensidad y revelaciones de la historia son menores, pero el camino que recorre
se plantea más interesante de cara al futuro (y más sabiendo un poco tras ver
la serie de Tv). Alguno de sus hándicaps, como la planitud de sus personajes,
empieza a verse reducido con el paso de las páginas, mientras otros, como
Avasarala, ya entran pisando fuerte y conquistan cada corazón lector desde su
primera intervención.
La ley de la tv: si una cosa funciona, no la cambies
A nadie le puede extrañar, y más tras leer las novelas, que
los autores detrás de James S.A. Corey son unos excelentes guionistas e hijos
adoptivos de George R. R. Martin. Las escenas y sus cortes, la jerga utilizada, y sobre todo, los diálogos entre personajes, están plasmados y pensados de tal forma que
traspasarlos a la pequeña pantalla es casi una obligación. Es verdad que
repiten estructuras, así como la obsesión por unir todas las líneas
argumentales trazadas durante el libro, pero que pese al ritmo diferente, añaden en esta nueva
entrega alguna nueva capa tanto a su universo como a sus personajes.
Como de la temporada uno a la temporada dos, el mundo de The
Expanse empieza a ser más rico y grande. No es por nada, pero como dice
Avasarala durante la novela, el espacio es más grande de lo que puede parecer.
Comenzamos a ver cómo funciona la política y la sociedad terrícola mientras
observamos pequeñas evoluciones de todos sus personajes principales,
agradeciendo especialmente la introducción de Bobbie y Avasarala como nuevos
puntos de vista. No podría decir lo mismo de Prax… pero ese es otro cantar.
También su desarrollo espacial y la física, que empieza a trazar algunas
explicaciones que, para alguien como yo que tiene nulos conocimientos
científicos, suenan hasta plausibles.
Falta clímax, falta destino
Al igual que con El despertar del leviatán, la novela termina en un futuro incierto. Puede que la trama principal de la novela quede más o menos cerrada, pero el cliffhanger para continuar la historia es tan brutal que te deja al lector con la inmediata necesidad de continuar. Es un final de temporada al más puro estilo The Walking Dead: por todo lo alto y demandando la imperiosa necesidad de saber más. Y es que en The Expanse el villano es hasta el momento algo desconocido, más allá de esos ‘villanos’ políticos de cartón piedra a los que se enfrentan en batallas repletas de maniobras militares que tanto recuerdan a la brillante Battlestar Galactica. De momento, el destino solo se atisba, se intuye, pero no sé da por sentado. No es por nada, pero aún faltan siete libros más…
Otras reseñas de interés:
Hola, Mangrii:
ResponderEliminarYo ya sabes que me quedé a mitad del primer libro. A lo mejor en algún momento vuelvo a coger la saga, pero no creo...
Besos.
Cuando quieras palomitas, es ideal :)
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