Alucinadas V: Un mundo de buenas premisas

Alucinadas V
VV. AA
Palabaristas
Rústica/Digital | 255 páginas | 15€/2,99€



En abril de 2014 nacía de la mano de Cristina Macia, Cristina Jurado y Leticia Lara la antología Alucinadas. Con ella se pretendía dar difusión aquellas voces de habla hispana encuadradas en el genero de la ciencia ficción que hasta el momento no habían podido ser escuchadas. Ahora, en 2019, ya van por su quinta (y última) edición. Esta quinta entrega, coordinada por Sofía Rhei y Miriam Álvarez, ofrece diez relatos inéditos de ciencia ficción que se ramifican en diferentes vértices del género. Una antología repleta de ideas bastante interesantes, desarrolladas mejor o peor bajo el punto de vista de cada lector, que demuestra la buena base sobre la que puede crecer el imaginario hispano. Y eso, ya de por sí, es una buena noticia para todos los lectores.

Ideas más que historias
Abre la antología, tras el prólogo de la gran Lisa Tuttle, Helacyton gartleri, de Esther Román. Se trata de una ciencia ficción en su vertiente más científica que recuerda a las misiones suicidas espaciales de El Marciano y al agobio atmosférico de Aniquilación. Esta es la historia de lo que supone vivir en una estación espacial tras el abandono humano de la Tierra. Una reflexión climática sobre el peligro que supone extinguir la biodiversidad en la Tierra. Le sigue El telar nuevo de Filomela, de Carmen Romero Lorenzo. Este es uno de esos relatos cuyas ideas me gustan, pero cuyo desarrollo no me acaba de convencer. Carmen ha imaginado el futuro de los museos: en vez de objetos u elementos, tendremos robots con IA implementadas que reproducen las vidas, historias y personalidades de sus protagonistas. En este caso, viajamos hasta la antigua Grecia y la historia de una Filomela que yace solitaria en el museo.


La aventura espacial de Alucinadas V llega con Segunda, de Almudena Carrasco Pazos, una triste historia espacial con aire a Star Wars y Mass Effect donde nos subimos a bordo de la Titania para ejecutar una peligrosa misión. Lo más interesante es esa voz narrativa, desde la que conocemos la jerarquía y el funcionamiento de este ejército repleto de clones, poderes telepáticos y telequinéticos. Ojalá saber más de este universo, ya que se queda en un mero planteamiento. Le sigue uno de mis favoritos, Merma, de Elaine Villar Madruga. La autora cubana, que ya me conquistó en la antología Ciudad Nómada y otros relatos, sigue el filo de clones y copias del relato anterior. En este caso, muñecas robóticas que reproducen copias fidedignas de personalidades conocidas. En concreto, Anastasia Románov y Frida Kahlo. Elaine teje con soltura un relato que aúna conocimiento cultural de estás dos personalidades, un debate sobre lo que nos hace ser humanos y las dinámicas de poder, además de toda una historia de supervivencia.

La pura space opera llega con Ataraxia 1.0, de Mercé Homar Mas. Es la historia de una nave mercante de contrabandistas multiétnica -que recuerda a la Peregrina de Becky Chambers- con bastante carisma y mala baba. Un polizón en su carguero y un objeto preciado serán el motivo por el que su viaje de vuelta sea bastante más movido de lo habitual. Al igual que Segunda, parece el inicio de algo más largo y ojalá, más aventuras de la Ataraxia lleguen a poder leerse. Otro de mis favoritos es Cuatro Letras, de María Angulo, un trepidante techno-thriller. Angulo nos lleva por toda una investigación clandestina cuando Inmaculada, una enfermera, descubre que un paciente famoso que acude a su clínica apareció muerto y sin sus órganos trasplantados. María nos planta en el futuro, donde la fe católica es sustituida por una especie de fe científica donde en el ADN no codificante creen que está escondido el mensaje divino de Dios. Con un guiño a Orphan Black (quién lea el relato lo entenderá) y mucho thriller, es una historia de lo más entretenida.


Con un particular parecido a Evangelion se sitúa Tragar la tierra, de Verónica Pazos. El relato menos cifi de la antología y en el que más me ha costado entrar, vemos a una chica entrenar para el momento crucial de su vida: a final de mes el Gólem de guerra la absorberá por completo. Una pizca de mitología hebrea, un poco kaiju japonés pero con golems y una voz interior de lo más particular. La nota poética de la antología la pone El vuelo frío, de Beatriz Sleich. Un relato brillante en los primeros compases, donde aboca a venerar la Tierra y describir como terminamos con ella, pero cuya trama "romántica" de la segunda mitad me resulta de lo más antipática por culpa de su personaje masculino principal.

Modulación, de Andrea Pérez Prieto, es un relato distópico dentro de una sociedad donde todo está estipulado, pautado y ordenado. Rezumando cierto aroma Black Mirror, acudimos en primera persona al día a día de una empleada que se dedica a dirigir candidatos diariamente hacia sus empleos ideales. Todo el mundo hace lo que debe. Una elección peculiar la llevará a tomar una decisión que puede resultar fatal. El statu quo debe perdurar. Y cerramos la persiana con un divertido relato sobre el amor. Extraordinaria ignorancia, de Núria Solanellas Juncosa, relato ganador de la convocatoria, nos sube a bordo de la Extraordinaria Ignorancia VI, un crucero espacial de parejas donde deben tomar el fármaco Parasiempre®. Este hace que las parejas estén enamoradas para siempre, sin discusiones ni tensiones. Amor eterno. Por supuesto, y no podía ser de otra forma, algún miembro del crucero se ha olvidado de tomarlo. Una reflexión sobre el periodo de enamoramiento, el amor real, la humanidad e incluso la Tierra. Un cierre muy redondo para la antología.

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