Almijara Barbero Carvajal
Editorial Cerbero
Si hay una figura histórica y
legendaria en el período de la Reconquista española, es la de Rodrigo Díaz de
Vivar, más conocido como el Cid Campeador. Y es que el Cantar de mio Cid,
ese cantar de gesta anónimo que relata hazañas heroicas inspiradas libremente
en sus últimos años de vida, es una de esas obligaciones escolares por las que
tarde o temprano todos hemos pasado. Sin embargo, no tantos (y me incluyo en
este grupo) conocen de la existencia de las Mocedades de Rodrigo, otro
cantar de gesta anónimo compuesto alrededor de 1360 del cual se conservan 1164
versos y donde se relata los orígenes y hazañas de juventud del legendario Rodrigo.
En este punto es justo donde entra
Almijara Barbero Carvajal entra de cabeza y reimagina un nuevo origen para nuestro
Rodrigo Díaz de Vivar. En esta paródica ucronía, Rodrigo es un esmirriado
caballerizo que en su plena adolescencia se ve obligado a convertirse en un
afamado héroe de leyenda cuando un ser celestial, sumado a una intervención
mariana de un coro celestial al más puro estilo de Hércules, lo acechan
en sus quehaceres diarios. Mientras, el reinado de Sancha I llega a su fin y su
primogénita Urraca se convierte en la Emperatriz de todas las Españas, con
cuatro hermanos detrás que deberán sustentar su regencia.
Las mocedades de Rodrigo
es una reconstrucción histórica de los hechos, guiadas por el espíritu de la
carcajada, pero anclada en los hechos fundamentales. Almijara mueve los
alfileres, coloca los personajes a su gusto, añade etiquetas queer, pone
un toque fantasioso, y reelabora tanto los personajes que aparecen en la obra como sus actitudes. Por un lado, vemos a Rodrigo forjando su leyenda amparado
por un coro celestial. Por otro, los juegos políticos y batallas que se
cuecen tras bambalinas en la España del siglo XI entre los hijos de Sancha I. La novela se
mueve hacia el tono épico y absurdo, pero sin olvidar cierto drama y seriedad, sobre todo presente en las dos últimas partes, que su narrador ya advierte desde el
comienzo. Su estilo danza entre frases subordinadas, algún arcaísmo y una
profusa adjetivación que consiguen, sin emular un castellano antiguo, un sabor de tradición oral.
Sin embargo, adelanto al futuro
lector, que adentrarse en Las mocedades de Rodrigo no es apto para todos
los paladares. El inicio puede resultar arduo, tanto por el estilo como por las
idas y venidas de los personajes. Los saltos de escena y temporales son
abruptos y repentinos, donde parece que nos faltan piezas entre escena y escena, y el tono se siente desequilibrado de una a otra. No es algo a lo que uno tarde en acostumbrarse, pues bien
pillado el tono y el estilo, el juego de Almijara lleva la baza ganadora
poniendo en perspectiva personajes y hechos conocidos, como el cerco de Zamora
o la gran Muniadona, dándoles un nuevo cariz. Es aquí donde alguno puede torcer el morro o llorar a carcajada limpia ante la genialidad de la autora.
Yo, me inclino más por lo segundo.
Si alguien a día de hoy, visto el éxito de El ministerio del Tiempo, duda del potencial que tiene nuestra historia, creo que esta
muy equivocado. Solo hacen falta una chispa de gracia, dos gotas de imaginativa
y un toque fabulesco. Esta precuela del Cantar de Mio Cid lo tiene en su receta,
y además, goza de una portada fantabulosa de las que entran por los ojos.
¿Queremos una segunda parte? Yo digo SI.
Otras reseñas de interés
Comentarios
Publicar un comentario
Lo primero de todo, GRACIAS por comentarme, asi me haces un poco más feliz. Lo segundo, si vas a comentar espero que sea desde el respeto a los demás y con este blog.
Gracias por tu comentario y visitarme :)