Libros en cajas: Descifrando el poder de las historias fragmentadas


Hace ya más de un año que puse un punto y seguido en el amplio mundo de la literatura ergódica. El artículo Literatura ergódica: qué es y dónde encontrarla fue un primer paso culminante que me llevó a profundizar (todavía más) en este mundo fuera de los márgenes habituales al que pertenece la experimentación literaria. En un universo donde la lectura se asocia habitualmente a páginas encuadernadas que se leen de izquierda a derecha y una línea tras otra, no dejaba de obsesionarme — y fascinarme— la gran cantidad de potencial y experiencias que me estaba perdiendo por absoluto desconocimiento. De ahí que, cada vez, por qué estoy seguro de que existen otros lectores como yo, intento hablar más sobre ello en este blog. Si algo caracteriza a la literatura ergódica, además de su base cocreativa entre autor, lector y libro, es la reivindicación del formato físico como medio de lectura, aunque no sea una regla establecida. El libro como objeto, la lectura como experiencia.

Desde intrincados objetos tridimensionales hasta colecciones de artefactos narrativos, estos formatos experimentales expanden los límites de la literatura ofreciendo una inmersión única y, a menudo, sorprendente. Y varios de ellos, juegan mucho más que otros con los formatos en que se presentan a los lectores. Me refiero, en este caso, a libros en cajas (o books-in-boxes, que en inglés suena mejor). Estos no son simplemente libros; son experiencias contenidas en seis lados de cartón,invitándonos a reconsiderar qué puede ser un libro y cómo podemos interactuar con las historias y las ideas. Estos libros en cajas desafían (casi) todo límite del formato tradicional. Dentro del mundo del arte, muchos artistas crean libros únicos o de edición limitada que también se presentan en cajas. Estos pueden contener una variedad de materiales como grabados, fotografías, objetos tridimensionales, textos no lineales, etc. Son obras de arte en sí mismas y a menudo desafían también la definición tradicional de "libro".

Hoy, cuando (casi) todo está digitalizado y disponible a golpe de clic, estas obras nos recuerdan que los libros también pueden ser (y son) importantes como objetos físicos, como obras de arte en sí mismas, y no sólo como contenedores de información. Nos permiten sentir realmente todas sus texturas y descubrir su interior, permaneciendo e interactuando con ellos. No es solo leerlos y seguir adelante. Nos dejan, de alguna manera, alcanzar nueva cimas, percepciones y sensaciones dentro del mundo de la lectura. Estos proyectos novelísticos en cajas funcionan como lo que parece una contención aleatoria de elementos con los que el lector debe, de alguna forma, jugar. Repletas de posibilidades, opciones y compromisos, estas novelas en cajas suponen una nueva y gratificante barrera lectora que solo los más aventajados podrán sortear y disfrutar. Como todo lo experimental, recordemos, nunca es para todos los gustos. No es solo algo llamativo para acrecentar las ventas, (casi) siempre forman narrativas completas, reformuladas, complejas y pensadas para establecer vínculos entre sus partes. En este artículo te hablaré de cinco buenos ejemplos: Composición nº1, de Marc Saporta; Los desafortunados, de B. S. Johnson; El enigma de Caín, de Torquemada; Fabricar historias, de Chris Ware; y Ephemeral city, de Simon Groth.

Composición nº1, de Marc Saporta
Publicada en Francia en 1962 por la editorial Le Seuil, justo un año antes de la Rayuela de Julio Cortázar, Composición nº1 de Marc Saporta es considerada uno de los precursores de la narrativa no lineal y la fragmentación narrativa. La novela-caja de Saporta está compuesta por 150 hojas no encuadernadas, no numeradas, escritas por una única cara e introducidas al azar en una caja. Como bien podéis imaginar, no fue bien recibida por la prensa en su fecha de salida. Sin embargo, Visual Editions, la rescato 50 años después con gran éxito. En España sería Capitán Swing, quién en 2012, con la traducción de Jules Alqzr y una presentación de Miguel Ángel Ramos, nos permita disfrutar (a día de hoy) de él en nuestro idioma.

Composición nº1 es el paradigma perfecto de la función aleatoria a la hora de nuestra interacción con un texto fragmentado. La historia no es más que un hilo de información constante, donde el personaje central apenas se vislumbra y nunca se nombra, en un París durante la ocupación alemana. Saporta nos instruye a nosotros, como lectores, en la forma de proceder. Debemos barajar las páginas, por qué según él «el tiempo y el orden de los acontecimientos controlan la vida de un hombre más que la naturaleza de estos». Y en cierta manera, Composición nº1 es un ejemplo perfecto de ello. El orden en el que salgan y leamos las hojas después orientará en parte el destino de X, el personaje protagonista cuyo nombre desconocemos. Somos participantes conscientes en toda la narrativa, en toda la secuencia, y estaremos de forma constante estableciendo conexiones para conseguir armar una historia.

Imagen editorial interior del libro

Del encadenamiento de las circunstancias depende que la historia acabe y sea vista de una forma u otra. Aunque Saporta argumentaba que el número de composiciones posibles en el libro es infinito, la realidad es que las versiones de su libro si que tienen un límite matemático. Concretamente, el factorial de 150, un número larguísimo formado por 263 cifras y finalizado con 37 ceros. Lo que si hace sentirse infinito al libro es pensar que cada una de las hojas corresponde a un marco espacio-temporal que cambia de forma continua, una especie de abismo que depende absolutamente del elemento azaroso. De nuevo, la forma en que recibimos la información es importante. Un ejemplo claro, dentro del libro, es saber si X conoció a su amante antes o después del matrimonio, o cuando tuvo lugar el robo que cometió en su línea vital.

La filosofía de Saporta sugiere que el tiempo y el orden en que se producen los acontecimientos en nuestras vidas tienen un papel más decisivo incluso que la propia naturaleza de los mismos. La singularidad del planteamiento hizo que la obra adquiriera una especie de estatus mítico y sea un modelo absoluto de cómo funciona el azar en la trama y en la percepción que el lector tiene de la historia. La novela ergódica por excelencia y paradigma de la literatura hipertextual a día de hoy, Composición nº1 es la obra de un autor que dedicó su obra a la pura experimentación y vanguardia literaria. Algún día sería maravilloso poder leer su Les Invités (1964), la considerada su mejor obra o canto del cisne, una especie de patchwork compuesto por elementos e historias diversos, que también utiliza géneros literarios diversos. Mientras tanto, seguiremos barajando hojas de su Composición nº1.

Los desafortunados, de B. S. Johnson
Siete años después de la Composición nº1 de Marc Saporta llegaría a las librerías otro libro con formato de caja, y quizá uno de los más conocidos hoy en día: Los desafortunados, de B. S. Johnson. En este caso, aunque con enormes parecidos, la novela-caja se presenta en 27 secciones separadas sin encuadernar (reunidas en una caja) que pueden leerse en el orden que se desee, excepto las tituladas "Primera" y "Última". La mayoría de las secciones/capítulos son muy cortos; los más largos tienen solo 12 páginas, mientras que los más cortos tienen solo una página y, con la excepción de "Primera" y "Última", no tienen nombre. Al igual que el anterior, sería la edición de New Directions en 2008 quién lo devolvería a la vida. En español podemos disfrutar de la edición de Rayo Verde publicada en el año 2015 con la traducción de Marcelo Cohen.

La trama del libro es de lo más sencilla: el narrador, un periodista deportivo anónimo, llega a una ciudad sin nombre (que se ha identificado como Nottingham por sus puntos de referencia), es enviado a cubrir un partido de fútbol. Mientras camina por la ciudad hacia el estadio, parando por el camino a comer y beber, recuerda a su buen amigo Tony, fallecido recientemente de cáncer. Memoria y ficción se entremezclan en detalles y momentos específicos que nos llega como información fragmentada. De una sección a otra es el azar el que decide por nosotros lo que nos encontraremos: el presente de Johnson, un recuerdo del pasado o un detalle que le ha venido de repente a la memoria.

Imagen editorial del contenido interior

En parte menos aleatorio que la Composición nº1 de Marc Saporta, la novela-caja de Johnson juega mucho más con el intento de representar cómo funciona la mente humana. Los desafortunados nos sumerge en un flujo de conciencia continúo en el que debemos rearmar los sucesos. Para ello “tan solo” tenemos 15,5 septillones de combinaciones. Sin embargo, la novela de Johnson tiene un carácter mucho más humano. Los desafortunados es la experiencia y consecuencias personales del propio Johnson sobre un desgarrador relato basado en la observación melancólica de la propia vida. "¿Puede tener sentido una muerte? ¿O ser absurda? ¿Es posible hablar de la muerte en estos términos? No lo sé, sólo siento el dolor, el dolor”, dice el narrador en las páginas finales. Si bien es a la vez una novela cocreativa, lúdica e imaginativa, también intenta abordar la realidad de la manera más directa posible en forma y contenido. Su naturaleza aleatoria invita a leer el libro como el reflejo de los procesos del pensamiento del narrador, es decir, el propio autor, mientras alterna su tarea actual de escribir la crónica de un partido con reminiscencias de su vida. Los monólogos y los recuerdos contados en paralelo se convierten en una herramienta por recordar, por comprender y sobre todo, por facilitar el duelo del propio Johnson.

El propio autor, controversial para su época, declaraba a menudo que la novela debe trabajar sobre la verdad. Así decía que en Los desafortunados, innovación formal y verdad rigurosa se alían en una obra literaria extraña, poderosa y cautivadora. En ella, aunque parezca extraño, es la caja vacía mucho más importante de lo que parece. La caja como único lugar en el que la naturaleza aleatoria de su narrativa puede tener algún significado real. Johnson exige con esto desmontar la forma de la novela y recomponerla tras examinarla a fondo. La caja le permite experimentar el trauma, desintegrando las estructuras y fragmentando sus propios recuerdos. En particular, se centra en la comprensión de la secuencia interrumpida como espacio dilatorio en el que se revela el significado de lo escrito. Al final, Los desafortunados habla sobre la aleatoriedad de la vida, tal como la conocemos, intentando trasladar esa sensación a nosotros como lectores a través de una narrativa interactiva prototípica.

El enigma de Caín, de Edward Powys Mathers
En 1934, Edward Powys Mathers, el crucigramista de The Observer, escribió una novela-puzle única conocida como El enigma de Caín. El título, en referencia a la primera arma homicida registrada, fue escrito bajo su seudónimo, Torquemada. La historia no solo era una novela de misterio, sino uno de los crucigramas más difíciles y cautivadores jamás publicados. Probablemente, gracias a las redes sociales y a su republicación en 2019 por Unbound, que lanzó al mercado una nueva edición en formato caja del rompecabezas en colaboración de la organización benéfica The Laurence Steme Trust, hoy lo tengamos más presente. Ambas ediciones, al publicarse, incluyeron un premio en metálico al primer lector que resolviera su rompecabezas. En España, contamos con una edición recortable publicada por Alfaguara en 2022 con la traducción de Victoria Simó Perales.


El rompecabezas de Torquemada consiste en una narración de 100 páginas en prosa, pero mal ordenadas. La solución al mismo debe proporcionar un relato de las seis personas asesinadas y los nombres completos de sus asesinos. La primera edición forma parte de un libro de tapa dura, mientras la segunda edición, la misma que ha publicado Unbound, es una caja con tarjetas. Para resolver el rompecabezas, el lector debe determinar el orden correcto de las páginas y también los nombres de los asesinos y las víctimas de la historia. El texto incluye numerosas citas, referencias un poco anticuadas, juegos de palabras y otros trucos etimológicos. Las páginas se pueden ordenar en 32 millones de combinaciones posibles, pero solo hay un orden correcto. Y aunque existen varios ganadores a lo largo de la historia de su publicación, la solución del rompecabezas nunca se ha hecho pública.

Dos personas, el Sr. S. Sydney-Turner y el Sr. W. S. Kennedy, resolvieron el rompecabezas en 1935 y ganaron 25 libras cada uno. Una tercera persona también resolvió el rompecabezas en 1935 y recibió una nota de felicitación de Mathers, pero no ganó un premio. Sin embargo, años después, se creyó que la respuesta al enigma se había perdido. Eso fue hasta 2017, cuando el museo Shandy Hall, gestionado por Laurence Sterne Trust, recibió una donación de una colección de los acertijos más ingeniosos de Powys Mathers, incluyendo El enigma de Caín. El curador de Shandy Hall, Patrick Wildgust, comenzó a intentar encontrar la solución, incluso publicando una convocatoria en The Guardian. Y así fue como se supo que una tercera persona también resolvió el rompecabezas en 1935 y recibió una nota de felicitación de Mathers, pero no ganó un premio. Sin embargo, fue la que hizo posible que El enigma de Caín llegue a nuestros días.

Los editores de la edición de 2019, que incluyeron ilustraciones del dibujante escocés Tom Gauld, organizaron el concurso por segunda vez, anunciando un premio de 1000 libras (aproximadamente el valor de 15 libras en 1934) para el primer lector que proporcionará los nombres de los asesinos y de los asesinados, el orden correcto de las páginas y una breve explicación de cómo se obtuvo la solución. Las mismas exigencias que tuvo el libro en su forma original. El concurso tendría una duración de un año a partir de la fecha de publicación. Esta vez sería el famoso comediante y creador de crucigramas, John Finnemore, quien lo consiguió resolver durante lo que confiesa seis meses de absoluta dedicación, sobre todo gracias a la pandemia mundial del COVID-19.

En 2023, Finnemore reveló que estaba escribiendo una secuela del rompecabezas, que Unbound publicaría en 2024, también en formato caja y titulado El juicio de Salomón. Alfaguara lo publicará en español —también en formato recortable— el 30 de abril con traducción de Mariola Cortés-Cros. En ella se presenta un cuerpo apuñalado en una habitación cerrada, donde la policía no encuentra arma, ni motivo, ni sospechosos. Sin embargo, el asesino tiene en su poder una caja con cien postales crípticas que, de ser bien entendidas, explicarían no sólo este asesinato, sino otros nueve. Los participantes deben reorganizar las páginas del texto para desentrañar la historia e identificar al asesino, la víctima y la ubicación de cada uno de los diez asesinatos.

Tanto El enigma de Caín como El juicio de Salomón se desvinculan por completo de las intenciones narrativas de Saporta o de Johnson, buscando en este caso la diversión y la agudeza en el caos de su fragmentación narrativa. La obra de Powys, escudado en su apodo de Torquemada, es la de un misterio casi irresoluble, la de una obsesión lectora que vuela por los aires los mecanismos de la novela de suspense y habitación cerrada justo en el mismo año, ese 1934, cuando Agatha Christie trajo al mundo Asesinato en el Orient Express. Sigue siendo, a estas alturas, imposible describir la trama de El enigma de Cain, dado que no es una narrativa lúcida ni lineal. Es un relato, casi de flujo de conciencia, narrado desde la perspectiva de un número desconocido (al menos inicialmente) de narradores, repleto de referencias literarias e históricas. Sin duda, un desafío único en su especie que promete horas de lectura y, probablemente, de frustración (eterna).

Fabricar historias, de Chris Ware
Si hablamos de libros en cajas, tenemos que hablar de LA CAJA. Por qué Fabricar historias, de Chris Ware, viene una caja de 29,4 cm de ancho, 4,6 cm de alto y 42 cm de fondo, pesando alrededor de 2,88 kg. Iniciado en 2001 y finalizado en 2011, según el propio Ware, es la recopilación del trabajo de casi diez años, algunas de cuyas viñetas han aparecido en publicaciones como The New Yorker, The New York Times o McSweeney. Editado por Pantheon (los mismos que editan los libros de Mark Z. Danielewski), en España podemos disfrutar de ella gracias a Random SD, con la traducción de Rocío de la Maya Retamar y Julia Osuna Aguilar. En ella se dan la mano múltiples tiras cómicas en una variedad de medios impresos que, juntas, aparte de formar una narrativa enorme, se supone que simulan cómo funciona la memoria y la mente humana, algo parecido a Los desafortunados pero con un componente mucho más lúdico.

La caja contiene en total 14 piezas: un folleto de paisajes sin palabras de 52 páginas, un acordeón desplegable de doble cara del protagonista en la nieve, un desplegable en acordeón de doble cara de la protagonista con su hija, Branford: La mejor abeja del mundo”, un cómic de 24 páginas, “23 de septiembre de 2000”, un pequeño libro dorado de tapa dura de 32 páginas, un cómic de 16 páginas con la pareja del segundo piso, un cómic de 16 páginas protagonizado por la anciana del primer piso, “Disconnect”, un cómic de 20 páginas, un libro de tapa dura encuadernado en tela de 52 páginas sin marcas (una réplica casi exacta de Acme Novelty Library n.° 18), “The Daily Bee”, un periódico desplegable, un solo cartel, doblado por la mitad, un tablero de cuatro paneles plegados en acordeón, un periódico de 20 páginas y un periódico de 4 páginas.

Alguno de los materiales interiores

Las historias giran en torno a la protagonista (una florista anónima con una pierna protésica), sus vecinos, su edificio de apartamentos y Branford, la abeja (emocionalmente disfuncional) que vive en el jardín. Las narraciones se suceden en primera persona, de forma no lineal, desde la infancia de la protagonista hasta una edad avanzada. Un camino de soledad, de pérdida, arrepentimiento, depresión e inseguridades combinado con algún tipo de felicidad, como la vida misma. Fabricar historias busca desafiar al lector con la habilidad de construir historias a partir de los recuerdos, jugando por completo con el poder de los recuerdos y la no linealidad de nuestra memoria. Aquí nos podemos sumergir en cada fragmento, experimentarlo, e intentar casarlo con el resto de lo que hemos visto y leído. Ware, excelente en la narración silenciosa, presenta unos complejos diseños arquitectónicos de líneas simples y caras donde es difícil (que no imposible) distinguir el orden en que deben leerse las palabras. Ware juega toda la baraja de la literatura ergódica y nos deja a nosotros como cocreadores, una vez más, de la historia.

Sin embargo, no es difícil ver que Fabricar historias es, realmente, una historia que contiene muchas. Todas las piezas se conectan entre sí, aunque parezca extraño. Entre todas las piezas del rompecabezas, del extraño edificio de apartamento de tres pisos de piedra rojiza en Chicago, hay una metahistoria. Aunque las piezas individuales se puedan leer en cualquier orden, hay unos diagramas de navegación que nos ayudan. Ware presta especial atención al libro como objeto físico, tal como si fuera un miembro del colectivo OuBaPo. Las tipos de papel, la encuadernación de cada uno e incluso las dimensiones de las páginas están pensadas para hacer de Fabricar Historias una experiencia única y específica para vivir (y sentir) en formato físico. También las estructura diagramática de la obra, que permiten al lector construir las historias por su cuenta, ejercitando su imaginación en nuevos horizontes y visiones de futuro.
Imagen interior

Por supuesto, hay truco detrás. El genio de Chris Ware se encarga de sumergirnos en nuestra capacidad activa y emocional para contar historias, algo que todo lector, lo quiera o no, anhela. La organización espacial y temporal es un herramienta de la percepción cognitiva que activa, a su vez, nuestra percepción afectiva. Comprendemos el mundo que la rodea, y sabemos cómo los objetos la afectan y son afectados. Cada panel de Ware está repleto de potencialidad significativa y no solo de hilos que podemos unir con otros paneles. Son una muestra de lo que el tiempo nos hace, de que siempre hay posibilidades alternativas de lo que fue el pasado y de lo que puede ser el futuro. Los paneles nos obligan, mediante su carácter desorientador, a emprender un viaje creativo en el que volcarnos. Somos la narrativa, somos el texto, somos la historia.

Ephemeral city, de Simon Groth
Publicado en 2024, Ephemeral city fue una de esas casualidades literarias que aparecen cuando estás haciendo una búsqueda profunda en internet. También, la de encontrar a Simon Groth, considerado uno de los más interesantes innovadores literarios en Australia. Sus libros incluyen cuentos remezclados del siglo XIX (Hunted Down and Other Tales by Marcus Clarke, 2016), una novela cuyo orden de capítulos es aleatorio entre copias con 479.001.600 posibles variaciones (Ex Libris, 2020) al estilo de Subcutaneam, o una colección en una caja de cuentos y material efímero que puede leerse en cualquier orden (Ephemeral city, 2024), que será de la que hablaré a continuación.

Ephemeral city está compuesta por ocho relatos que se ambientan en Brisbane (Australia) en épocas específicas entre 1931 y 2011. Cuenta Simon que en el proceso de documentación para los textos acumulo una considerable colección de material digitalizado (fotografías, anuncios impresos, un boletín informativo, un billete de lotería) que sintió debían estar entre el texto. Así, Ephemeral city se lee como una especie de colección personal de recuerdos, relacionados por su ambientación y temas. Algunos relatos, concretamente cinco, fueron publicados por anterioridad en algunas revistas, pero ahora, viven para siempre en absoluta comunión. Las ocho historias y nueve piezas efímeras se entrelazan con (algunos) eventos significativos, narrados por personas al margen, todos conectados de forma directa y indirecta si queremos.

Un vistazo al interior

Pudiendo leerse en el orden que cada uno prefiera, Ephemeral city está bastante cercano en cuanto a temas con Los desafortunados de B. S. Johnson, pero tiene un carácter mucho más amplio, esperanzador y orgánico. Mientras que Johnson se centra en la muerte de Tony y el partido que debe cubrir, Groth tiene más interés en la idiosincrasia y evolución con el que se ha construido la ciudad (Brisbane), la ciudad donde nació y vivió la mayor parte de su vida. Las historias, cada una con un tono diferente, van desde una niña ciega con una personalidad arrolladora hasta una mujer con amnesia tras un accidente de coche, o una persona tetrapléjico que ha perdido la capacidad de hablar. Sin embargo, todos tienen una especial predilección por el lugar, por el ambiente, siendo Ephemeral city una caja que parece contener un mundo (urbano) entero.

El libro explora la idea de que el carácter de una ciudad evoluciona con el tiempo, construido por innumerables historias que, aunque destinadas a ser efímeras, perduran y contribuyen a su identidad. A través de sus relatos, Groth captura la esencia de la ciudad, presentando una narrativa que es a la vez un homenaje y una exploración de la naturaleza transitoria de la vida urbana. Nosotros, como lectores, visitamos esa ciudad efímera de Simon Groth e interpretamos sus significado a través de nuestra propia lente. Un lugar de contrastes, donde lo divertido se mezcla con lo desgarrador, y lo extraño con lo fantástico, reflejando así la complejidad de su propio hogar. De nuestros hogares.

Reivindicando la caja
Los libros en cajas, o books-in-boxes, no son solo un contenedor para almacenar historias, si no que es parte de toda la experiencia. Estos libros en cajas, habitualmente encuadrados dentro de lo experimental —más en concreto de la literatura ergódica— y fragmentario funcionan como un elemento cocreativo más dentro de la narración. Las cajas son una especie de activador mental donde el lector, como participante activo de la lectura, sabe que debe tomar decisiones sobre cómo interactuar con el texto al abrir la caja. Esta aleatoriedad no constreñida a la encuadernación añade una capa extra a los libros en cajas, influyendo de forma constante en la construcción de la narrativa. La aleatoriedad hace que cada lectura sea (casi) única, generando diferentes interpretaciones y experiencias, a menudo, como deja claro Los desafortunados de B. S. Johnson o la diferentes historias de Fabricar historias, como la vida misma. En este artículo he repasado varios usos del concepto de libros en cajas y algunas de sus posibilidades. Todas comparten, a su manera, los conceptos de fragmentación y aleatoriedad, haciendo que su naturaleza e interpretación sean flexibles a la vez que se oponen al consumo fácil, recompensando, de alguna manera, ese compromiso más profundo que adquieren con el lector mientras generan experiencias inolvidables.


Fuentes:
Aarsethse, E.J. (1997) Cybertext: Perspectives on Ergodic Literature
Brillenburg Wurthis, Kiene (2018) Book Presence in a Digital Age: Bloomsbury Academic
Groth, Simon (2024) A Book-in-a-Box is a Complex Thing
Coe, Jonathan (2004) Like A Fiery Elephant: The Story of B. S. Johnson, London: Picador.
Asencio, Carlos (2023) Diseño Editorial experimental y la Literatura Ergódica
Peek, Ben (2024) No Substance #187: Books in Boxes and Other Alterations
Lupescu, Lucian (2021) Books in Boxes: “The Unfortunates” and “Building Stories”

Comentarios

  1. Me ha encantado esta entrada, Mangrii. Muchas gracias por traernos estos libros tan curiosos. No sé si me animaré en algún momento con este formato, pero los anoto por si acaso.
    Beso grande.

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