El orden del mundo, de Ramiro Sanchiz

El orden del mundo
Ramiro Sanchiz
Fin de Siglo
Rústica / Audiolibro | 187 páginas | Audible



Hace unos meses leí por primera vez a Ramiro Sanchiz con una de sus novelas más conocidas —Un pianista entre provincias— y me quedé completamente fascinado. Más aún, cuando indagando para redactar la reseña, descubrí que Ramiro lleva años construyendo un universo propio e ilimitado —conocido como Proyecto Stahl— en la que, como el propio autor dice en su web, vincula relatos breves, novelas, ensayos y teoría-ficción en una macronovela cuyo protagonista o personaje central es Federico Stahl, representado en múltiples variantes o variaciones en términos de caracterización / historia personal / identidad / historia colectiva. Así puestos, con este Federico Stahl como uno de los personajes más grandes (e interesantes) de la literatura latinoamericana de principios de este siglo, la cuestión era por donde continuar. Lo mejor del Proyecto Stahl es que, quizá, como no hay un final, tampoco podríamos decir que hay un principio pautado y adecuado. Todo funciona, en cierta manera, por sí mismo. Sin embargo, decidí empezar por La orden del mundo, por qué una vez mirabas el mapa del Proyecto Stahl se sentía (de alguna manera) como la Sagrada Línea Temporal del Universo Cinemático de Marvel sobre la que se ramificaba todo.

Mapa del Proyecto Stahl

Aviones, basura y memorias
En Estados Unidos, a principios del siglo XXI, un antiguo piloto de aviones de combate devenido millonario se propone coleccionar antiguos cazas soviéticos de la guerra fría. Para ello contrata al narrador de la novela, Federico Stahl, todo un experto en la materia. La búsqueda de un MiG-25 se vuelve una misión y una obsesión. Finalmente, una serie de fotografías satelitales delatan la posición de la aeronave sobre una isla de basura formada en el Atlántico Norte. Tras un naufragio de su barco, Federico debe esperar su rescate varado en la isla, rodeado de la basura de nuestro mundo y, quizá, de muchos otros. Con modales de novela realista y recuerdos de la infancia entremezclados, El orden del mundo se complica poco a poco, capa a capa según vamos pisando la Isla de Basura, elaborando un laberinto mental, un desmesurado caos entre universos que alberga multitudes, tanto como Stahl(s) existen en el universo.

Historias dentro de historias
Siguiendo el curso de la memoria del propio Stahl, que narra desde su monólogo interior, desde una esfera privada que se vuelve laberíntica, El orden del mundo nos traslada al germen de los mundos paralelos, de las vidas conectadas y superpuestas de un mismo personaje, encontradas en una mancha de basura en el Atlántico Norte. Una historia dentro de otras muchas historias, que dejan en la memoria del lector de Ramiro Sanchiz detalles que conectan con otras de sus obras. No solo el nombre de Federico, por supuesto, si no objetos (un Playmobil) o escenarios (la maraña) se dejan ver más allá de ser guiños, más bien como elementos propios de su universo que ordenan el caos que Federico parece estar viviendo. La memoria funciona como un mecanismo fundamental de la novela, y son las propias teorías de Federico, contadas a nosotros como lectores, las que nos pierden entre largos interrogantes y divagaciones mentales de hacia dónde debemos ir, como armar en nuestra mente todo lo narrado y aprender, de alguna manera, a dejarse llevar por esa Isla de la Basura que Ramiro nos ha planteado.

Portada en El Cuervo Editorial

Realidades alternativas
Tengo dudas de si mi elección ha sido la correcta o no —supongo que el propio Ramiro Sanchiz tenga una opinión propia— pero siento que (de alguna manera) ahora estoy más conectado con el Proyecto Stahl (incluso tiene pestaña propia en el blog). Si bien Un pianista de provincias era una novela interesante en su planteamiento, es El orden del mundo el que (parece) sienta unas bases más sólidas para seguirlo. Vidas que quizás nunca tuvieron lugar, fragmentos de existencia que se recuerdan de forma contradictoria, o incluso evocaciones de cosas que nunca llegaron a suceder. A medida que avanza la lectura, pasando a párrafos cada vez más extensos y repletos de densidad narrativa, se va formando una imagen mental de esa isla más compleja que la de Perdidos, de esa masa insular caótica y repleta de recovecos que da luz a la indeterminación de lo que realmente es Federico Stahl. Ya sea un especialista en aviación militar de la Guerra Fría, un pianista virtuoso o una drag queen, El orden del mundo —o más bien el propio Stahl— reordenan su cosmos y nos dan una visión de conjunto. La isla de basura funciona como corrientes de memoria que arrastran sus vidas, recuerdos, sueños e incluso ideas, donde confluye (y se conecta) todo su ser, pero, como dice el propio Stahl, donde está todo presente no hay, no puede haberla, razón posible.

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