Shirley Jackson (Trad. de Paula Kuffer)
Editorial Minúscula
Rústica | 224 páginas | 18,50€
Acudir a un aclamado clásico de tu pila de lectura siempre es un arma de doble filo. Las expectativas son peligrosas si uno no sabe manejarlas a conveniencia. A veces, cumplen o incluso te sorprenden. Otras, se derrumban catastróficamente. Con Siempre hemos vivido en el castillo, de Shirley Jackson, me inclino más por el primer grupo. Considerada una novela imprescindible del terror contemporáneo y el gótico moderno, la escritora estadounidense construye un complejo relato de terror psicológico y suspense. Siempre hemos vivido en el castillo lleva su máxima de la cotidianidad para perturbar al lector. De sus palabras subyace un miedo sutil e invisible, del que se mete en nuestras carnes. No hay masacres ni torturas, no hay sangre ni desmembramientos. Es el terror psicológico en su máximo y enloquecedor esplendor.
La novela gira en torno a los
tres residentes de la mansión familiar Blackwood. Mary Katherine, Constance y
su tío Julian viven su paradisiaca soledad tras haber muerto el resto de la familia seis años atrás. Los días transcurren con una placidez bucólica en su
espacio de confort. Fuera, el pueblo las odia y les tiene miedo a partes
iguales. La vida esta llena de rutinas y quehaceres diarios que ocupan todas
sus horas. Hay paz y armonía en el hogar. El equilibrio se rompe cuando el
primo Charles Blackwood llega para hacer una visita. Los demonios del
pasado salen a la luz y su espacio de seguridad comienza a verse
alterado.
Cualquier incauto podría dejarse
engañar por la simplicidad de su argumento, e incluso, de su trama. Shirley Jackson coge
a Merricat como narradora, y no es casualidad. Desde el desapego y soltura de
quien escribe en un diario, Mary Katherine narra su día a día con una inocencia
que da miedo cuando descubrimos la verdad. Los primeros capítulos del libro
funcionan como un expositor de la vida que lleva actualmente la familia
Blackwood. Según se suceden las páginas, la brechas comienzan aparecer y
empezamos a vislumbrar que algo perverso se esconde tras el relato. Cuando
comprendemos porque estamos ante un castillo que defender a capa y espada,
Merricat ya nos ha agujereado el corazón.
De forma sutil, Jackson deja
miguitas durante el camino. Desde el primer párrafo, que podríamos tomar como
un microrrelato en sí mismo, tenemos toda la información. Pero la autora ejecuta su hechizo, y no es hasta el final del libro cuando la maraña
cotidiana descrita por la Merricat cobra sentido. Cuando la inocencia se torna
en perturbación. La magia de Siempre hemos vivido en el castillo ratifica
en la dosificación de la información y en como la autora ha jugado con el lector,
tanto como la fascinante Merricat ha querido. Perversidad revestida
de terror que juega con las sensaciones del lector.
Me llamo Mary
Katherine Blackwood. Tengo dieciocho años y vivo con mi hermana Constance. A
menudo pienso que con un poco de suerte podría haber sido una mujer lobo,
porque mis dedos medio y anular son igual de largos, pero he tenido que
contentarme con lo que soy. No me gusta lavarme, ni los perros, ni el ruido. Me
gusta mi hermana Constance, y Ricardo Plantagenet, y la Amanita phalloides, la
oronja mortal. El resto de mi familia ha muerto.
Ilustración de Kurt Huggins y Zelda Devon
Siempre hemos vivido en el
castillo no es una novela de género convencional. No llegaría ni a ser terror del que entendemos hoy en día. Es
un texto bastante realista y psicológico. No tenemos buenos ni malos. No hay
monstruos al uso, aunque unos cuantos pululan por la novela. Hay odio, hay
rechazo, superstición, magia, e incluso brujería. Jackson construye un juego
sádico que leemos desde la persuasiva subjetividad de Merricat. Una narración
hipnótica, que te invita a entrar al relato una y otra vez. Una voz
perturbadora, hipnótica e inocente, a la que nadie puede resistirse.
Shirley Jackson construye una
novela de atmósfera embriagadora. La nostálgica voz infantil de Merricat guía
un relato sugerente, perturbador y desasosegante que pone su punto y final a
gusto del lector. Shirley sugiere, provoca e inquieta, pero no cierra su
historia. Un cruel cuento gótico que termina como toda una leyenda urbana. Una
lectura imprescindible y un narrador inolvidable.
¡Madre mía, qué ganas le tengo! A ver si me hago pronto con él ^^
ResponderEliminarUno de esos clásicos que, cuando te dicen que tienes que leer si o si, debes hacerlo :)
Eliminar¡Huooola!
ResponderEliminarAy, te ha quedado genial la reseña, creo que has descrito genial todo lo que es este libro y lo que transmite ^^
Fíjate que a mi no me gustó demasiado, no se si porque esperaba otra cosa o porque simplemente no logré conectar, pero es cierto que tiene como una atmósfera de tensión única, y que la autora utilizando simplemente momentos cotidianos consigue ponerte como incómodo jajaja
¡muchos besos!
Muchas gracias :) Es una fantasía ver como Merricat no esta contando nada del otro mundo y a la vez te esta dando tan mala espina.
EliminarLe tengo muuuchas ganas al libro, además no he leído nada de la autora.
ResponderEliminarBesotes