Emil Ferris (Trad. de Montserrat
Meneses Vilar)
Reservoir Books
Siempre me decían en el colegio que tan importante es la forma como el contenido. No basta con que algo este bien escrito o sea bonito, tiene que tener cierta sustancia. Un equilibrio entre ambas partes. Y si no, que se lo digan a Emil Ferris y todos los galardones -bien merecidos- que lleva bajo el brazo con su ópera prima Lo que más me gustan son los monstruos. Tres premios Ignatz, otros tres premios Eisner, y hasta una nominación a los premios Hugo acompañan a una serie de apariciones en la lista de lo mejor y más vendido de 2017. La primera parte -de dos- de una novela gráfica, que se convertirá, si no lo es ya, en uno de esos títulos imprescindibles para los amantes de las viñetas.
¿Qué nos cuenta Lo que más
me gustan son los monstruos?
Esta pregunta es como ponerse un
cuchillo bien afilado en la garganta. Y de los que cortan. Hablar de un cómic como este en su complejidad se
me antoja harto imposible. Son tantos los temas y sucesos que ocurren en
esas cuatrocientas y pico páginas que resulta difícil hacer justicia
a la novela gráfica. Pero empecemos por el principio. Ante todo, Lo que más me gustan son los monstruos
es la historia de Karen Reyes, una peculiar niña latina de diez años que
vive en la oscura Chicago de finales de los sesenta. Apasionada de las
películas de terror de serie B y las revistas pulp llenas de monstruos, se
propone resolver el misterio que rodea el reciente asesinato de su enigmática
vecina del piso de arriba, Anka Silverberg.
Su investigación le llevará a destapar multitud de secretos que parecen rodearla. La vida pasada de su hermano Deeze, conocer un poco más de su religiosa y sacrificada madre, sacar
a la palestra policial tanto al mafioso casero del edificio como a su esposa, así como conocer
algunas de las peculiares personalidades de su barrio. Una investigación que la
llevará más allá de lo esperado. Karen viajará a traves de su imaginación hasta la Alemania nazi y el terrible holocausto, con la historia de
una niña que tuvo que superar un obstáculo tras otro. Tantos como ella. Una historia del pasado
que parece enredarse una y otra vez con la de su presente.
Una historia de superación en
todos los sentidos
Ya no solo por que la primera
obra en solitario de Emil Ferris aparezca a los 55 años de edad. Tampoco por
que consiguiera superar el virus del Nilo Occidental tras quedar paralizada de
cintura para abajo desde los 40 años. No hablemos tampoco de los 6 años que le
ha llevado componer al completo Lo que más me gusta son los monstruos.
Por no mencionar nada de esa carrera de obstáculos donde tuvo que superar que una
editorial la dejará tirada a medio camino de la publicación, y nada menos que 48
rechazos editoriales. Lo que más me gustan son los monstruos es en el
fondo una historia de superación. Y lo es, por que ante todo, es una
historia inspirada en la propia infancia de Emil Ferris que vivió en un turbio Chicago
natal de los años sesenta.
Tanto la historia de Karen Reyes, como la que vamos conociendo de la judía-alemana Anka, son dos historias de pura
superación personal. La primera por su situación actual, donde racismo,
homofobia, acoso escolar y enfermedades familiares parecen darse la mano para
terminar de hundir por completo a una joven siempre ha sido dejada de lado
por ser considerada ‘rara’. La segunda, una historia trágica como pocas. La de una
niña tuvo que hacer todo lo posible y necesario para sobrevivir en una época
terrible para ser judía. Dos historias que se van entrelazando con
pasmosa facilidad en el paso de las páginas, y cuyo desenlace espero con ansia en
su segunda -y última- entrega.
Un envoltorio muy personal
Nada mas abrir el pedazo de
volumen que supone Lo que más me gustan son los monstruos sabemos que
estamos ante algo diferente y muy personal. No solo por imitar la apariencia de un
cuaderno de espiral, con su línea roja al margen izquierdo y sus líneas
horizontales azules separadas por un centímetro. La novela gráfica se convierte
en una sucesión de historias dentro de historias. Es una inmersión
completa en las capas y capas de secretos y apariencias que rodean a todos nuestros
protagonistas. Todo ello bajo el punto de vista de Karen Reyes, una niña de 10
años, que a través de su diario ilustrado nos lleva tanto a través de su vida como
de la historia de la fallecida vecina.
"Los monstruos malos quieren
que el mundo sea como ellos quieren. Necesitan que la gente tenga miedo... no
viven en su guarida y van a su bola...
Esa será la diferencia... un
monstruo bueno a veces asusta porque tiene un aspecto peculiar y colmillos...
algo que no puede controlar...
En cambio, los monstruos malos
quieren tener el control... que todo el mundo esté asustado, para que ellos
puedan llevar la batuta..."
Esto puede suponer tanto un pro
como un contra para cualquier lector. Por un lado, la historia carece
absolutamente de ritmo. Como cualquier diario de una niña, se detiene en
detalles innecesarios, deambula por todo lo que la fascina y nunca se llega a
centrar en nada de forma absoluta. Karen va dando un reflejo de la realidad
pasada por su filtro de artista. Intuimos aristas, conectamos puntos de
la historia y elaboramos los hipervínculos internos que van dando matices y
connotaciones nuevas a la simbología de la obra. La historia fluye sinuosa y
sin un orden lógico aparente. Es un deambular libre e hipnótico de reflexiones
y momentos de una niña que esta a punto de ser adulta.
El reflejo de una época
Aunque el aire de cuento con altas dosis metafóricas y oníricas plagan toda la novela gráfica, no pasa desapercibido
para cualquier lector la crudeza de una época complicada para la
sociedad norteamericana. La guerra del Vietnam en su pleno apogeo, las protestas
por la igualdad racial de finales de los años 60 y el asesinato de Luther King
son solo algunos de ellos. Mafiosos, camellos, prostitutas y bandas callejeras.
La propia Karen vive en sus carnes como el mundo se vuelve hostil ante su
mirada más inocente. Ante todo lo que esta fuera de su norma.
Ferris nos invita a reflexionar
una y otra vez sobre los verdaderos monstruos: los propios humanos. Y lo
hace con el reflejo de dos épocas: tanto con este descarnado final de los años
60 como visitando el holocausto judío de la Alemania nazi. Es fascinante como
une dos momentos históricos que reflejan lo peor del ser humano. Dos épocas
repletas de represión, violencia y mezquindad humana que vivimos bajo la inocencia de
una joven niña que no parar de buscar, una y otra vez, un refugio bajo el que
esconderse de tanta oscuridad.
El refugio de Karen Reyes
La imaginación es un arma muy
poderosa. Nos permite olvidar, encerrarnos y superar algunos de nuestros peores
momentos. Nuestros traumas y torturas personales quedan encerradas bajo llave.
Se modifican y cambian a nuestro antojo para dejar atrás todo eso que no
queremos recordar. Y esa es el arma de Karen Reyes. El refugio que encuentra en
el arte. Un arte que le permite mantener a raya aquellos monstruos que la
acechan cada día. Tanto dentro como fuera de ella.
Así es el apartado visual de Lo
que más me gustan son los monstruos. Un refugio imaginativo donde cada
página acapara tal variedad de técnicas, estilos y composiciones que
sería imposible pararse a describirlos uno por uno. Es toda una experiencia,
repleta de estructuras absolutamente libres que solo tienen en común trazos a bolígrafo repletos de colores fríos y líneas agudas sin difuminar. Un
estilo rompedor, que no siempre sale bien en el 100% de las páginas, pero que refuerza la
relación simbólica entre las diversas tramas que plagan la novela.
Cada página es un mundo donde caben
cientos de historias. De repente, aparecen portadas de revistas pulp copiadas
hasta el mínimo detalle que funcionan como marco temporal. También, una serie de cuadros
famosos redibujados e interpretados en varias ocasiones para explicarnos que ve la propia Karen en
ellos y como le ayudan en su camino. Podemos caer en momentos oníricos, en
sueños interpretados o en momentos puramente imaginativos que vienen precedidos
por tan solo una frase o imagen. El arte visual es demoledor, único e inigualable. Digno
de ver una y otra vez.
Siento que he escrito una de las
reseñas más largas del blog y que sigo sin hacerle justicia. Ofrece tanto a nivel personal, cultural e histórico que cualquier cosa
que se diga quedara corta. Son tanto los temas que toca que es imposible
abarcarlos todos. Puede que se vaya por las ramas o que parezca un producto
deslavazado, pero os aseguro que este patchwork gráfico y temático es lo más
apasionante que he leído en bastante tiempo.
Otras reseñas de interés:
Gracias por la reseña. Me llama mucho la atención, pero me da reparo que no exista final y te deje totalmente colgado. ¿ puede de alguna manera leerse como una obra autoconclusiva o, al menos, con un final abierto ..? Gracias y un saludo.
ResponderEliminarEl final es totalmente abierto, de eso no cabe duda. El caso a resolver queda a medias y finaliza con una revelación sobre Karen bastante potente. En mi opinión, imposible de leer como algo autocontenido.
Eliminar¡Hola!
ResponderEliminarNo lo conocía, pero me lo apunto, que me has dejado fascinada con la reseña. Menuda obra se ha marcado Karen Reyes.
¡Un saludo!
Espero que te guste mucho lo que ha hecho Emil Ferris. Es una maravilla :)
Eliminar¡Hoooola!
ResponderEliminarMmm que novela gráfica tan interesante, ya veo que ha sido difícil resumir todo lo que se encuentra en el interior jajaj
Me encanta que sea una especie de diario, que contenga historias dentro de historias, que el ritmo sea tan... raro. Y que tenga tanta tanta chicha. Desde luego, después de esta opinión me lo tengo que llevar anotadísimo jaja
¡besotes!