Las mocedades de Rodrigo, de Almijara Barbero Carvajal

Las mocedades de Rodrigo
Almijara Barbero Carvajal
Editorial Cerbero
Tapa blanda / Digital | 196 páginas | 5€/1,99€




Si hay una figura histórica y legendaria en el período de la Reconquista española, es la de Rodrigo Díaz de Vivar, más conocido como el Cid Campeador. Y es que el Cantar de mio Cid, ese cantar de gesta anónimo que relata hazañas heroicas inspiradas libremente en sus últimos años de vida, es una de esas obligaciones escolares por las que tarde o temprano todos hemos pasado. Sin embargo, no tantos (y me incluyo en este grupo) conocen de la existencia de las Mocedades de Rodrigo, otro cantar de gesta anónimo compuesto alrededor de 1360 del cual se conservan 1164 versos y donde se relata los orígenes y hazañas de juventud del legendario Rodrigo.

En este punto es justo donde entra Almijara Barbero Carvajal entra de cabeza y reimagina un nuevo origen para nuestro Rodrigo Díaz de Vivar. En esta paródica ucronía, Rodrigo es un esmirriado caballerizo que en su plena adolescencia se ve obligado a convertirse en un afamado héroe de leyenda cuando un ser celestial, sumado a una intervención mariana de un coro celestial al más puro estilo de Hércules, lo acechan en sus quehaceres diarios. Mientras, el reinado de Sancha I llega a su fin y su primogénita Urraca se convierte en la Emperatriz de todas las Españas, con cuatro hermanos detrás que deberán sustentar su regencia.

Ilustración de Roger Payne

Las mocedades de Rodrigo es una reconstrucción histórica de los hechos, guiadas por el espíritu de la carcajada, pero anclada en los hechos fundamentales. Almijara mueve los alfileres, coloca los personajes a su gusto, añade etiquetas queer, pone un toque fantasioso, y reelabora tanto los personajes que aparecen en la obra como sus actitudes. Por un lado, vemos a Rodrigo forjando su leyenda amparado por un coro celestial. Por otro, los juegos políticos y batallas que se cuecen tras bambalinas en la España del siglo XI entre los hijos de Sancha I. La novela se mueve hacia el tono épico y absurdo, pero sin olvidar cierto drama y seriedad, sobre todo presente en las dos últimas partes, que su narrador ya advierte desde el comienzo. Su estilo danza entre frases subordinadas, algún arcaísmo y una profusa adjetivación que consiguen, sin emular un castellano antiguo, un sabor de tradición oral.

Sin embargo, adelanto al futuro lector, que adentrarse en Las mocedades de Rodrigo no es apto para todos los paladares. El inicio puede resultar arduo, tanto por el estilo como por las idas y venidas de los personajes. Los saltos de escena y temporales son abruptos y repentinos, donde parece que nos faltan piezas entre escena y escena, y el tono se siente desequilibrado de una a otra. No es algo a lo que uno tarde en acostumbrarse, pues bien pillado el tono y el estilo, el juego de Almijara lleva la baza ganadora poniendo en perspectiva personajes y hechos conocidos, como el cerco de Zamora o la gran Muniadona, dándoles un nuevo cariz. Es aquí donde alguno puede torcer el morro o llorar a carcajada limpia ante la genialidad de la autora. Yo, me inclino más por lo segundo.

Si alguien a día de hoy, visto el éxito de El ministerio del Tiempo, duda del potencial que tiene nuestra historia, creo que esta muy equivocado. Solo hacen falta una chispa de gracia, dos gotas de imaginativa y un toque fabulesco. Esta precuela del Cantar de Mio Cid lo tiene en su receta, y además, goza de una portada fantabulosa de las que entran por los ojos. ¿Queremos una segunda parte? Yo digo SI.

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